GLORIA
Si me preguntan, no entiendo nada.
Y estoy segura que todo mi ser lo dice.
Emana en un combo perfecto, ya que parte desde mi cara hasta cada célula que me compone.
Lo percibo.
Mi boca continúa dislocada y sin poder gesticular palabras.
Mis pies petrificados.
Y hasta mi piel.
Sí.
Porque lejos de la temperatura normal, siento que quema mucho y no, por culpa del calor de afuera, ya que arde interiormente también, lo siento en mis mejillas.
Como si mi sangre estuviera a punto hervor.
No sé en que momento obedecí al camarero para tomar asiento en la silla que me ofrece, pero me encuentro en ella y del otro lado de Arturo.
Que ahora sí, fijándose en mi presencia.
Me sonríe.
Carajo, huyo de su mirada haciéndolo para otro lado y desahogando mi nerviosismo en asesinar con un dedo, un mechón rubio de mi pelo ensortijado.
Como la noche en el puente de los deseos en nuestra conversación, cual creía que era de una simple empleada de café y un mortal normalito de la humanidad.
¿lo más inaudito?
Arturo como si nada y notando mi silencio extremo y porque dos veces me preguntó y no respondí.
Culpen a los jodidos nervios.
Cerrando la carta de menú, pide por ambos al chico, cosa que tampoco ni idea por procurar procesar todo esto y a su vez, pensar una oración coherente para todo esto.
Pero fracaso, porque mi condenado cerebro no quiere cooperar y hasta creo que cuelga de él, un cartel que me dice no molestar.
Rayos...
- Pedí que trajeran...
- ¿Es una joda, verdad? - Interrumpo con lo primero que cruza mi mente y lo reconozco, sin nada de protocolo.
Me sigue mirando agradable y me incomoda.
En realidad me molesta, porque y no me pregunten el motivo, sé que es sincero.
- ¿Por esto?
Y contrariada le afirmo con mis manos mostrando esta extraña situación.
Cosa que al notarlo, algo le parece divertido por su sonrisa apareciendo, que lo demuestra tras frotarse la mandíbula caviloso.
- Créeme, Gloria. - Hace que lo mire al decir mi nombre por recordarlo. - Aunque imaginé la forma, nunca por como se dio...
¿Qué?