Quinta pluma

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Le había prometido un amanecer, y podría funcionar como disculpa. 

En caso de que no resultara, siempre podría lograr entender por qué estaba enojado. Había contado esas cosas en un momento de debilidad, si le preguntaban. Necesitaba una segunda opinión si quería ayudarlo ¿no?, jamás había tenido que cuidar de alguien hasta ese punto, de confortarlo, así que cada paso era un poco a ciegas. Además, si alguien contaba cosas personales suyas con tal de ayudarlo, no creía que le molestaría. Entonces seguía sin entender del todo por qué estaba tan molesto. 

Bufó, tomando el ítem mágico de su morral con el cuál podía almacenar varias cosas como madera y materiales que no podría llevar en las manos, menos tratándose de altas cantidades. Era una cajita brillante que solo se accionaba con la huella dactilar del dueño, un invento de los dioses para evitar robos cada día. 

Verificó lo que llevaba allí para guardar algo de comida, también dejó el “regalo” que el día anterior planeaba darle al cuervo. 

Salió con la espada en mano y la armadura dentro del ítem, a pecho descubierto. Estaba listo para afrontar cualquier cosa, pero el cuervo no estaba en casa. Lo esperó casi una hora mientras organizaba su inventario, y no llegó. Así que ingresó con su truquito, revisando el lugar solo para confirmar que Focus no estaba en casa. 

Y es que el cuervo había ido con Luzu la noche anterior, justo después de dejar al búho, para ver si el brujo realmente podía hacer algo. 

La gran idea de Luzu fue cortar al ras lo que quedaba del apéndice, todo su trabajo sería a cambio de que le permitiera seguir experimentando, creyendo que quizá descubriría algo más importante. Focus se dejó hacer, permitiendo el sedante, después de todo, consideraba que ya no tenía nada que perder. El efecto resultó durar más de lo calculado, y no se percató hasta que abrió los ojos, sintiéndose pesado, pero sin mayor dolor. Estaba sobre una cama, con la espalda hacia el techo, cubierto de la cintura para abajo. 

El ambiente olía raro, como una infusión floral, pero menos dulce. Recordó lo que había sucedido y tanteó su espalda, suspirando aliviado al saber que al menos permanecía su ala derecha. Esperó que el sedante disminuyera lo suficiente para levantarse, aunque logró únicamente sentarse sobre la cama para restregarse la cara, notando que su barba comenzaba a perder la forma, se había descuidado, hasta el cabello le había crecido más durante esos días. 

Se centró en lo que acontecía, descubriendo dos pequeños parches en sus brazos, cada uno cubriendo las venas de la parte anterior al antebrazo. Divisó su morral sobre una mesita cercana, junto a él había una jarra con agua y un vaso a medio llenar, también estaba el suéter rayado que llevaba antes. 

Recostada sobre la jarra, se divisaba una hoja de papel doblada. La tomó y abrió:

“Todo salió bien :) tengo que hacer unas cuantas cosas, quizá cuando despiertes no esté, puedes irte a casa (el código para la puerta está al reverso de la nota). Ven a verme dentro de dos días.

-Luzu”.

Supuso que con “todo bien” se refería a que la herida finalmente había cerrado un poco o mostraba señales de comenzar a regenerarse. Bebió un poco de agua, sentía la boca seca, y no estaba seguro de cuánto había dormido. Se vistió con lentitud y tomó sus cosas, llevando la nota para poner el código.
 
Volvió a casa, al parecer era más de medio día. Continuaba sintiéndose adormecido, así que apresuró el paso lo más que pudo permitirse. El cielo estaba oscuro y asomaba una llovizna. Todo se veía bastante vacío y con claros rastros de que había llovido recientemente.

Al llegar, lo único que le apetecía era continuar durmiendo, pero fue cosa de abrir la puerta para divisar dos alas emplumadas en castaño sobresaliendo del sofá. 

Wings [𝐹𝑎𝑟𝑐𝑢𝑠]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora