26. Cita -Cita(s)

307 23 22
                                    

—No sabes las ganas que tenía de quedar contigo.

Una peliblanca y una pelirroja se sentaron en la esquina de una cafetería, esperando esta vez hace menos presencia en el lugar.

—Yo también tenía ganas de verte... Hace más de un mes que no te veo por la universidad y... entiendo que es por tu seguridad.

—Scarlett... ¿me has echado de menos?

La profesora no sabía cómo ponerse. Aunque se hubiesen estado mensajeando todos los días como la albina prometió, le seguían costando las palabras, y más en persona.

—Bueno... Sí, claro... Pasé de verte casi todos los días a no verte. Alegrabas un poco las noches en la universidad.

Kata no aguantó más las ganas y se lanzó, con más motitivación pero menos probabilidades de caer al suelo, a besar a Scarlett. Demasiado se estaban reteniendo por toda la espera de ese mes y todos los mensajitos, pero el baile con Don't Stop me now  y la revancha de las peleas tenían que esperar un poco aún.

La puerta de la cafetería se abrió, casi siendo un poco pequeña para el hombretón que quería pasar por ella. La chica que lo acompañaba lo llevaba de la mano que no tenía escayolada y le indicó una mesa vacía dónde sentarse.

—Sé que tenemos muchas cosas que hablar, Arlo, pero primero quiero saber cómo estás.

—Preocupado y un poco molesto, no te voy a engañar. ¿Cómo es que has desaparecido todo un mes?

—Problemas familiares y de raices es un buen resumen, no quieras saber los detalles.

—Sí quiero, Cleo. ¿Hice algo mal para que no me mandaras ni un solo mensaje después de ese?

—El lugar dónde estaba no tenía cobertura. Estaba en una zona de la India muy mal comunicada y... bueno, todo lo que podía ir mal fue peor.

Arlo se levantó sin poder evitarlo y abrazó a la chica, la que se dejó hacer. Este le dio un beso en la frente antes de acercar la silla a su lado, cogiéndole la mano para escuchar todo lo que ella quisiera contarle.

La puerta de la cafetería se abrió de nuevo, dejando pasar a un hombre con gabardina y una chica con una buena cicatriz en la mejilla. Se acercaron a la barra para pedir un par de cafés y se sentaron en los taburetes que esta ofrecía.

—Sé que el café de aquí no es tan bueno como el que preparabas tú, pero los dos necesitábamos salir un poco del trabajo.

—Una hora más con esos informes y a mí me habría dado un cortocircuito.

—Por eso tienes que descansar de vez en cuando. Hacer otras actividades. Era esto o... instalar el aire acondicionado... y si hicieramos eso me da que hoy no terminaríamos los informes.

—¿Crees que aquí harán buenas galletas? —preguntó Lucy con la primera sonrisa del día.

—Podemos probarlas —contestó con otra sonrisa Zac.

Por cuarta vez se abrió la puerta de la misma cafetería, esta vez con dos personas discutiendo, una de ellas sacándose el Kojak de la boca para rebatir todos los argumentos de la pelirroja.

—Sylver, Momito es rara, por eso se hace spoiler con la última página. Yo tenía un poco más de fe en ti, pero veo que como siempre la vida me decepciona. Por eso invitas tú al café de hoy.

—Mira que eres dramas. ¿Y a ti qué te importan mis hábitos de lectura? Deja que disfrute de los libros como yo quiera. ¿A qué yo no digo nada de tu café?

—¿Tienes algún problema con mi café?

—Tengo muchos problemas contigo, Sebas, mejor no empecemos la lista.

—Yo sé de uno que podríamos solucionar en mi coche —la pelirroja miró al hombre, el que se había bajado las gafas de sol nada más posar el brazo en la barra, y este le guiñó un ojo. Sylver rodó los ojos y entonces los dos vieron a Zac y a Lucy al lado—. Uy, Sylver, mejor si nos tomamos los cafés en el coche antes de que entren ellos dos.

—Espera... ellos son...

—Sylver, vámonos.

—¡Sebas, necesito el café para aguantarte!

Cuando iban a abrir la puerta, se les adelantaron dos personas que la pelirroja conocía bien. Uno de ellos aguantaba la puerta mientras que su colega pasaba con un cuadro más pequeño que el que llevaba él.

—Sylver, Sebas, ¿cómo vosotros por aquí? —preguntó la chica.

—Bueno, Mita, ya sabes, parece que estemos en una reunión familiar. Por allí está Lucy con su noviete, detrás de ese gigante está la buena de Cleo y allí está fueguito con una pelirroja despampanante. Vaya con Katana, veo que no pierde el tiempo.

—Niko, ¿van a colgar tus cuadros también en esta cafetería? —pasó olímpicamente Sylver de su mentor.

—Sí, Erik conoce al dueño de esta porque Neil estudió con él y eran amigos, así que vio mis cuadros y le gustaron. Mita me está ayudando a llevarlos y me ayudará a decidir dónde colgarlos.

—Si quieres podemos ayudarte. Más bien puedo, porque este lo único que hará es criticarlo todo y quejarse.

—Caramelito, ¿pero cómo me presentas así delante del amigo de mi querida Mita? Mita...—Sebas miró a Cibeles, la que parecía estar fuera de la conversación, mirando fijamente la esquina dónde estaban Scarlett y Kata—. Veo que te ha gustado la pelirroja...

—Sebas, ¿no tienes que ir a por Kojaks?

—No, aún me queda est...

Mita cogió el palo que tenía en la boca y lo lanzó al paragüero.

—Creo que ahora debes ir. Sylver, tú te quedas con nosotros, seguro que tu punto de vista ayuda mucho a Niko.

—Pero... Qué... ¿Quién eres y qué has hecho con mi Mita?

—Sebas, ya has oído a Mita, tira a buscar cafés lejos de Zac y espérame en el coche.

—Mira que tenéis cara las dos. Bueno, sé cuando no me quieren en un sitio. Me voy.

Sebas se fue todo lo diva ofendida que pudo y Niko no pudo evitar reír.

—¿Pero qué le pasa a vuestro amigo?

—Déjalo, le gusta ser el protagonista cuando en realidad no pinta nada aquí.

—Entonces... ¿colgamos los cuadros, tortolitos? —interrumpió Mita un silencio provocado por dos sonrisas tímidas entre Niko y Sylver.

—Claro, seguidme.

Apartaron un par de mesas para pasar los cuadros, golpeando con una silla la puerta del baño cerrada, pero esta se abrió por el mal funcionamiento del cerrojo, revelando en su interior a dos personas ensayando en voz baja una obra de teatro.

—¡Cedric, tío, te dije que esta no era la mejor opción para ensayar!

—Es que la acústica es perfecta aquí, Haku, pero no te distraigas, creo que se acerca el beso...

—Ah no, no me voy a besar de nuevo contigo, tío. ¿Tú sabes lo que pica tu barba?

—Es para el papel, tontorón.

—Anda, cierra y terminemos esto cuanto antes, que me ha parecido escuchar la voz de Lucy.

—¡Voy!

#ADOMCTOBER2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora