Capítulo 24. Libre como el aire.

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     Priscilla se encontró a la profesora McGonagall cuando subía a la lechuzería a dejar la carta de su abuela.

     La bruja estaba para sobre un trozo del suelo extrañamente limpio, y miraba a través de las ventanas hacia el cielo nuboso de Hogwarts. Con su sombrero puntiagudo adornado con una reluciente tira de cuero y hebilla, y la impecable túnica magenta cuyas extremos levitaban para no tocar el suelo, era difícil que la bruja no resaltase en el paisaje que resultaban las lechuzas volando de aquí para allá y los restos de frutos secos y carne masticada en el suelo. 

     Por inercia, Priscilla se llevó la mano a la espalda para ocultar la carta. Lo último que quería era que su profesora de Transformaciones y Jefa de Casa supiera que estaba planeando dejar el colegio. 

     Nadie lo sabía, en realidad. Ni Sirius, o Marlene, que la había encontraron a mitad de escritura... Todos sus amigos habrían perdido la cordura de saber lo que se estaba planteando. De cualquier manera, y aunque hiciera a su corazón doler, Priscilla no estaba interesada en escuchar sus opiniones o consejos. Su única prioridad en aquel momento eran sus padres. 

—Buenas tardes, profesora —la pelinegra inclinó la cabeza en modo de saludo.

     McGonagall se giró al oír el saludo, demasiado serena, casi como si la hubiera estado esperando. Era una bruja muy guapa y de aspecto imponente. Le recordaba en cierto modo a su abuela, aún cuando se llevasen quince años de diferencia.

—Floyd —la profesora correspondió su saludo— ¿A punto de enviar una carta, me imagino?

     Priscilla tragó saliva, y sin emitir palabra alguna, asintió con la cabeza. 

     McGonagall la evaluó con sus ojos oscuros, tan severos como debían ser los de un profesor. 

—Tal vez quieras escuchar un mensaje que tengo para ti, antes de enviar aquello que escondes tras la espalda.

— ¿Profesora...? —Priscilla sintió que su corazón bajaba hasta sus pies y luego no volvía a su lugar. 

—Sin poder explicarte el pasado o las razones, he de confesar que conozco a tu abuela desde hace muchísimo tiempo. Aunque no apruebo su decisión de apartarse dle mundo mágico, reconozco sus habilidades y valentía. Y ella tiene algo para decirte. 

     Priscilla se dejó caer contra la pared junto a la puerta— Ay, por Merlín. 

—Sé que los jóvenes os creéis que lo sabéis todo, que podéis enfrentar el mundo entero vosotros solos y salir victoriosos. Como profesora, sé que para todos los alumnos, es frustrante la tragedia de los Warren y la situación que está desatada fuera de las paredes de este castillo ...

—La guerra —le corrigió la chica, apretando los labios.

—Sí, la guerra —coincidió McGonagall, algo renuente—. Pero como profesora, también es mi deber recordaros que estas responsabilidades no son vuestras, así como señalaros las mejores vías para contribuir a la situación.

     Priscilla apretó los labios, conteniendo el impulso de poner los ojos en blanco— ¿Estudiando y preparándome en el colegio?

—Así mismo, Floyd. Y volviéndote una mejor persona, aprendiendo a reconocer qué está mal entre los magos oscuros para saber porqué vas a pelear contra ellos —continuó la profesora—. Sé que no puedo apartar las preocupaciones de tu mente, así como tampoco puedo pedirte que te quedes sentada a esperar que el plan del Ministerio funcione. Y también lo sabe tu abuela. Sin embargo, ninguna de las dos está dispuesta a permitir que abandones el colegio, aún cuando tus intenciones sean comprensibles.

Friends [SIRIUS BLACK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora