Capítulo 29. Vacaciones de invierno.

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— ¿Cuántos abrigos más puedes necesitas? —preguntó Sirius.

     Priscilla ignoró el tono del chico y metió los brazos en las mangas del suéter verde que había escogido. Debajo llevaba una camiseta de mangas largas, y por encima se colocó su abrigo de invierno, que era perfecto para mantenerla caliente.

—Solo porque estás acostumbrado a vagar por el bosque a media noche es que te llevas tan bien con el frío —negó ella, guardando sus cosas en los bolsillos internos—. Ya, anda.

     Sirius apoyó las manos en el sofá donde estaba sentado y se impulsó para ponerse en pie. Lo único que necesitaba, su varita y billetera, estaban dentro de los múltiples bolsillos de la  gabardina negra que había adquirido, de un material muy reluciente y costoso. Sirius tenía un gusto especial por la ropa; sólo esperaba que éste, y sus otras extravagancias, no terminasen por llevarlo a la ruina.

     Salieron de la casa de Priscilla y enfilaron camino hacia el centro de Londres. Mientras que los padres de la chica estaban en el trabajo, su abuela custodiaba el lugar día y noche; múltiples hechizos protectores le facilitaban la tarea. Serena no veía con buenos ojos que, en tanto conseguía hogar, Sirius se quedase en la casa, sobre todo por quién era su familia y las ideologías que seguían; pero Priscilla logró convencerla asegurando que Sirius se iría antes de finalizar el año. Después de todo, era Serena quien cuidaba a sus padres y para ella resultaba vital mantenerla contenta. 

      Hacía menos de una semana que habían comenzado las vacaciones de invierno, y poco antes de eso fue que el baile de navidad en que Priscilla descubrió los secretos de los chicos tuvo lugar. Sólo tuvo un día para fingir que no sabía nada, pero esperaba que las cosas siguieran su curso al volver a clases; si los chicos habían estado en aquellas andanzas por más de un año, nada iba a cambiar ahora que ella estaba enterada. Resultó todo un espectáculo informarle a James que Sirius se quedaría en casa de Priscilla durante las vacaciones, y aún más difícil fue convencerle de que era solo para buscar hogar.

     Después de tomar el metro, ambos jóvenes se dirigieron a la dirección que planeaban visitar ese día. Era lo bastante céntrica como para resultar cómoda y al hallarse en un edificio algo antiguo, el alquiler no era demasiado costoso. Llevaban recorridos ya varios arrendamientos, pero ninguno que convenciese a Sirius. Priscilla tenía un buen presentimiento sobre éste, sin embargo. Con una sola habitación y un estudio donde pudiese dejar fluir su extravagancia, le iría bien. 

     El arrendador resultó un señor de unos cuarenta años, que tuvo un cigarrillo encendido durante todo el recorrido y a quien parecía no importarle mucho lo que sucediera con aquel piso. Aunque de paredes oscuras, alfombras llenas de polvo e iluminación lúgubre por lo sucio de las lámparas, dos magos talentosos podrían devolverle el brillo con unos cuantos hechizos y una buena poción desengrasante. Además de las dos habitaciones, poseía una sala con pequeñas ventanas que Sirius planeaba ampliar, y una acogedora cocina de pasillo muy estrecho. 

     No hubo mucho más que decir. Sirius acordó recibir el contrato por correo y comenzar a mudarse el lunes siguiente; de arrepentirse siempre podría realizar un hechizo desmemorizador al muggle, dijo él, antes de que Priscilla señalase lo prohibido que estaba eso.

—Ahora ¿Por qué no vamos a tomar un poco de vodka? Ya que no nos hemos escapado a un bar...

—No tenemos los dieciocho aún , Sirius.

—Ya, pero existen bares de magos en el centro de Londres, por supuesto —De pie a las afueras del edificio, Sirius terminó de colocarse su abrigo y tomó a Priscilla de la mano—. Incluso tiendas de tatuajes. Ya que aún tenemos esa deuda pendiente... ¿Ya decidiste algo?

Friends [SIRIUS BLACK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora