Veintiuno

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Harriet.

Me meto al auto antes de que la lluvia logre arruinar completamente mi ropa. Suspiró y enciendo el auto. Miro mi teléfono y reviso si tengo mensajes. Uno de Robert.

"Voy a ir a mi departamento más temprano y si quieres voy a tu casa con una increíble película".

No puedo evitar sonreír ante la idea de ir a su casa a ver una película. Sabía que había un 99% de probabilidad de que viéramos Gladiador de nuevo pero aún así me encantó el hecho. No contesté en el momento. Decidí que antes de que Robert llegara a mi casa me cambiaría de ropa a algo mucho más cómodo y después poder ir con él.

Di la vuelta en mi calle y llegué frente a mi casa. Fruncí el ceño. Había un auto gris aparcado en mi lugar. Mi corazón se salió de control porque sabía a quien pertenecía. Pertenecía a ese ser que no quería ver.

Me bajé del auto y cerré la puerta con decisión. Respiraba entrecortadamente y con dificultad. Abrí la puerta de mi casa y lo vi sentado en el sofá viendo un partido de rugby.

— ¿Qué haces aquí? —fue lo primero que me salió y mi padre me sonrió.

— Harry, al fin llegas, me preocupé por la lluvia —se levantó a abrazarme y di un paso atrás. Mi padre me miró con el ceño fruncido pero no comentó nada—. Hey encontré este reloj —me mostró un reloj negro. De Robert—. ¿Es de Daniel? —me miró con ambas cejas alzadas.

— Es de Robert Downey —solté sin más y el rostro de mi padre se descompuso—. Lo voy a repetir, ¿qué haces aquí?

— ¿Robert Downey?

— ¿Cómo pudiste? —la ira comenzó a adueñarse de mis entrañas y yo no sabía cómo controlar tanto enojo—. ¿Cómo te atreviste a hacerme eso? —mi voz salía áspera, como un gruñido, salvaje. Incluso mis dientes se mostraban con brillo y enojo.

— Harriet no me digas que ese infeliz volvió.

— ¡No te atrevas a llamarlo así! —grité casi escupiendo mis palabras—. El infeliz eres tú ¿decir que tu hija está muerta?

— ¡Era necesario para que él se alejara! —gritó de la misma manera que yo.

— Pasé seis años odiando a la persona equivocada —el rostro de mi padre se tornó rojo de enojo.

— Soy tu padre y será mejor que manejes el tono con el que me tratas —me espetó.

— Lárgate de mi casa —solté casi en susurro y vi como se tensaba completamente.

— Hijo de perra —soltó mirando detrás de mi. Robert estaba parado ahí con un ramo de flores mirando fijamente a mi padre—. Voy a matarte.

Robert permaneció de pie frente a él. Todo su cuerpo tenso y sus ojos avellana mirándolo fijamente. Cómo Aquiles mirando a Héctor. Sabía que Robert estaba luchando con todas sus fuerzas por no moverse y no hacerle daño a mi padre. Por un momento deseé que lo matara. Deseé que mi padre desapareciera de la faz de la tierra y que jamás se volviera a cruzar en nuestra vida.
El fuego de la ira volvió a nacer en mi interior.

— ¡Lárgate de mi casa! —le grité a mi padre desconociendo mi voz—. ¡No quiero volver a verte jamás! ¡Largo!

No descansé, no cedí hasta que mi padre había salido del lugar y se había ido en su auto. Corrí aún detrás de su auto gritándole cuanto lo odiaba debajo de la lluvia y mi cuerpo perdió fuerza. Caí de rodillas en el pavimento y lloré y lloré.

Sentí como alguien me abrazaba con fuerza y lloré en su hombro. Me levantó y en sus brazos me llevó adentro. Esquivó las flores que yacían en el suelo de la entrada de mi casa. Robert me llevaba en sus brazos en silencio hacia mi habitación.  Yo no dejaba de sollozar.

Me dejó en la cama y entró al baño. Escuché como abrió la llave de la tina y se quedó un momento ahí. Yo seguía sollozando. Volvió conmigo. Me tomó de la mano y me guió hacia el baño.
Una vez en el baño me fue quitando poco a poco la ropa, dando besos de vez en cuando en mi piel desnuda. Me desnudó completamente y después él se desvistió.

Se metió a la tina y me guió con él. Se sentó y me indicó que me sentara como él. Obedecí. Me recosté con mi espalda en su pecho y el me abrazó por la cintura. Ahora no estaba llorando pero seguía muy sensible. Robert no había dicho ni una sola palabra y eso me estaba matando. 

Me dio un corto beso en el hombro y giré un poco mi cabeza en búsqueda de sus labios. Los encontré e intercambiamos besos lentos. El nudo del deseo comenzó a crecer en mi vientre. Pero esta vez estaba siendo diferente.
Lo besé con todo el amor que encontré a mi alcance y sentí su despertar en mi espalda baja. Me di la vuelta y pase mis brazos sobre sus hombros. Aún no me había dicho nada pero no hacía falta. Sus ojos cristalinos me miraban fijamente y me susurraban su sentir. Me dejé llevar por el avellana que reinaba en su mirada. Lo besé antes de sentir como poco a poco entraba en mí.
Lo observé suspirar y sus ojos volvieron a mirar a los míos. Y así estuvimos en todo ese momento. Nuestras miradas jamás se separaron y mucho menos cuando los dos gemimos de placer. Alcanzamos un nuevo nivel de intimidad ahí en la bañera. Y decidimos guardar el sentimiento en nuestros ojos.

Uní mi frente con la de él. Me abrazó.

— Te amo, Harriet —y así lo dejó. No mencionó mi apellido. Y a mi me gustó eso.

Todo lo que dejaste atrás [Robert Downey Jr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora