30. Tras el velo -¿una simple travesura?

162 12 0
                                    

(Atención: hay un minispoiler del #ADOMween, y sigo flipando con ese momento)

—Venga, Momito, que esto pesa mucho.

—Ay, Sebas, eras tú quién quería hacer esto...

—Sí, sí, corta ya el velo, que me estoy quedando sin circulación en las manos y las necesito para... eres demasiado pequeña para entenderlo, Momito.

—¡Sebas, eres un guarro!

—Nada que Katana no haya hecho con su pelirroja.

El telépata se giró hacia las dos chicas que los acompañaban, guiñándole el ojo a su amiga.

—¡Sebas! —la peliblanca quiso darle un golpecito en el brazo, pero se acabó liando con su capa y se cruzó de brazos—. Bueno, yo por lo menos lo hago.

—Auch... Kata, eso ha dolido... Pero más dolió el rechazo de tu hermano en Halloween.

—Momo, vamos tras el velo de una vez, por favor —imploró Sylver acercándose a ella.

La joven cortó el velo con dos tajos en cruz y los ojos cerrados, esperando a que los tres pasaran antes que ella. Al hacerlo, pasó y cerró rápidamente los cortes, recibiendo una botella de agua de Kata, la que bebió a toda prisa.

—Vale, Sebas, ya estamos al otro lado del velo. ¿Por qué nos has llevado aquí?

—Sylver, hace tiempo que no hacemos ninguna travesura.

El hombre avanzó por la esplanada de tierra en la que habían aparecido con el paso acelerado. Sylver avanzó siguiendo a Sebas mientras rodaba los ojos. Era demasiado tarde para volver. Kata guardó la botellita en la mochilla de Momo y los siguieron un poco atrás, por suerte, el telépata dejó las bolsas que llevaba en un acantilado cercano y se arrodilló observando a la lejanía.

Sylver llegó poco después, carraspeando mientras veía a Sebas con unos binóculos. Este se giró aún mirando a través de ellos y le agarró de la pierna del pantalón, indicándole que bajara como él. La pelirroja bajó hasta el suelo con lentitud, tanta que incluso Momito ya estaba tumbada como Sebas al hacerlo.

—¿Qué estamos mirando?

—La nada.

—¿Y por qué miramos la nada?

—Porque vamos a hacer un festival en esa nada.

—Sebas...

—Kata...

—¿Qué estamos haciendo nosotras aquí?

—Tengo explosivos y necesito que muchos bichos acaben en ese lugar.

—Dime que no somos los bichos —dijo Kata con miedo.

—No, mujer, esto te va a gustar, será como en los sims pero sin polvo. Ya verás qué divertido.

—Sebas, podrías preguntar si nos queremos apuntar a tus travesuras.

—¿Para qué? Kata es una pirómana, así que se apuntaría, aunque no te acercarás a todo esto en ningún momento porque soy demasiado guapo para morir. Momito debe llevarme de un lado al otro del velo, y tú debes plantar la trampa. Además, no podía traer a Cleo. Kata tiene una capa contra la oscuridad, pero si traigo a Cleo con su poder para atraer a los hemóforos y le pasa algo Charles me mataría y me arruinaría la fiesta.

—¿Y Lucy?

—Lucy ahora es la jefaza de inteligencia, literalmente eso significa "fastidia planes de Sebas".

—Sí, porque se nota que inteligencia no tienes.

—¿Por qué siempre recibo yo? Métete alguna vez con Momito, Sylver.

Pandora y Sebas se miraron, él aún mirando a través de los binóculos. Ella lo miró mal y el telépata susurró un perdón.

—Bien, Caramelito, pilla la bolsa blanca y sígueme. Momito, nada de tocar la bolsa negra, que nos conocemos. Kata, vigila la bolsa negra, si toca la bolsa me enteraré porque te leeré la mente y le diré a Mita todo lo que le haces a la pelirroja.

El telépata salió corriendo colina abajo para rodear el acantilado y evitar cualquier golpe por parte de la sacerdotisa.

—¡Sebas!

—¡No te oigo! ¡Estoy cargando un par de explosivos!

Sylver volvió a rodar los ojos y lo siguió sin más remedio. Kata se acercó a Momo, escondiendo la bolsa negra debajo de la capa y vio como Sylver, alentada por Sebas a acelerar el paso, caía de morros en la tierra. El telépata rio a carcajadas tan fuertes que incluso las chicas pudieron escucharlo.

—Sebas hará que todas muramos algún día. Al final tenías razón, no te matará la maldición de Sol.

—Si no fuera porque Sylver está allí, te diría de volver a Umbra.

Las dos se miraron y asintieron antes de volver la vista al grupo de travesuras en acción.

A Sebas no le importaba hacer ruido, de hecho lo prefería. Cuanto antes se empezaran a acercar los bichos, antes podrían abrir la bolsa negra. Colocaron los explosivos y al ver cómo algunos amantes de la sangre se acercaban por el ruido, Sebas gesticuló algo animadamente a Sylver, la que hizo una runa en el centro y salieron corriendo de vuelta al acantilado.

—¡Ahora Katana! —gritó Sebas al oír la alarma de la runa, asustando a las chicas.

—¿Ahora qué? —preguntó demasiado alto y con las manos en las orejas. La pequeña imitaba todo lo que hacía, estremeciéndose con el mismo dolor aunque no lo sintiera.

—¡Tira una bola de fuego o enciende la mecha para que eso explote!

—¡Sylver, apaga la alarma!

—Lleva 3 segundos apagada, Kata.

La peliblanca retiró sus manos de las orejas lentamente, dándose cuenta de que era verdad. Miró a Momo, la que la miraba muy atenta a todos los movimientos que hacía. Levantó la mano y de esta salió una bola de fuego como si fuera una flor de fuego de Super Mario. Impactó contra un hemóforo que estaba justo encima de la runa de Sylver. El bicho diró unas cuantas vueltas sobre si mismo mientras se encendía y acabó tocando una de las mechas que Sebas había colocado, haciendo que todos los hemóforos que miraban a su compañero gruñir y se habían acercado a ver esa cosa brillante explotaran en una lluvia de pólvora, fuegos artificiales, sangre y mucosa viscosa que casi llegó al acantilado.

—¡Wow! ¡Pues ha funcionado a la perfección! No estaba seguro que la mucosa de esos sapos sangrientos se fuera a incendiar con tu fuego, pero lo ha hecho.

—Ya has explotado unos bichitos, ¿ya estás contento? —preguntó Sylver, asqueada.

—En realidad había sobrepoblación de hemóforos. Unos bichos pillan más que yo, lo que hay que ver... Momito, ya puedes prepararme un té de loto azul.

Pandora levantó la capa de Kata cogiendo la bolsa negra y empezó a sacar un juego de té y varias cajas con dulces y algunos puddings. En seguida ofreció uno a Kata, la que seguía un poco en shock.

—¿Sabíais que cerca de aquí hay una guarida de hemóforos y que guardan una de tesoros que ni la cámara acorazada del Buckingham palace? Y teniendo en cuenta que estamos en territorio usado por Kosmos... es muy probable que todos estos tesoritos brillantes sean suyos...

—Sebas... ¿Nos has llevado a una misión sin informarnos? —preguntó Kata, cruzándose de brazos mientras Momo servía una taza a Sylver, recordando que todas eran prodigios menos él.

—No. Os he llevado a hacer una travesura que nos puede servir como información valiosa para una futura misión peligrosa en la que sabemos que puedes sernos muy útil, y de paso vamos a tomar el té.

—Mi té aquí no está mal visto porque nadie nos ve.

—Exactamente, Momito. Caramelito, ¿me pasas el azúcar? Tú me amargarías más el té que endulzarlo por mucho caramelito que seas.

Sebas le guinó el ojo mientras ella lo hacía. Momo sirvió 5 tazas y una se quedó sin beber, pero pasaron unos 5 minutos antes de tener que volver sí o sí a Umbra pensando en la jugada del telépata.


#ADOMCTOBER2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora