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Sus manos dolían por la fuerza con la que apretaba el manubrio de la motocicleta.

A pesar de que tenían las patrullas pisándoles los talones debía completar la carrera, con ese paston sería más que suficiente para pagar sus multas y costearse un pequeño piso más cerca de la zona metropolitana.

Las sirenas de policía solo agregaban más competitividad a la carrera, quien llegase primero a la meta no solo ganaría, si no que tendría mayor posibilidad de huir de la poli'.

Estaban acercándose con rapidez a la zona más complicada, la ruta del monte no solo carecía de iluminación, era un camino de tierra suelta, rodeada de matorrales espinosos y bordes empinados donde si resbalabas el viaje al hospital estaba asegurado.

Segis escuchaba de fondo los gritos de algún policía para que se detuvieran, pero todo era meramente ruido que apenas registraba mientras soltaba todo el aire en sus pulmones y apretaba más fuerte el acelerador.

Debía ganar, no podía permitirse ser atrapado, la perpetua no estaba en sus planes, por un segundo la cara del alfa de hace un rato apareció, si lo atrapaban, jamás volvería a ver a Ivanov, ni a Gustabo o a Horacio.

Sacudió la cabeza antes de que las lágrimas se terminaran de formar en sus ojos, no era momento de ponerse sentimental y llorar como una nena, debía ser su motivación para no volcar en el camino de tierra en el que acababa de entrar.

Sus brazos ardía por los golpes de las ramas y el viento helado de la noche, apenas podía contenerse de temblar, todo dolía y no había pausa.

Ivanov fue de los primeros en saltar al interior de un patrulla, pisando a fondo el acelerador y pasándose por los cojones las normas de conducción llegó hasta donde el par de motocicletas, una colapsada en el medio del camino, el gilipollas estampado en la tierra y lloriqueando, se la sudaba ese tipo.

Más abajo, por la pendiente podía verse una luz blanca parpadeando, la segunda motocicleta, Segismundo.
El corazón se le atoró en la garganta, sin pensar dos veces se lanzó fuera del patrulla y descendió por el camino de matorrales aplastados hasta donde los restos de la motocicleta yacían.

Ahí estaba, entre espinas, el casco partido, lleno de tierra y sangre, se veía tan pequeño, tan frágil.

Las sirenas del resto de patrullas hicieron que reaccionara, alzó sin dificultades el cuerpo del omega y con toda la delicadeza que el subir la pendiente con una sola mano le permitió, le llevó hasta su vehículo.

Recostándolo con suavidad en la parte de atrás y cubriéndolo con su chaqueta de policía rezo por que ningún otro oficial lo notara.

Fingió estar revisando al otro desgraciado, sus heridas eran leves, nada que fuera urgente para tratar, no como su Segis.
La ansiedad raspaba en su ser, necesitaba tratar al menor, curar sus heridas y mantenerlo seguro entre sus brazos.

Como pudo logro inventarse una llamada de Conway para salir del lugar rápidamente.

Con las manos temblorosas condujo hasta se casa, llevar al omega al hospital no era opción, solo esperaba que las heridas fueran superficiales.

Segismundo despertó en medio de la oscuridad, calientito pero adolorido, trató de sentarse, ganándose una descarga de dolor desde su costado hasta su cuello, un quejido escapó por sus labios y fue solo cuestión de segundos para que la puerta se abriese, Ivanov entró acelerado, analizando con la mirada al omega, buscando la razón de su incomodidad.
-¿Que pasa?¿Que duele?-.
-¿Iva...? ¿Que paso?-.
La mano de Segis subió hasta su cuello, en busca de poder masajear la zona adolorida, pero no llegó más allá de su hombro cuando otra descarga de dolor lo detuvo.

Una mano se colocó sobre su hombro, haciéndolo bajar con lentitud.
-Esta dislocado, será mejor que no lo muevas por ahora-.
La misma mano fue hasta su cuello y aplicó presión en pequeños movimientos circulares.
-Te diste un buen derrapon a media carrera, caíste por la pendiente y comiste suelo-.
-¿Entonces estoy en la comisaría?-.
-¿Que parte de este sitio se ve como la puta comisaría? Estás en mi casa gilipollas-.

