GLORIA
- Contratada. - Larga de la nada y me sorprende con mi tercer bocadillo eligiendo.
Esta vez uno salado que y al escucharlo, lo dejo en el plato feliz por costarme tragar de la emoción.
- ¿De veras?
Asiente.
- Necesito una asistente. - Continúa. - Aunque no tengo fecha de regreso a Francia por todo lo que conlleva la galería, quiero a alguien capacitado y de confianza a mi lado.
- Te recuerdo que me rechazaste en cuanto a la valoración y materia del arte... - No me aguanto, sea mi nuevo jefe o no.
- Si que eres directa. - Lo reafirma y sí, para que mentir.
Y sus ojos que no ven, pero para mí, sí y mucho, se depositan con esa calma azul en mis manos sobre la mesa.
- Así como mencioné mi confianza en ti ahora, lo hago en Didier. Su criterio en cuanto a obras puedo asegurar que es plenamente la mía y por mi ceguera, me fío plenamente en él. - Me explica. - Didier aunque negó tus trabajos, sabe que tienes potencial, eres muy buena, solo que te falta encontrarlo, Gloria...
- ¿Puedes ayudarme? - Suspiro esa pregunta.
Más bien es una necesidad.
No me siento mediocre en lo que amo, el arte.
Pero reconozco que por más condición y actitud naciendo conmigo y otro tanto estudiando, no llegué la perfección con la edad adulta que ya tengo, por carecer de recurso económicos para esto último y optimizarme.
- Haremos un trato. - Habla. - Serás mi asistente y mi guía. Debo recordarte que no será fácil, pero nada imposible. Lo que mi salud como negocios demandan y yo, te voy ayudar a encontrar lo que no muestras o representas en tus obras.
Me desinflo.
- Suena a muchas horas y con solo enseñarme, ya me tienes. Se aprendiz del gran pintor Arthur L'Rou es hasta utópico... - Irreal de maravilloso. - ...pero por trabajo en la cafetería, no podría cumplir...
Se pone de pie y lo imito, ya que hace rato finalizamos con la merienda.
Camina la breve distancia de su silla a la mía y sin llevarse nada por delante esta vez.
Llegando hasta donde estoy y asegurando su sombrero en su cabeza, su brazo se abre a modo que lo rodee y comprendo.
Mis manos lo hacen y sensaciones ante su tacto.
Pese a compañía y guía como me pidió, sus pasos al igual que su brazo, mucho poder.
Altivez.
¿Pero la sensación más llamativa y que más me agradó, porque cruzó la frontera hasta el mío?
Es esa siempre calidez y protección, haciéndome dudar mientras caminamos hacia la salida del hotel.
Quién realmente en quién, se apoya y protege de verdad.