8. Stygiophilia

74 1 0
                                    

No puede recordar algún momento donde la religión hubiera sido algo importante en su vida, el único momento fue cuando tuvo que hacer varias cosas en la iglesia para poder casarse con Pasitea, momento de su vida donde pudo darse cuenta que, tal como ya se lo esperaba, todo lo que estaba haciendo con su hermano estaba mucho más que condenado, desde la infidelidad hasta el incesto, sin olvidar el narcisismo, que según alguien decía que era el pecado del orgullo, algo más por lo que sería azotado en el infierno, algo que nunca le importo, ya que desde un principio jamás había tenido la intención de volver a pisar una iglesia, a menos de que fuera totalmente necesaria.

—Mamá.

Suelta un suspiro cansado antes de volver a ver a Oneiros, quien está sentado en el lado del copiloto mientras esperan con paciencia a que llegue una grúa y mueva los autos que chocaron en el cruce del semáforo, cuyos choferes aún siguen discutiendo, probablemente culpándose el uno al otro en lo que llega el seguro y todo lo demás.

—Si me preguntas cuanto falta para movernos, otra vez, te voy a mandar caminando Oneiros.

Recarga su rostro contra el volante, agobiado por el tráfico que se está generando y su obvia llegada tarde al compromiso que tenían. Lo primero que observa es el celular en la mano de su hijo, obviamente avisando que no iban a llegar a tiempo a la cita y lo segundo que nota, es que está señalando hacia la ventana del copiloto.

Curioso, sigue con la vista la dirección que marca y entonces reconoce lo que es la estructura de la iglesia, el supuesto suelo santo donde la gente solía reunirse a rezar y cantar. Nunca se había fijado en el lugar, ni siquiera sabía que ahí había una iglesia, pero repentinamente se siente incómodo, así que desvía la mirada de nuevo, mirando al frente solo para darse cuenta que los conductores están a punto de agarrarse a golpes.

—Mommy~

Sus manos aprietan el volante con fuerza a la par que escucha el "clic" del cinturón de seguridad, el dulce apodo le sigue sentando mal, porque sabe que Oneiros lo usa con todos sus posibles significados, antes no tenía mucha importancia, era solo una manera más de llamarlo, después de haber cogido, obviamente la palabra no caía en sus oídos de la misma manera que antes.

—¿Qué?

Responde después de unos minutos, alejándose de nuevo del volante y decidido a encarar a su hijo, no puede darle una abertura en especifica de la que aprovecharse, es demasiado arriesgado tomando en cuenta las confianzas que ya se tomaba de antes.

Por supuesto, lo que no se esperaba era que su rostro fuera a ser sostenido y su hijo simplemente lo besara. Y mientras una parte de su mente aún se asegura de que el auto no vaya y se estrelle con los otros dos, su mirada permanece en la iglesia que aún puede distinguir a espaldas de su hijo, a pesar de que a su alrededor hay demasiados ojos mirando ¿Cuánta de esa gente podría distinguir que era su propio hijo el que lo estaba besando?

Se separo de su hijo lentamente, avergonzado de lo fácil que había respondido y la poca resistencia que había puesto, ignorando el momento en que Oneiros nuevamente ignoro su necesidad de espacio personal y se acercó hacia su oído, hablándole en voz baja como si de aquella manera todo pudiera ser aún más secreto.

—Te quiero coger en la iglesia y que nos condenen por incesto.

Su rostro se pone rojo instantáneamente ante la descarada insinuación y aunque por un momento está a punto de pegarle un coscorrón a su hijo, lo único que hace es tragarse un gemido cuando la mano de Oneiros acaricia su semi despierta erección.

—¿Te gusta la idea?

Recibe un beso más, en su cuello, mientras la mano del adolescente lo acaricia por encima de la ropa, sin vergüenza alguna y probablemente disfrutando del momento, porque, aunque no son cercanos a la religión están conscientes de los puntos importantes, como la emoción de irse al infierno por incesto, por exhibirse en público y todavía tener el descaro de hacerlo frente a una iglesia.

—Siéntate bien y ponte el cinturón otra vez.

Demanda en el momento en que suelta el volante con una mano y sostiene la traviesa mano del adolescente, que solo hace un berrinche antes de seguir su orden, una acción que lentamente se está haciendo cada vez más normal cuando el menor no conseguía lo que quería.

—Y manda otro mensaje, no vamos a ir hoy a la reunión, que la programen otro día.

Ir a casa sonaba mejor que arreglar su erección en algún lugar público, con Oneiros a su lado, arriesgarse era lo último que quería, ya escondidos en las cuatro paredes de su hogar podían simplemente fantasear con el infierno y la condena que les tocaría.

Ciclo de problemas y una solución [Kinktober 2021]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora