𝐗.

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Coraline llevaba dos días sin dormir. Las ojeras le llegaban casi a las mejillas y sus comidas diarias se resumían a más bien poco. Había dejado de hacerse preguntas, incluso sin tener una sola respuesta. La conversación entre Damiano y sus amigos le daba vueltas y vueltas en la cabeza.

Si sigues así la vas a matar otra vez.

Hace cincuenta años.

Es ella. Siempre era ella.

Se levantó de la cama directamente para vomitar, aunque de su boca salió poco, probablemente por su poco apetito. Se sintió una extraña en su propio cuerpo. Estaba loco. Todos ellos lo estaban. Y ella, como una estúpida, había comenzado a enamorarse de aquel atrapante misterio que Damiano desprendía. Le había dejado entrar en su casa. Le había besado. Se había acostado con él. Y después de eso había pensado que las cosas cambiarían. Que toda esa artimaña de suspense desaparecería y podrían tener tal vez una cita. Que podrían conocerse mejor.

No quería conocer a Damiano. No quería estar cerca de esa aura de misterio que había comenzado a aterrarla.

De hecho, incluso había llegado a plantearse si había pensado en hacerle daño. Si quería hacerle daño. Tal vez a eso se refiriera la voz femenina que había escuchado tras la puerta de su casa.

Sabía dónde vivía, qué calles recorría, dónde trabajaba. Si quería matarla, podría hacerlo en cualquier momento. Podría encontrarla siempre que quisiera, como había hecho siempre.

Coraline se levantó del suelo del cuarto de baño y se miró al espejo tras lavarse la boca. Comenzó a llorar. Todo había sido un engaño. Una mentira.

Su teléfono comenzó a sonar. Número desconocido. No lo cogió. Tampoco se lo cogió a Nico, su mejor amiga, que llevaba varios días tratando de contactar con ella. Ni a su jefe, que se preguntaría por qué no estaba yendo a trabajar sin una explicación previa. La puerta también sonó en algún momento. Tampoco se dignó a abrirla.

Su única compañía era el pequeño Dante. Siempre él.

Para cuando volvió a la cama, se tumbó con el animalillo, y se arropó con las sábanas. Eran pasadas las nueve de la noche, y Coraline sabía que no lograría dormirse tan pronto. Tenía miedo.

Coraline, escuchó entonces. Levantó la cabeza, mirando a todas partes.

—No. Tú otra vez no.

Coraline...

—Sal de mi cabeza.

Se tapó los oídos, pero seguía escuchando su cálida voz en su interior.

¿Por qué estás haciendo esto?

—¡Que salgas, Damiano! ¡Vete de aquí! ¡No quiero escucharte más!

Y la voz desapareció por completo.

Se preguntó entonces si de verdad existía Damiano. Si de verdad había escuchado aquella conversación.

Todas las respuestas que se daba a sí misma eran que había perdido la cabeza. Sin embargo, cuando por fin se terminó dignando a salir a la calle para que le diese el aire: ahí estaba Damiano.

—Te he llamado. Me he comprado un móvil —comentó, antes siquiera de saludar. Coraline se le quedó mirando, y después negó para comenzar a caminar lejos de él.

¿Cómo sabía su número de teléfono, siquiera?

—Eh, Coraline. Espera.

—No te acerques a mí.

𝐅𝐎𝐑 𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐋𝐎𝐕𝐄  ✞  damiano david. PAUSADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora