GLORIA
Mi llegada a casa sobresalta a Honor por cerrar la puerta con demás fuerza y ver como asoma de la otra habitación, medio cuerpo para observarme desde su lugar como ingreso dejando mis cosas en en la entrada, me despojo de mis botitas y descalza, camino con pasos apurados a la cocina por algo de agua del grifo que bebo con ansias, seguido a desplomarme en una de las sillas que rodean la mesa y robando un cigarrillo de la etiqueta de mi amiga, enciendo para fumar largamente en mi silencio, ocultando parte de mi rostro y a su vez por un poco de calma, masajeando pensativa mi sien.
Toda yo, soy revolución y un cóctel de emociones por lo sucedido, tanto el rechazo del viejo L'Rou como mi atentado con la piedra al hombre de las escaleras.
- ¿Preguntar, cómo te fue, sería incorrecto? - Honor desde su lugar, pero más inclinada para verme me pregunta, sin saber si reír o mantenerse en una distancia prudente de mí.
Y creo que mi rostro, cual sea que tengo, lo dice todo al voltear a ella, exhalando el humo blanco de mi cigarrillo, porque hace un gesto entre triste y preocupación.
- Pero que, imbécil... - Larga desde su lugar en la otra habitación.
Ambas lo estamos.
Permanecemos así.
Honor desde su distancia, notando que está en la labor de cocer algo concentrada y yo, fumando el placentero sabor de la derrota multiplicado por dos de lo que fue este día.
- ¿Qué? - Solo repito por no entender.
Vuelve a sacar medio cuerpo, pero no me mira, solo continúa dando puntadas a lo que sea.
- El que te negó tus obras. - Estira el hilo con su aguja, para volver a clavarlo en la prenda y lo hace con vehemencia siguiendo su dicho, como si el viejo L'Rou en cuestión, fuera lo que cose.
Me hace sonreír, mientras apuñala la tela y apago el cigarrillo.
Suspiro.
- Dijo que no es lo que busca y que me falta algo... - Suelto más desparramada sobre mi silla para mirar el techo, como si las vigas con su madera tuvieran la respuesta del universo o por lo menos de como pintar mejor.
-¡Por Dios! Si eres increíble! - Mi amiga exclama al lado mío.
No la vi llegar y aunque dejó de coser, la blusa con la aguja colgando permanece en sus manos, siendo un manojo por apretarlos con dureza.
Misma energía que emana su lindo rostro por ira.
Palmeo su trasero.
- Tranquila... - Divertida, pese a que no llega a mi alma por frustración. - ...te saldrán arrugas si sigues con tu ceño fruncido. - Quiero calmarla y me mira más feo, dejando sobre la mesa la prenda.
- Me consuelas cuando tú, tendrías que estarlo... - Camina hasta un perchero en busca de su sombrerito. - ¡Pero no va a quedar así... - Prosigue como hablando con ella misma, mientras se lo coloca a un lado de su peinado. - La dirección, Gloria... - Voltea y me pide, chasqueando sus dedos por apuro.