Octava pluma

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Alors, vas-y j'te dis tout

Sur le drame que j'vis

Au quotidien, en enfer

Voilà où j'suis

J'voudrais m'en aller

M'évader loin de tout

-Mr/Mme - Loïc Nottet


Esperaba otro tipo de regalo para el amigo invisible..., ¿en serio se sacó esa foto y se la regaló tan descaradamente? El color se le subió a la cara, apartando la vista del póster, inseguro de cómo tomarlo. El ocelote ya le calmaba un poco, podía llevarlo a casa y tenerlo de mascota, quizá hasta espantaba a los creepers como decía la creencia popular.

Abrió el cofre, un latido sonoro llegó a sus oídos antes de tomar el bloque de diamante, recordando lo que habían pasado por ese brillante objeto. Tras mirarlo unos largos segundos, lo metió al inventario, tragando saliva al volver su vista hasta la foto. Terminó por reír, negando con la cabeza, debía verlo venir cuando se trataba de Fargan. En el fondo, no estaba mal que fuera su amigo secreto.

Se encontró a sí mismo observando el rostro del búho en el póster, sonreía con una lujuria menos bromista que la usual, y de alguna manera lo ponía nervioso.

Decidió llevar las cosas a casa. Metió todo en el inventario y respiró hondo el aire fresco antes de encaminarse de regreso a su casa.

No importaba el día ni la hora, cada vez que caminaba esas distancias, intentaba mover el ala derecha, con la reprimida esperanza de que por arte de magia volara. Pero miles de agujas se clavaban en la fractura, obligándolo a arquear la espalda y reprimir un quejido que tornaba en gruñido molesto, entendía que apenas ese día había tomado las pociones, pero si era magia, ¿no debería funcionar más rápido? Además, llevaba meses con esa fractura, meses en los que jamás imaginó perder por completo el ala izquierda, no es como que antes todo hubiese ido bien, solo estaba menos mal dada la esperanza general en lugar de la encerrada en una pequeña caja por alguna esquina de su subconsciente. Y sí, reconocía que al menos ahora no estaba solo —aunque el sentimiento no fuera constante—, pero no era la soledad cual le amargaba, incluso se había acostumbrado, aunque fuese solo existencia y no vida, pues bastaba la idea de volver a ver los atardeceres desde el punto más alto para que una pesadilla se tornara sueño. Y sí, también tenía el regalo, pero podría no funcionar, era posible que solo fuera una pieza metálica; y en caso de funcionar, no sería lo mismo.

Estaba atrapado en lo que fue, y por lo mismo, la mayor parte del tiempo se encontraba imposibilitado de ver todo aquello que podría ser. Todos aquellos con los que podría solo reír un rato o embarcarse en una misión. Estaba dejando que lo más importante se le escapara, y solo era capaz de recordar esas importantísimas pequeñeces cuando Fargan estaba allí para recordarlas, o cuando alguien más se sentía real hablándole. No quería depender de nadie, y por ello, no lograba darse cuenta de que lo que necesitaba era ayuda, no dependencia. Si Focus fuera consciente de que las penurias no deben encerrarse en una caja y enterrarla, quizá dejaría de lamentarse cada vez que notaba lo que faltaba, tal vez podría al fin ver que no necesita recuperar, sino conseguir.

¿Sería alguna vez capaz de seguir adelante? ¿De que la paz inalcanzable fuese un ahora y no una alucinación durante los peores momentos? Podría ser que bastara solo un empujón para que todas esas risas no pierdan el sentido en tan poco tiempo y se mantengan como buenos momentos, no como los únicos buenos momentos.

Estaba también la suposición de que comenzaba a mejorar, había recortado un poco su cabello y la barba para que retomaran su aspecto usual, volvía a alimentarse, a salir..., pero el vacío persistía cuando contemplaba el silencio y la soledad de su casa, cuando se recalcaba que nadie iría, que estaría mejor sin esa pequeña ayuda de los dioses. Estaba confundido, inseguro de su propio bienestar y de pronto necesitado de una palabra de apoyo, de las canciones que cantaban en su aldea, o del olor familiar a comida que se escurría por las ventanas de la casa en la que creció, casa que vió por última vez hecha cenizas.

