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Jimin cumplía veintinueve semanas de gestación, su pequeña niña media alrededor de ¡cuarenta centímetros!, además, pesaba 1.250 gramos, siendo una futura bebé sana. Y él, bueno él, tenía un enorme vientre que ya le impedía agacharse, ver sus pies y dormir en una posición cómoda.

Fue ahí, en la entrada de su último trimestre, que se dio cuenta que no todo en el embarazo es miel sobre hojuelas. A él no le fue tan mal con las náuseas y vómitos,  pero si con los pies hinchados, los dolores de espalda y cansancio extremo, no podía ni caminar dos cuadras porque ya estaba jadeando, también tenía mucha hambre, últimamente solo quería comer, de todo y a toda hora. ¿Ascos? para nada, todo le parecía exquisito.

Y que decir de los cambios de humor, de repente se encontraba llorando por un video de gatitos rescatados, para después ponerse tan caliente que Yoongi no podía distinguir en que momento pasaba de tener a Jimin llorando de tristeza a llorando y gimiendo por más minutos de sexo.

Siendo sinceros, al beta no le molestaba complacer las necesidades de Jimin. Sabia que era por el embarazo y aunque a veces quisiera arrancarse los cabellos por no entender al omega, contaba hasta cien millones, repitiéndose que no era fácil cargar un bebé su vientre, que le daba patadas que lo dejaban sin aire, que el peso de su vientre le provocara intensos dolores en la espalda y su cabeza aplastara su vejiga, provocando que cada diez minutos quisiera hacer pipí. Así que no se quejaba y mejor ayuda al omega a sobrellevar sus hormonas, antojos y dolencias. 

Eran las dos de la mañana de un miércoles, mitad de semana, así que, por la mañana ambos, Yoongi y Jimin, tenían trabajo, por eso Jimin trataba con todas sus fuerzas de dormir. Desde que se despidió de Yoongi a las nueve de la noche no dormía, ya que tenia mucho, mucho antojo de unos fideos planos, aunque trató de luchar con sus ganas de comerlos, solo logro que sus tripas rugieran en busca de comida, que su boca salivara y que la pequeña dentro suyo le golpeara las costillas. 

--- Ya van cuatro noches, Yoongi está cansado, no puedo molestarlo otra vez -- se regañó. La primera noche habían salido por pasteles de arroz, la noche siguiente por merengues, una más por gelatinas de durazno, por kimbap  y ahora los estúpidos fideos -- ¿Por qué no se me puede antojar algo que hay en la alacena?

Mordiendo su labio se debatió, una vez más, si es que llegaría a dormir sin complacer su antojo. Cuando cerro los ojos y lo primero que vio fue un humeante tazón de fideos planos con salchichas, supo que no y resignado se levantó. 

Su curvilíneo cuerpo estaba cubierto por uno de los camisones regalados por Yoongi, el clima estaba cálido, por lo que podía dormir perfectamente cómodo con nada más que su camisón y una manta delgada. 

Decidió que aunque el clima era agradable, no era lo optimo el salir así vestido, por lo que se colocó uno pants negro, fajando el sobrante de su prenda superior.

Salió despacio de la habitación, procurando no hacer ningún ruido innecesario. Caminó hasta el estudió de Yoongi y dio un par de toquecitos a la puerta.

--- Yoongi -- dio dos toques --, ¿cariño? -- al no recibir respuesta opto por abrir la puerta.

Una vez abierta la puerta, encontró al beta profundamente dormido en la que era su pequeña cama. No importaba mucho el tamaño, pues, Yoongi apenas y se movía.

Un gesto de compasión se extendió por las facciones del omega. No tenía corazón para despertarlo una noche más. Así que, cerrando la puerta de la habitación, decidió ir él solo por su antojo.

Tomó las llaves del auto y agradeció con todo su ser que Yoongi no lo hubiese estacionado dentro de la cochera, ya que seguramente el ruido despertaría al beta.

¡Tendremos un bebé! (Yoonmin) (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora