𝐗𝐕𝐈.

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Coraline y Damiano habían hecho un trato. Él le enseñaría lo que pudiera durante sus sueños, y ella trataría de ir comprendiendo poco a poco la información. Sin pegas, sin miedo. Intentando entenderse el uno al otro. Coraline no tenía ni idea de por qué Damiano tenía esa habilidad de colarse en su cabeza cuando le venía en gana, pero tampoco preguntaría por ello. Sólo había dos opciones: que no se lo contase, o que el hecho de que se lo explicase llegara a asustarla más aún.

Aquella era la primera noche que soñaría con Damiano por voluntad propia, y estaba nerviosa. Se había tomado un té para dormir bien y había cerrado todas las ventanas para no coger frío. Ya lo había experimentado antes, pero sentía que esta vez sería diferente.

La joven ni siquiera se dio cuenta de cuándo había quedado rendida ante el sueño, pero pronto la oscuridad de su subconsciente se transformó en un precioso y gigantesco salón de baile, adornado por lámparas y muebles de madera y oro. La música sonaba a partir de una pequeña orquesta de cuerda y piano, y la gente, entallados en sus preciosos trajes y vestidos, bailaba, bebía, comía, y disfrutaba del ambiente.

Coraline acababa de entrar por la gran puerta, sonriente, y observaba a todo el mundo. Buscando a su padre, a su madre. A quien fuera. Era curioso que ni en su propia casa pudiera encontrarlos.

—¿Os habéis perdido, señorita? —escuchó una voz junto a ella que la desconcentró por completo de su búsqueda. Coraline alzó la vista para ver a un joven de cabellos castaños y traje azul. Llevaba el pelo recogido con un lazo, torpemente, y los ojos algo oscurecidos. Nunca había visto a nadie como él por allí. Le observó bien durante la fracción de segundo que tuvo, y algo en su estómago pareció revolverse.

Era el hombre más atractivo que había visto en su vida.

—Sería de locos que me perdiese en mi propia casa, ¿no cree?

El joven sonrió con suavidad, asintiendo.

—Entonces debéis de ser la hija del duque. Me habían hablado de vos.

Los ojos de la pelirroja se llenaron de brillo, y sonrió hacia el hombre.

—¿Y qué os han contado?

—Que bailáis francamente mal —soltó, como si nada. Coraline podría haberse ofendido, pero sólo pudo soltar una carcajada—, y que no hay belleza en Roma que pueda compararse a la vuestra.

El silencio se hizo entre ellos por un momento. Ambos miraban a las parejas bailar, a todo el mundo divertirse. Sin embargo, parecía que sólo pudieran pensar el uno en el otro.

—He de decir que al principio no me lo creía. Hay muchas mujeres hermosas en Roma. Pero ahora sé que las habladurías eran ciertas —continuó el joven. Las mejillas de Coraline se tiñeron de rojo.

¿Quién era? ¿Y por qué acababa de dejarla sin aliento? No fue capaz de dejar las palabras salir de su boca, y pasaron unos segundos hasta que la joven pudiera recomponerse. Había recibido muchos halagos durante toda su vida, estaba acostumbrada. Pero aquello había sido totalmente distinto.

—¿Puedo preguntar vuestro nombre, entonces?

—Damiano.

—Damiano ¿qué más?

—David. Damiano David.

—Nunca he escuchado vuestro apellido. ¿Acabáis de llegar a Roma, tal vez?

El joven negó. Había nacido en la ciudad, y se había criado en sus calles. Sin embargo, había cierta información que debía guardarse para sí mismo.

—¿Queréis bailar?

Damiano extendió una de sus manos, ofreciéndosela a la joven Coraline, que se quedó durante unos segundos observándola fijamente. ¿Aceptaba, o continuaba buscando a sus padres? No le conocía de nada, y por mucho que la hubiera impresionado, no podía fiarse nunca de un hombre.

𝐅𝐎𝐑 𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐋𝐎𝐕𝐄  ✞  damiano david. PAUSADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora