Décima pluma

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Que ardan hasta que ni las cenizas sean reconocibles como tal, hasta que se abone la tierra y nazca césped, borrando cualquier vestigio de lo que fue. El corazón le dió un salto, enardecido con el estimulante sonido de la explosión. Los colores vuelan junto con pequeñas partes del trabajado edificio. Muere el arte para que nazca un final.

Oyen un grito y algunos en el grupo siguen sin saber si es culpa, emoción o adrenalina lo que se escurre en cada uno de sus nervios y venas; corrientes eléctricas los mantienen con los ojos bien abiertos.

El Notre dame es ahora más ruinas que construcción. El sonido seguro atrajo a más de uno, así que toca correr mientras el fuego se esparce. Acordaron que cada uno iría por su lado, ojalá en parejas o tríos, así no los pillaban tan fácil o directamente no lograban seguirles el rastro. No habían acordado grupos, así que era al libre albedrío de cada uno si seguían a otro o se iban por su cuenta.

Fargan arrastró a Focus con él como habían acordado poco antes de entrar al portal. De todas formas, sabía que el cuervo llevaba explosivos para tres guerras seguidas y no era ningún tonto. Lo tiró del brazo al divisar una abertura en la tierra, un boquete en el que seguro encontraban alguna cueva para refugiarse.

—Ve si viene alguien, tú ves mejor de noche —dice el cuervo, cavando para abrirse un camino menos peligroso hasta abajo.

Logra acercarse a una esquina sobresaliente de roca, la cual lleva hasta una cueva. Baja por allí tras indicar al otro que le siga.

Llegan a salvo hasta la cueva, permitiéndose encender una antorcha para saber si estaban solos, lo que por fortuna fue la realidad. Entre una carcajada, Focus apoyó la espalda en la pared. Fargan lo miró un segundo, hasta acompañar su risa. Estaban todos desquiciados, haciendo arder esa monstruosidad de construcción por mero capricho.

—¿Todavía te quedan explosivos?

—Hombre si me quedan. Luego salimos, dejemos pasar un ratito, que no confío en estos.

—Madre mía, chaval.

Focus regularizó su respiración y se quitó el antifaz, habían corrido bastante, la armadura que llevaba estaba bastante dañada ya por haber sobrevivido a varios Creepers que les bloqueaban el paso. Fargan estaba en iguales condiciones, aunque este hasta había perdido el casco por el camino.

—¿Tienes comida? —cuestionó el búho, acercándose hasta el otro, quien rebusca en su inventario hasta entregarle un par de patatas—. Gracias.

Permaneció a su lado, recostandose también en la pared. Focus lo observó, notando como la limitada luz de la antorcha iluminaba parte de su rostro y oscurecía otra, el sudor le pega unos mechones escurridizos de la coleta al rostro y algo de tierra ensucia el mismo, dejando claro que acaba de pasar una batalla o similar.

Cuando se da cuenta que es visto, sonríe con una sorna sugestiva tan típica que el cuervo apenas se inmuta.

—¿Soy lindo? Para que me mires así, digo —ríe, antes de dar el último bocado a la patata.

—No tanto.

—Claro, tú más.

Focus rio, apartando la mirada, llevándola sin querer hacia fuera, al acantilado que está a penas salir de la cueva. El simple recuerdo le borra la sonrisa, una mueca surca el rostro del otro híbrido.

Podía superar las cicatrices del pasado, pero era imposible borrar el mismo, el persistente recuerdo de la desgracia, más constante que cualquier sonrisa. Fargan no sabe cómo decirle que deje ir el maldito ayer, así que actúa.

El cuervo perdió el amargor cuando sintió calidez en su mano izquierda, la que es tocada por su acompañante. Alza la misma sin comprender que pretende, el otro le sigue hasta tomarla.

Wings [𝐹𝑎𝑟𝑐𝑢𝑠]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora