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-Has noqueado a un alumno ¡capullo!-.
-El muy cerdo trato de tocarme-.
-¿Que?-.
-Que trato de meterme mano ¡coño! Debería ponerse el sonotone-.
Conway reviso el estado del alumno mientras Gustabo se limpiaba las lagrimas y el sudor.
El superintendente tomó al alfa noqueado en su hombro y le llevó a los vestidores, Gustabo iba detrás suyo para luego desviarse a la armería, dejó la porra, el taser y la pistola; ya solo le quedaba dejar el uniforme, se adentró en vestidores donde en una esquina estaba el alumno y de pie a su lado estaba el superintendente, entró haciendo el menor ruido e intento cambiarse de la manera más rápida que podía, se retiró las botas, el cinturón y comenzó a pelear con el chaleco antibalas, siempre tenía a Horacio para ayudarle a quitárselo.
-¿Necesitas ayuda, nena?-.
Conway se acercó para ayudarlo, se lo retiró y entregó para que lo guardase.
-Gracias-.
Se cruzó de brazos y miró al alfa que aún estaba frente suyo, no pensaba quitarse nada más con el ahí, mirándole.
-¿Que quieres?-.
-Cambiarme-.
-¿Acaso tienes cinco años, muñeca?-.
-No, pero no sea guarro, mínimo-.
Hizo un gesto con el dedo indicándole que se diera la vuelta.
-Sois unas nenazas-.
-Pues está nenaza noqueó a ese cerdo-.
Se retiró la camisa blanca y los pantalones, sacó de su locker su ropa de civil, se colocó el pantalón militar.
-Olvidaste tu medicamento ¿verdad omega?-.
-¡¿Que?!-.
-Llevas todo el día apestando la comisaría a miel-.
-Yo... puede que me olvidase, salí con mucha prisa hoy-.
Sintió el calor de otro cuerpo contra su espalda descubierta, el aliento tan cerca de su cuello le hizo estremecer.
-Ya te digo yo que te las olvidaste-.
-Lo lamentó-.
-Sabes que te deje entrar al cuerpo de policía con la condición de que te tomarás esas pastillas; viste lo ocurrido con la chica del vanilla, el ocultar tu aroma es para evitar que te salten al cuello, cosa que han estando haciendo hoy todos ¿no lo notaste?-.
-Yo...-.
Se dio la vuelta para encararlo
-Te deje entrar, a ti y a Horacio porque fueron un dolor en el culo con sus demostraciones de que podían-.
-Si, superintendente. Pero lo hemos estado haciendo bien-.
-Claro... dime Gustabin ¿que día es hoy?-.
-Es...-.
-Mira tu móvil-.
-Trece-.
-Correcto, hace un mes que te cedí tu permiso de celo-.
-¿Como...?-.
-Sabes lo que eso significa ¿no Gustabo?-.
-Pero...-.
-Has estado todo el puto día soltando feromonas, avisando a todos los putos alfas que estás disponible ¿tienes idea de lo difícil que es no querer mandarlos a comer clavos?-.

El calor se estaba haciendo insoportable, y el aroma a canela que le rodeaba comenzaba  a picarle.

-No tienes ni idea de lo peligroso que es tenerte en este estado trabajando aquí, si te pasa algo estando en servicio me tendré que tragar una bronca inmensa con el estado.
Aún no entiendo como cojones se te olvidó tu celo o como coño no lo notaste, hasta el puto atracador del vanilla lo noto, tuve que darle de porrazos para que dejara de hablar de tu dulce aroma-.
Estaba sudando tanto que el líquido ya perlaba su piel. El superintendente dio un paso más hacia el.
-Imagina que hubiera pasado si el inútil de Perez te alcanzaba y...-.

La intensidad de la canela se redujo, ahora era solo una brisa ligeramente dulce.
-Lo siento, juro que lo olvidé, yo no quería armar ese desastre, ni apestar el sitio con mi aroma...-.

Se miraron a los ojos, simplemente contemplándose.
-No hagas eso, siempre os pasáis los regaños de esa manera, este te lo vas a comer; en verdad no entiendo capullo ¿no sentiste el calor? O notaste como carajo te miraban-.
-Nunca pongo atención a eso...-.
-Deberías, siempre estás en potencial peligro-.
-No soy débil-.
-No por ser omega, aparte eres policía, siempre estás en peligro; incluso ahora lo estás-.
-¿Perdón?-.
-Eres un omega en inicios de celo y yo un jodido alfa-.
-No estoy en celo, puede que se atrasará-.
-¡Como vengas con tus mierdas, capullo, te mato!-.
-¿Mierdas?-.
-Cachorros ¡anormal!-.
-¡NO! Nunca, los niños son... los quiero lo más lejos de mi, nunca tendría-.
Se hizo un silencio un poco incómodo.
-Véte a casa, no quiero verte en una semana-.

Canela y miel por error Donde viven las historias. Descúbrelo ahora