Una vez en su morada, se sentó en el sofá, sacando del inventario el llamativo bloque de diamante. Es su mirada se podía notar el anhelo mientras la tristeza colapsaba en pequeñas gotas de lluvia que no podían seguir reteniendose durante la tormenta.

A veces, solo es necesario alguien o algo que te recuerde porqué sigues allí, y ese maldito cubo brillante le había devuelto algo de esperanza. Se le escapaba el aliento a tropezones, el ala se movía lastimera en un intento de cubrirse.

Oye la puerta, y alza la cabeza apenas creyendo que halla alguien allí. No quiere abrir sin saber de quién se trata.

—¿Focus? —la voz de Ibai se alza—. Joder con el cuervo —murmura luego.

—Igual se ha ido a la mina —Fargan habla, y gracias al silencio de antes, Focus es capaz de oírlo.

—Biyín dijo que lo vio pasar a su casa.

—Ya, pero...

No continúa, pues la puerta se abre y el cuervo se deja ver con el antifaz puesto. El otro híbrido le sonríe y la temblorosa calma sobrepasa lo demás.

—Buenas —carraspea ante la inestabilidad de su voz—. ¿Pasa algo?

Ambos visitantes lo miran curiosos.

—Te mandamos un mensaje, era si te querías venir a saquear un castillo —responde Ibai.

Focus baja la cabeza, intentando considerarlo.

—¿Estás bien, tío?

Las palabras aumentan su volumen y resuenan por su mente, alza la cabeza y asiente, nervioso.

—Focus —le llama Fargan, esperando que lo mire, pero el otro se rehúsa, así que pone una mano sobre su hombro, suavizando la sonrisa socarrona en una amigable.

El cuervo tiembla leve, esperando que por el antifaz no puedan ver que su alma se resquebraja y las paredes se rompen.

—Joder, danos un abrazo, coño —dice con tono animado Ibai, jalando al cuervo para abrazarlo y darle unas palmaditas en la espalda.

Focus aprieta la mandíbula, cerrando los ojos con fuerza, notando a Fargan unirse al abrazo a un lado de él. No quiere romperse, pero cada trizadura le obliga a reprimir un sollozo, aferrándose a sus compañeros. La calidez de otra persona es reconfortante, resultando en un abrazo tan fraternal y sincero que vuelve a pegar cada una de sus partes, disminuyendo las dos clases de dolor, reteniendo un momento el eterno sangrado.

—Está bien, coño, que aquí no tienes un amigo, tienes un hermano —suelta su típica frase y se separa del cuervo, porque a pesar de lo que haya pasado, los troleos y demás, realmente le considera un amigo.

Fargan aprovecha que lo suelta para jalarlo hacia él y abrazarlo de nuevo, dejándose llevar por el impulso de estrecharlo entre sus brazos hasta que todo vaya bien. Quiere volver a esas despreocupadas tardes minando, cuando lo único importante era buscar diamantes y abrir un boquete para salir porque ninguna recuerda por dónde llegaron. Ya dio por hecho que le afectaba verlo así, admitió para sí mismo que le gustaban sus sonrisas y el brillo vivo de esos orbes tan oscuros como la noche, las bromas con su voz tan curiosa, rasposa y casi cansada, el destellar azulado de sus plumas y la forma casi egoísta en que cuidaba sus cosas, el cómo se preocupaba sin ponerlo en palabras.

No había un cuándo, quizá tampoco un cómo, pero era ahí, con él, que revoloteaban sus sentimientos más sinceros. 












...

Gracias por leer.

Wings [𝐹𝑎𝑟𝑐𝑢𝑠]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora