GLORIA
Aplausos.
Bebidas en sus finas copas de cristal y siendo llevadas como ofrecidas a cada invitado, por parte del excelente servicio catering.
Degustación a la par de elegantes bocadillos.
Cuadros exhibiéndose en su mural correspondiente y coronándolo, luces estratégicamente puestas a su alrededor para mayor apreciación de la obra maestra.
Cada consagrado ya pintor de estas, hablando como interactuando con los invitados.
Flashes constantes por el disparo consecutivo del fotógrafo de turno, contratado para la ocasión.
Arthur hablando con cada uno como felicitando, sea la comprador de un cuadro o su autor feliz ante el negocio.
Siempre permaneciendo a mi lado.
No deja de platicar como presentarme y a su vez, él también recibir felicitaciones como buenos augurios por su nueva galería de arte y cuando focalizan en mi persona.
Que y créanme no hace falta mucho para que lo hagan por destacarme ante el alegre color de mi vestimenta, no solo por ser la única mujer que lleva pantalones.
Además, por desafiar los elegantes vestidos que oscilan en el negro, la gama de los grises y pálidos, convirtiéndome sin querer en un espectáculo a la vista, donde muchas mujeres lo hacen desde la cúspide de su nariz social, pero reconozco que muchas focalizan con agrado a mi moda para llamarlo de alguna manera.
Como lo hizo mi persona cuando me escabullí al baño de damas por urgencia de mis riñones y notando a Didier cerca, seguido de avisarle a Arthur.
Que y casi me da un susto al salir del cubículo.
Carajo.
La chica sexy y elegante que visitó Arthur esa noche y que ahora derrocha en su vestido blanco y ceñido al cuerpo, preguntándome como puede respirar y si se puede ser más hermosa.
Retoca apenas sus pómulos mientras yo abro el labial para hacer lo mío en el espejo contiguo.
- ¿Eres Gloria, verdad? - Me dice con su bonita voz, porque hasta eso tiene la mujer.
Y debatiendo entre mis celos estúpidos y la coherencia, opto por lo segundo extendiendo mi mano al girarme a ella.
- Gloria Fuerte, si te puedo servir en algo. - Me presento con decencia.
Y sus lindos labios en forma de corazón y con brillo, se alzan hacia arriba antes de extender su exquisito brazo tan kilométrico como sus piernas, acariciados por unos guantes de seda que superan su largo pasando sus delicados codos.
Sí, resulta que me convertí en poeta ahora admirando la belleza femenina.
- Acacia Brontier. - Aceptando y estrechando mi mano entre la suya con gusto.