Ivanov se puso de pie y encendió las luces.
-En mi habitación para ser más específico-.
-¿Porque?-.
Segismundo no hacía lógica de los sucesos, el debería estar en la comisaría o en el hospital, no en la casa del alfa, no en su puto cuarto, ni en su cama.
Ivanov solo alzó los hombros, ni siquiera él estaba seguro de porque lo había hecho.

-Vas a entregarme ¿no es así?-.
La voz quebrándose a media frase atrajo la atención de Ivanov hacia el rostro del menor.
Con un suspiro se volvió a sentar en la cama.

-Es mi trabajo-.
-Iré a perpetua, jamás volveré a ver a Horacio, ni a Gustabo, ni el monte-.
Una lágrima escapó de los ojos del omega.

-No te veré de nuevo-.
-No lo disfrutes tanto-.
Ivanov trató de bromear, aligerar un poco el ambiente, pero en este caso, no había manera, dolía para ambos.
-Tú...¿podía pedirte algo?-.

¿Como decirle que no a esos gigantescos ojos oscuros y brillantes por las lágrimas?
-Claro-.
-Cuida de mis cabras y del huerto de mi casa, me ha costado tanto esfuerzo como para dejarlo todo a su suerte-.

Se sintió como si una mano atravesara su pecho y apretara en un puño su corazón.

¿Así terminaría todo? El menor tras rejas, lejos de sus amigos, su vida, lejos de él.

Entre más lo pensaba más repulsivo le parecía el hecho de entregarlo a las garras de las autoridades.
No podía dejarlo.
-No puedo-.
El omega se removió en su lado.
-Se que es mucho pedir, pero prometo que mi cabra se portará bien, y... sabes que, olvídate del huerto, solo... cuida de mi niña, por favor-.
Segismundo estaba llorando, lágrimas como ríos bajando por sus mejillas pecosas, no había nadie más a quien pudiese confiarle su cabra, ella estaría sola cuando se lo llevaran, moriría sin alguien que la alimentase.

-No me refería a eso, no voy a entregarte, no puedo-.
El menor se quedó congelado, había esperanza si el alfa no lo entregaba.

-Y ¿que haremos?-.
-Largarnos de esta ciudad-.
El alfa tomó las manos de Segismundo, pasando sus yemas por los pequeños cortes de sus palmas.

-De cualquier manera, esta ciudad sería muy aburrida sin ti-.
-Vaya cursilerías dices-.
-Cállate omega, estás lleno de tierra hasta el culo y si te quedas así se infectarán las heridas-.
Ivanov trató de cambiar el tema, sacudió un poco de la tierra que estaba en la cara de Segis mientras le decía que debía darse un baño primero y luego él se encargaría de curar las heridas.

Usando a Ivanov como soporte se movieron hasta el baño de la casa del alfa.
Con cuidado el policía retiró los restos de las ropas de Segismundo, siendo suave en las zonas que estaban llenas de sangre seca y la carne viva resultado de la fricción con los matorrales y la tierra.

-El agua está templada ¿Crees poder hacer esto tu solo?-.
-Si, si yo estoy bien Ivadog-.
Con un bufido se separó de la tina y ofreció su mano al omega, le dejó sentado en el borde para que él pudiese retirarse la ropa interior y darse un baño, era necesario retirar la tierra y sangre seca para poder curarle.
-Estaré afuera, grita si necesitas algo-.
-Gracias-.
Respondió Segismundo en voz baja.

Nota: He vuelto, espero, estoy decidida a no dejar más cosas a medias, así que voy a hacer lo imposible por estirar mi tiempo para actualizar.
Btw gracias por la paciencia y el apoyo <3
También, ¿podemos hablar de cómo nadie te dice que firmar la inscripción a la universidad es como vender cuatro años a la institución? Juro que ya estudio mientras como, duermo nada o menos y hago asignaciones de lunes a domingo en un ciclo infinito... ni un contrato con el diablo es tan abusivo, al menos en ese si me aseguran cumplir mis sueños.

Canela y miel por error Donde viven las historias. Descúbrelo ahora