Trece

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Harriet miraba su teléfono despreocupada cuando Alice se acercó a ella.

— ¿Ya me vas a decir que es lo que está sucediendo? —preguntó mirando a la morena.

— Alice —se aclaró la garganta—, ¿recuerdas al hombre que me abandonó en el hospital?

— Claro, el amor de tu vida.

— No digas eso —Harry reprendió y la otra chica asintió—, bueno, ese hombre está sentado ahí en frente.

Alice levantó la mirada encontrándose con Robert sentado en un escritorio y escribiendo algo en su teléfono.
La mujer se llevó las manos a la boca y volvió a mirar a Harry. 

— ¿Es él? ¿él es el idiota que se fue?

Harriet se quedó callada. ¿Era él el idiota que se fue?
Durante años había aprendido a odiarlo, imaginarlo como la peor persona existente. Pero ahora que lo tenía en frente. Otra vez era el dulce hombre atento, cuidadoso y dedicado del que se había enamorado. ¿Era una máscara? ¿Si la había abandonado por qué estaba siendo tan insistente en hablar con ella? 

Robert levantó la mirada encontrándose con la de Harry. Ojos tristes y cansados. Seis años de duelo para encontrarse que su amor estaba viva pero ya no lo amaba. El hombre se levantó y caminó hacia el escritorio de su amigo.

— Dios, que pequeño es el mundo —dijo Alice acomodándose en su silla—, de haber sabido que ese era tu amor perdido jamás hubiera aceptado que saliéramos a comer los cuatro.

— ¡¿Hiciste que?! —preguntó Harry al borde de la histeria.

— Oye oye, no te estoy obligando a ir, pero Lee, su amigo lo sugirió. 

— No iré.

— Está bien, no tienes que —le sonrió tratando de calmarla—, yo tampoco iré, le cancelaré.

— Aguarda —habló Harry—, ¿Tú quieres ir no es así? —Alice negó con la cabeza rápidamente—, iremos.

— Harriet...

— Hey, ese hombre no tiene el poder de mi vida —sonrió—, él no me controla y nada de lo que hago es conforme lo que él hace. Si me perdió una vez es su problema, no el mío.

Alice sonrió.

— Así se habla, chica.




Alice hablaba animadamente con Lee en el asiento delantero mientras Robert y Harriet estaban en silencio detrás. Harriet miraba las calles. Robert la miraba a ella de reojo.

— Que mágico lugar es Londres —habló Lee en el asiento del copiloto y Robert deseó estamparlo con algo por ponerlo en esta situación.

— ¿Verdad que sí? —Alice conducía—, cuando llegué recién de Pensilvania todo era tan mágico que no me pasaba ni un día en casa con Harry. 

Harry le sonrió, en verdad le ponía feliz recordar cuando apenas se conocieron. Le ponía mal recordar que había sido justo después de que Robert se hubiera ido. Y ahora él estaba a un lado callado como perro regañado.

Lo miró y él le correspondió la mirada.

— Siempre he querido vivir aquí una temporada —siguió Lee haciendo que Harriet rompiera el contacto visual—, solo que me parece lo más difícil del mundo abandonar lo que amo en Nueva York.

— Deberías aprender de Robert —soltó Harriet sin pensar.

Todos la miraron. Robert la miraba fijamente mientras que Alice y Lee solo le dieron una rápida mirada por el retrovisor.

— ¿Disculpa? —preguntó Downey mirándola expectante.

— ¿Qué? ¿Vas a negar lo que hiciste?

— Harry... —advirtió Alice mientras la lluvia comenzaba a caer.

— ¡No, es que tú te fuiste y me dejaste ahí preguntándome qué estaba tan mal conmigo para que me dejarás así! —gritó la chica con un nudo en la garganta.

— ¡Yo jamás te abandoné, Harriet! ¡Y no hay nada malo contigo! —la voz de Robert resonó con autoridad, Alice y Lee se encogieron en sus asientos.

Alice tomó con fuerza el volante por la fuerte lluvia que caía como costumbre. Lee la miró transmitiéndole calma.

— ¡Deja de mentir, Downey! ¡Eres un maldito mentiroso!

— ¡No estoy mintiendo, jamás te hubiera dejado ahí sola por mi deseo propio!

— Chicos por favor —suplicó Lee.

— ¡¿Y por qué te fuiste?!

Robert tomó aire, era ahora o nunca.

— Harriet me fui porque...

Fue interrumpido por un ruido demasiado fuerte y un movimiento brusco. Habían chocado. El sentimiento que habían tenido en su pecho hace seis años volvió.

— ¿Están todos bien? —preguntó Lee. Alice asintió. Pero los otros dos no estaban bien. Estaban reviviendo recuerdos.

Harriet respiraba con dificultad y sus ojos estaban cristalinos. Robert la miró y se soltó del cinturón de seguridad para tomar su cara entre sus manos.

— Harry —su voz era dulce—, Harry estamos bien, no sucedió nada, estás bien —la mujer lo miró a los ojos.

Esos ojos que debió haber visto al despertar. Esos ojos que vio cuando perdió el control del auto y todo se arruinó. Esos ojos que amaba. Sus ojos.

— Harry, estoy aquí contigo —las lágrimas se resbalaban por las mejillas de Robert—, debí estarlo antes lo siento
mucho. Lo siento mucho —sollozó y bajó la mirada—, lo siento mucho, Harry, debí haberte cuidado mas, lo siento mucho, perdóname.

Y así a murmullos suaves. Harriet lo abrazó. Llorado los dos y haciendo lo que debió haber ocurrido seis años atrás. Sus cuerpos encajaban perfectamente y como piezas que se extrañaron, se reconocieron al instante.

El abrazo que necesitaron por más de seis años al fin había llegado.

Todo lo que dejaste atrás [Robert Downey Jr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora