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antes de empezar quería decir:

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El martes había llegado

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El martes había llegado.

Baji habia sido arrastrado por Mitsuya en la tarde, quien lo había pasado a buscar de la universidad, a la casa de Mikey y Draken.

— Tan temprano y ya andan molestando. — dijo el de cabello largo.

— Callate, necesitamos ayuda para terminar de limpiar aquí y tú eras el único que iba a estar descupado.

Manjiro se paró frente él con el ceño fruncido, y en sus brazos llevaba una pila grande de ropa que claramente identifico como la de él.

— Y por qué hay tanto desorden. — cuestionó con cara de asco mientras tomaba del piso un boxer de iron man.

— En realidad ayer junto a Kenchin habíamos organizado todo para que quedara listo, pero...

— Pero...

— No encontraba mi mantita. — terminó la frase modulandola con rapidez, siendo inentendible para sus amigos.

— ¿No encontrabas qué? — volvió a interrogar el de cabello largo.

— Mi mantita. — respondió de nuevo en susurro, provocando una cara de molestia en Keisuke.

— DILO ALTO, NO TE ESCUCHO.

— MI MANTITA, NO ENCONTRABA MI MANTITA, SORDO DE MIERDA.

— ¿TODAVÍA TIENES ESA MIERDA? PENSÉ QUE TU HERMANA LA HABÍA TIRADO CUANDO TENIAS 17.

— Y lo hizo, pero la saqué de la basura.

— No puede ser Mikey. — Dijo Mitsuya con un pedazo de tela bastante deteriorado en sus manos.

— LA MANTITA.

Mikey corrió y la arrebató de Mitsuya, abrazándola y corriendo hacia su habitación para, probablemente, dejarla en un lugar seguro para no perderla más.

Ambos se miraron y se encogieron de hombros, no entendiendo la situación del momento.

La tarde fue pasando y por fin el hogar de sus amigos había quedado en orden.
Poco a poco empezaron a llegar los demás. Draken fue el primero, quien llegaba de trabajar y luego de él llegaron Kokonoi, Kazutora y Hakkai; ambos peleando en el camino por lo que iban a cenar.

Si le preguntaban a Baji cómo se sentía, él contestaría que relamente no estaba nervioso. Se sentía tranquilo y estaba pasando un grato momento junto a sus amigos, jugando videojuegos y charlando.

Nop, definitivamente nada ni nadie podía perturbar su paz.

— Oigan, están tocando el timbre, vayan a abrir.

Bueno, quizás eso podía perturbarla.

Manjiro fue a abrir la puerta, encontrándose con los demás invitados de la noche; sonriendo gratamente, saludandolos uno por uno los dejó pasar a su queridísimo hogar, diciéndoles que se sientan como en su propia casa.

HATE TO LOVE | bajifuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora