GLORIA
No me di cuenta el tiempo que pasó, solo y por girar mi rostro, pero aún inclinada encima de la hoja como sin soltar el grafito hacia la ventana detrás de Arthur que me señala la oscuridad exterior, me indica que la noche llegó.
Pero lejos de alarme eso, un suspiro silencioso y agradable libera mi pecho, mientras dejo descansar un lado de mi mejilla arriba del papel empapado de mi dibujo, para observar en silencio.
Paz.
A Arthur, sentado y muy concentrado detrás de su caballete.
Creo, que tampoco él se dio cuenta de la noción del tiempo, ya que su actitud concentrada.
Por demás hermosa.
Y sin dejar por un instante de pincelar lo acusa, bajo su diestra magistral yendo y viniendo.
Como sus ojos de ese azul intenso y prácticamente sin vida, siguen cada uno de los movimientos de su pincel.
Él ve de otra manera, pienso y ese aire que se instaló en mi pecho desde que lo conocí, ahora siento que fusiona con admiración, ya que en el estudio no es mucha la iluminación por el crepúsculo colmando y locamente yo con todos mis sentidos a pleno, interfiere más mi proyecto.
Sonrío sin dejar de mirarlo en mi postura descansando.
Que él a falta de uno.
Bostezo.
Como la noche que lo vi por primera vez y le llevé el pedido al puente de los deseos.
Otro bostecito se me escapa.
Noche en su totalidad, para Arthur como para este lado del mundo, sin embargo, él podía trasmitir lo que veía con su corazón cuando nosotros con la vista, no.
ARTHUR
Una delgada cobija pongo con cuidado sobre ella que me alcanza Didier al notar que Gloria se quedó dormida.
De pie la observo y por más que me cuesta distinguirla por la poca luz del estudio, cual niego con un gesto a mi amigo que encienda las demás para que no la despierte y en el proceso, intento a mi placer y rogando a mis ojos que me permitan dilucidar lo que contemplo.