Siete

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Robert.

Recogí mi maleta y observé cómo Londres me recibía con la lluvia más trágica que había presenciado en mucho tiempo. Sentí que mi pecho se encogía pero guardé mis sentimientos una vez que Lee se acercó a mi con su propio equipaje. 
Me miró con curiosidad pero después de un rato se rindió y me dejó saber que la editora con la que nos veríamos hoy había cambiado los planes para otro día.

Suspiré, podía ir a ver a Harry hoy mismo.

— Ni lo sueñes, Downey —como si hubiera leído mis pensamientos, Lee me señaló amenazante—, necesitas descansar ya, ocho horas en el avión no nos tienen bien —desvié la mirada, no me importaba, iría a verla hoy mismo—, Robert, mírame —se acercó—, mira la lluvia, vamos, Bob, son las seis de la tarde, puedes ir mañana a primera hora, vamos a instalarnos en el hotel y mañana yo mismo iré contigo a verla —dió dos palmadas en mi pecho y comprendí que mi amigo tenía razón, necesitaba descanso y no estaba mentalmente preparado aún.

Asentí y mi amigo suspiró aliviado, caminamos juntos hacia la salida del aeropuerto y pidió un taxi que se detuvo en el momento exacto.

— Sabes, podemos ir a un bar a tomar algo, creo que lo necesitas —lo miré con las cejas alzadas—, vamos, por los viejos tiempos, ¿recuerdas en la universidad cuando tú eras el divertido? Vamos hombre, te has vuelto un ermitaño, vamos un rato.

— Lee, no soy un ermitaño, solo... —me quedé callado, hace seis años hubiera tenido una respuesta inquieta y burlona, ahora, ni siquiera tenía una respuesta concreta.

— Ya volverás a ser tú —me regaló una sonrisa.

Dió sus indicaciones al chofer y continué callado en el trayecto, mientras Lee hablaba y hablaba sobre lo importante que era lograr que esta editora nos patrocinara. Me importaba un carajo la editora, solo venía a Londres por una cosa y ahora mismo la lluvia y mi hiperactivo compañero me estaban deteniendo.

El auto frenó de golpe evitando golpear a otro y mi respiración comenzó a acelerarse, Lee lo notó. Estaba teniendo un ataque de ansiedad, solía pasarme seguido después del choque.
El auto siguió avanzando de forma natural pero yo no era capaz de controlar mi respiración.

Sentía que mi corazón latía tan rápido que iba a salir disparado, mis manos y todo mi cuerpo comenzaron a temblar y entonces cerré los ojos e intenté calmarme como siempre lo hacía, con recuerdos.

Es el mejor regalo que alguien me ha dado jamás.  

Mis ojos estaban cerrados y me concentré en lo hermosa que se veía el día que fuimos a ver la ciudad en la noche. Traté de recordar todos los detalles, su cabello, su sonrisa, el brillo de sus ojos, su voz tan preciosa y tan emocionada, su cara mojada por la lluvia que nos empezaba a abrazar. Recordé haber bailado con ella bajo la lluvia y me calmé, volví a ese lugar donde fui feliz y nada me dolía, donde todo brillaba y donde yo era la mejor versión de mi mismo.

Abrí los ojos y estaba completamente calmado, Lee me miraba expectante pero con una ligera sonrisa de lado, me hizo una seña con la cabeza, habíamos llegado al hotel.

Bajé del auto y tomé mi maleta, corrimos a la entrada y a pesar de ser solo unos metros, el agua que caía del cielo los mojó lo suficiente para saber que el diluvio iba con fuerza. Caminé junto a Lee y me explicó rápidamente dónde había cada cosa cerca de esta parte de Londres, él había venido antes y yo durante seis años había rechazado cualquier salida del país.

Mis calcetines se habían mojado y eso me ponía de mal humor, aunque según Lee, todo me ponía de mal humor, por supuesto que no era cierto, pero el agua dentro de mis tenis me hacía molestarme bastante, así que lo primero que hice al entrar a mi habitación fue quitarme los zapatos y toda la ropa para meterme en un pantalón deportivo y ponerme otros calcetines. Hacía frío, y entré a la cama acurrucándome sólo, como ya estaba acostumbrado, aunque ahora ni siquiera tenía a Alfie cerca para que se subiera a mi cara a mitad de la noche.

Tocaron a mi puerta, sabía que era Lee, lo ignoré descaradamente e insistió.

— Downey, no seas apático, iremos al bar.

— Ya me puse la pijama —respondí rezongando, no quería salir.

— Te lo perdonaré esta noche, porque estás cansado y necesitas pensar muchas cosas, pero mañana me acompañarás.

— Palabra de Boy Scout —escuché su risa del otro lado de la puerta y sus pasos alejándose.

Di una respiración muy profunda y después cambié de posición mirando al techo. Recordé, como todas las noches, a mi chica, su sonrisa, sus besos, sus caricias, a veces podía evitar pensar en ella en un largo tiempo, pero ahora estaba en su patria. Y parecía que en cada persona que pasaba frente a mi vivía su esencia, su acento inglés, parecía que todos lo habían robado, sus maneras educadas y calculadoras las había visto en el chico que nos dio la llave de nuestra habitación. Ella vivía en cada parte de mi ser y pensamientos. Y de nuevo, la extrañé y deseé tenerla conmigo una vez más, decirle que la amo y que mi vida sin ella no ha sido nada.

Y una vez más, en la oscuridad de mi habitación y el ruido que hacía la lluvia en la ventana, me permití llorar por ella y por lo que pudimos haber sido y no fuimos.

Todo lo que dejaste atrás [Robert Downey Jr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora