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Las manos de Gustabo bajan con prisa al pantalón de Conway; quien al notar su intención decide tomarle de las caderas a la vez que se levanta del suelo.
-Relájate muñeca-.
Siente como las piernas de Gustabo se cierra alrededor suyo y cierra los ojos, uno para tratar de mantenerse controlado y dos por que en verdad le causa placer la cercanía del rubio.
Se inclina hacia adelante hasta apoyar la espalda de Gustabo contra la cama y lleva sus manos a los cabellos rubios, los aparta del medio y da mimos acariciando la cara del omega, quien cruza sus brazos por el cuello de Conway y jala de él para juntarlos en un beso.
Conway hace que el beso sea rápido, sin tanta intensidad, ni calor y luego reparte picos por toda la cara del rubio omega.
Gustabo comenzaba a impacientarse, su cuerpo ardía y su vientre sufría de tirones cada tanto.
-Conway, me duele-.
Se quejó en alto.
-¿Donde?-.
Bruscamente tomó la mano del superintendente y la llevó a sus labios, dando inicio a su juego.
Cuando Conway beso sus labios sonrió de lado, eso era lo que quería.
Guió la mano de Conway a su mejilla, donde recibió otro beso.
Fue bajando, cuello, pecho, torso, estómago, vientre.
Todo fue llenado de besos y caricias por parte de Conway quien trataba de mantenerle calmado y reducir el dolor de Gustabo.
-Conway, haz algo joder-.
-No voy a follar contigo estando bajo tu celo-.
-¿Por...que no?-.
Hablar se hacía complicado entre los jadeos de dolor y placer.
-He dicho que no, capullo-.
-Venga... usted también quiere o... ¿no?-.
Miró directo a los ojos de Conway.
-No quiere...-.
Se apartó un poco del alfa, por mucho que la parte animal quería Conway pegado a su cuerpo, era momento de la parte racional.
-Váyase de mi departamento-.
-Gustabo-.
Trato de tomar la cara del omega.
-Apártese abuelo-.

-Si quiero vale... pero no así, quiero que estes completamente y consciente de lo qué haces, de lo que te haré-.
Atrajo a Gustabo hacia él, dejando que se acomodara entre sus brazos y ocultara su cara en su pecho.
-Estoy completamente... consciente de... esto-.
-No lo estás, solo estás en uno de tus jodidos momentos de lucidez entre calor y calor-.
-Por eso, ahora se mejor que nunca lo que quiero, papu-.
-¿Ah si? Nenaza entonces ¿Que quieres?-.
-A usted-.
-Joder-.
Saco todo el aire retenido en sus pulmones y a la vez se permitió disfrutar el aroma de Gustabo, ahora que estaban más tranquilos.
-Pero no ahora, ya se me ha pasado la tontería y es tardísimo y las personas mayores deben descansar mucho, no quiero que mañana se queje-.
-Persona mayor tu puta madre-.
Se rió ante el típico comentario de Conway para luego rodar hasta su lado de la cama, dejando un espacio para el superintendente.
-Vengase abuelo, prometo no volver a levantarlo e interrumpir sus 15 horas de sueño-.
-Anormal-.
Se acomodó en el espacio libre acostándose boca arriba con las manos cruzadas.
-C...Conway-.
-¿Ahora que? Mariconetti-.
Abrió los ojos para mirarle, Gustabo puso su mano sobre el brazo del súper y tiro ligeramente.
Rodó los ojos conteniendo una sonrisa, sabía que era lo que quería, se acomodó para abrazarle y dejar que enterrara su cara en su cuello.
Había comenzado a notar lo mucho que el omega gustaba de su aroma.
Se quedaron dormidos exhaustos tras tantas subidas y bajadas emocionales.

La alarma biológica de Conway le hizo despertar cerca de las seis de la mañana, no había sol aún y Gustabo todavía descansaba en sus brazos.
Con cuidado se retiró de la cama, dejando su camiseta en la cama para que el rubio no resintiera su ausencia.
Entro a la cocina, tapándose con poco o nada para un desayuno en forma.
Usando el móvil y con la aplicación que Volkov le había enseñado a usar pidió un par de cosas para el desayuno y algo más pensando en dejarle algo de comer para más tarde a Gustabo y así este no tuviese que salir.
Si vena de limpiador compulsivo salió a relucir al ver la sala, retiró la basura y cosas de la mesa de café, puso orden en la cocina y dejó todo lo más limpio que pudo, aunque no estuviera del todo satisfecho con el resultado, tenía que admitir que el piso de Gustabo era una mierda, viejo, descuidado y desgastado de manera exagerada.
El móvil notificó la entrega del pedido, lo que le hizo salir del piso y bajar donde el repartidor.
Tomó sus bolsas y subió de nueva cuenta al departamento.
Nada más cruzar la puerta escucho el grito de rabia desde el baño.
-¡Vaya mierda!-.
Dejó las bolsas y se adentró en el baño para ver qué estaba ocurriendo.

Canela y miel por error Donde viven las historias. Descúbrelo ahora