Todo lo que dejaste atrás [Robert Downey Jr]

Dieciocho

Robert.

Nueva York estaba frío. El otoño estaba terminando el invierno apenas se empezaba a asomar. Estaba melancólico. No me gustaba tener que separarme de Harriet de nuevo. Pero tenía que hacerlo; no podía dejar a Alfie sólo tanto tiempo.

Se sentía raro después de todo lo que había pasado. Y todo en una semana. La semana pasada vivía encerrado creyendo que la persona que más he amado en la vida ya no existía. Hoy vengo sabiendo que ella estaba esperándome en Inglaterra.

Inglaterra.

Iba a ser un cambio drástico y lleno de peligros o posibles finales que sinceramente me aterran. No le pedí a Harriet que ella viniera a Nueva York conmigo, no quería hacerlo. La idea de vivir en su país con ella me llenaba de romanticismo la cabeza y simplemente me embelesaba a tal punto de imaginarme el futuro. Quizá me estaba adelantando demasiado y ella no quería lo que yo estaba pensando. Pero no me detuve.

Tomé un taxi hasta mi departamento y al entrar me encontré con mi gatito mirándome feliz.

— Hola, gordito, empaca todo, es hora de volver a mudarnos.

Por un momento creí que Alfie había entendido todo lo que le había dicho porque me miró por un tiempo prolongado y después soltó un sencillo ~miau~. 
Envié un mensaje a Harry avisándole que estaba en casa y que Alfie estaba empacando ya. Reí ante eso último. Necesitaba ver todo lo necesario para ir con Alfie en el avión.

Mi teléfono empezó a sonar después de que me di una corta ducha para poder descansar. Era una videollamada de Harry. Me emocioné como un tonto. Contesté.

— Hola, Rob, ¿cómo está todo? —caminé hasta mi habitación seguido de Alfie.

— Todo parece en orden, bonita. Saluda al gordito —enfoqué al gato.

— Dios mío que gato tan mas hermoso te has vuelto querido Alfie —el acento inglés removió algo en la parte baja de mi estómago. Estaba viviendo obsesionado con Harriet. Y su acento no ayudaba a mis ganas de tenerla de nuevo.

— ¿Cómo estás, bonita?

— Extrañándote —me sonrió—. Rob, ¿estás desnudo?

Me sobresalté, olvidé por completo que había salido de la ducha cuando sonó mi teléfono. Mi cara debió haber sido muy graciosa por la risa de Harry.

— Acabo de salir de bañarme, me llamaste y se me olvidó —reí ajustando más la toalla a mi cintura.

— No te preocupes, me gusta —soltó casi en susurro y una sonrisa amagaba en mi cara—. Robert no pongas esa sonrisa que estás alrededor de 8 mil kilometros de mi y esto no está siendo fácil.

Reí, estaba sonrojada. Recuerdo la primera vez que lo hicimos. Ella estaba muy tímida y aún era mi alumna. Sonreí al recordar a Harry siendo una increíble alumna en todas sus materias. Me reprendí al recordar lo que había pasado.

— Robert no pienses más en eso —como si hubiera leído mis pensamientos me lo dijo con dulzura. Miré triste a la cámara de mi teléfono.

— Lo siento tanto amor —la voz se me quebró en la última palabra y me odié por un minuto.

— Robert dios mío no —soltó angustiada—, no fue tu culpa, no fue tu culpa —intentaba mantener la postura pero mis lagrimas comenzaban a rebelarse en contra mía—. Por favor no llores, Rob. Nada de lo qué pasó fue tu culpa. 

Me relajé y me acosté en mi cama. Aún desnudó, me deshice de la toalla y me metí a las cobijas. Harry suspiró al ver que me había calmado.

— Te amo —me soltó sin más haciendo vibrar a mi corazón.

— Te amo Harriet Darcy —sonreí y me pegué a la almohada.

— Te dejaré para que duermas —sonrió.

— Estaré pensando en ti —ella levantó ambas cejas—, lo decía inocentemente Harriet —reí.

— Estás acostado en tu cama desnudo y me dices que pensarás en mi —algo se removió en mi—. Solo espero que lo disfrutes.

— Harry —reí ahogando mi voz e incluso como reproche—. Pórtate bien —dije tranquilamente y ella se sonrojó. Carcajeé—. ¡No lo decía eróticamente, Harry!

Se puso aún más roja.

— Ve a dormir, Downey —me dijo "molesta" pero vi como una sonrisa se asomaba por las comisuras de sus labios.

— Te veo pronto, linda.

— Te veo pronto, guapo.

Colgó y yo sonreí como un colegial enamorado. Deje que mi cuerpo sintiera la suavidad de las sábanas y me permití disfrutar de mis ultimas noches en Nueva York. 

Me emocionaba lo que venía. La vida que siempre había soñado con Harry estaba tan cerca que me daban ganas de llorar. Pero me alegraba de el giro que mi vida había dado para bien.