Harriet.
Lo miré mientras intentaba contar las suficientes libras para pagar las manzanas que estaba comprando. Le presté atención y me dejé llevar por sus movimientos y expresiones fluidas.
Estaba más canoso. Alguna que otra arruga se cruzaba por su frente, me di cuenta que durante los seis años de nuestra separación él había estado demasiado tenso. Me fijé de nuevo en las canas que adornaban los costados de sus sienes. Me permití fantasear con ellas. Le quedaban bien y lo hacían ver más sexy.
Observé sus manos tomando el cambio que la señora le extendía con amabilidad. Esas manos que me volvían loca.
No me había dado cuenta cuanto lo había extrañado hasta que lo tuve frente a mi de nuevo.
Me miró y me sonrió orgulloso de sí mismo como un niño pequeño que ha logrado seguir las órdenes de su madre al pié de la letra.— Lo logré —llegó a mi lado con emoción—, no entiendo muy bien cuántas libras son un dólar o cuántos dólares son una libra pero creo que lo hice bastante bien. Además la señora dijo que soy un muchacho muy guapo.
— Bueno, muchacho yo no sé, pero guapo sí eres —me burlé y él se acercó a mi abrazándome por la cintura.
— Bueno pero este viejo te da lo que quieres y te deja muy satisfecha —susurró en mi oído.
— ¡Robert! —lo alejé fingiendo enojo y él carcajeó.
Me tomó de la mano y continuamos caminando por el pequeño mercado que se mostraba por la calle. Podían pasar diez mil años y yo seguiría enamorada de Londres. Y de Robert.
— ¿Necesitamos algo más? —miró su reloj—, ¿Apenas son las ocho? —se sorprendió.
— Bienvenido a Inglaterra —le informé y él sonrió. Sabía que amaba mi acento inglés—. País donde oscurece a las 10 pm. y el sol está trabajando desde las 5 am.
Continuamos caminando hacia mi casa. Me pregunté que pasaría ahora. Me sentía rara por estar de repente de nuevo con él después de tanto tiempo. Tenía odio por quien fuera que le dijo que yo había muerto. Muchas cosas pasaban por mi pero lo que tenía perfectamente claro es que jamás sobreviviría si él se fuera de nuevo.
Entramos a mi casa y dejamos las cosas en la mesa de la cocina. Ethan llegó a nuestro encuentro.
— ¿Cómo están?
No esperé ni un momento y lo abracé con todas mis fuerzas. Sabía que él había sido el que había dejado esa carta en mi cama.
Y entonces entendí.
Supe quien había hecho todo esto.
La persona que me había querido juntar con Daniel Cappleman.
Mi padre.
— Ethan... —le susurré una vez que Robert había salido un momento—, ¿fue papá?
Mi hermano asintió con dolor.
— ¿Por qué? —comencé a llorar.
No entendía por qué un padre le haría eso a su hija. Quitarle de esa manera al hombre que ama. Había odiado a Robert por todo este tiempo y jamás había sido su culpa. Había sido mi propio padre. Mi héroe de la infancia. Mi papá.
Lloré en el hombro de mi hermano de la desesperación y de la decepción que sentía en ese momento. Me parecía la traición más grande que alguien me hubiera hecho. Mi papá.
— Harry, no sé por qué... pero estuve igual de enojado que tú. Es lo que traté de decirte en el cumpleaños de Alan, es lo que vine a decirte. Sé que es horrible escuchar que nada de lo que creíste por casi siete años es real. Robert te buscó en un panteón tan solo al llegar de Nueva York —lo miré impactada. Robert me había buscado incluso aunque pensara que yo estaba muerta.
— Ethan fui tan mala con él. Fui una desgraciada —lloré y esta vez fue más fuerte.
Robert entró apresurado y su mirada se suavizó cuando me vio llorando en el hombro de mi hermano.
— Dios mío Robert —me lancé hacia él—, lo siento tanto, no mereces esto. No merecías que yo te hablara así. No merecías que Daniel te hiciera todo esto —miré todos los golpes que aún tenía—. Dios santo me siento asqueada por mi misma. Me acosté con Daniel ese día.
Robert me miró sorprendido. Nadie podía odiarme más de lo que yo lo hacía. Y después la sorpresa de Robert cambió a una cara de enojo. Me lo me merecía.
— Jamás vuelvas a decir que te sientes asqueada por ti misma —lo miré con duda—, lo que hayas hecho mientras yo no estaba y mientras tú creías que yo era alguien que te abandonó no te define en quien eres ahora. Te conozco Harriet Darcy. Quizá hayan pasado años pero tu mirada sigue brillando cuando te miro a los ojos y te puedo firmar donde sea que ese Daniel jamás te hará sentir así.
Su voz era demandante. Fuerte. Molesta. Estaba molesto por lo qué pasó con Daniel. Estaba celoso. Pero nunca dejaba de respetarme y tratar de entender mi posición.
— Estamos empezando de nuevo y no me voy a detener a pensar en un idiota —me dijo encogiéndose de hombros.
Lo abracé con fuerza.
— Perdóname por no escucharte antes —sollocé con la frente en su pecho y lo escuché reírse.
— Corazón —su mano me tomó por la barbilla y me obligó a mirarlo a los ojos—. Tú y yo no tenemos nada que perdonarnos.
— Hablaré con mi padre —informé con seguridad y vi el miedo de Robert asomarse entre sus pupilas—. Estaremos bien.
— Harry no hace falta. Podemos olvidarlo y ya —sugirió nervioso. Odiaba que mi padre le hubiera hecho eso.
— No mereces lo que te hizo —acaricié su rostro—. Vamos a estar bien —le repetí y entonces él asintió.
Mi padre había perdido mi confianza y aunque a mi me dolía como si me arrancaran el alma. No podía dejarlo pasar. Lo que hizo no sé lo perdonaría a nadie; ni a él.
Pensé en mamá. Mamá jamás hubiera dejado que esto pasara. Mamá hubiera amado a Robert. Si mamá estuviera aquí probablemente Robert y yo jamás hubiéramos estado alejados y quizá hasta dos hijos tendríamos. Mamá sabría que hacer en esta situación, me abrazaría y me acariciaría el cabello en silencio. Pero su silencio me daría paz y sus manos me sanarían los seis años de dolor. Extraño a mamá.
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Todo lo que dejaste atrás [Robert Downey Jr]
FanficSegunda parte de "Delgada Línea" ¿Qué pasa cuando la persona que te prometió jamás dejarte te deja sin mostrar un poco de arrepentimiento?