El combo imposible

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Claro todo lo bueno tiene su consecuencia y es que, aquel collar se llevaba todo mi peso extra al no saber manipularlo, a cambio de eso mi apariencia cambió un poco, al levantarme y ver el espejo pude notar como mis pupilas se notaban más alargadas, los colmillos más notorios, el cabello azulado, las mejillas rasgadas como las de un gato y mi ropa holgada por lo de estar antes gordo. Aproveche para bañarme y sentir cambios en mí bastante notorios: a pesar de todo siempre conservaba el gusto por ducharme, sin embargo aún podía oír un poco más y mi sensibilidad al comer probablemente esté desarrollada, sin embargo no había hecho una prueba antes y me estaba empezando a dar curiosidad. Al salir del baño me fui a vestir con una pantaloneta azul y camisa verde mientras empezaba a olfatear un poco y a descubrir la caja de donas la cual estaba escondida en una pequeña nevera la cual no sabía porque estaba ahí, me acerqué a este y encontré una nota pegada arriba de este: "Para mi hijo el glotón" no cabía duda, la letra era de mi padre. Abrí aquella refrigeradora pequeña y me encontré con cuatro compartimentos: en el primero estaba una caja de donas, en el segundo uno de galletas, en el tercero buñuelos, en el cuarto alfajores, al lado de la puerta estaban llenas de batido y en la nevera un gran helado de pistacho.

En fin, como siempre me gustaba salir ya sea a comer algo o a caminar y saludar a la gente así que...eso hice, pero antes me había comido un sándwich para no ir tan vacío. Al estar en la calle la gente me miraba extraño, como si fuera alguien nuevo en el vecindario, claro a algunos le parecía tierno, parecía me había vuelto un vándalo para algunos, pero para otros es un nuevo look nada más lo cual aproveche para apodarme "el felino incomprendido" no le hice mucho caso y seguí con mi rumbo.

Al estar en el parque me llegaron antojos de una hamburguesa o hamburguesas la verdad no voy a mentir, fui a mi lugar favorito el cual era un restaurante conocido por hacer la mejor comida rápida existente en la ciudad, no lo pensé ni un segundo más y fui a aquel lugar reteniendo mi antojo. Como el mundo es tan pequeño, de camino estaba un chico alegre y carismático del otro lado de la acera siendo reconocido por eso mismo:
—Hey amigo! No me reconoces? Soy yo! Alan!— decía este muy emocionado mientras se acercaba a abrazarme y verme de cerca algo confuso:
—Hey! Te hiciste algo nuevo? te veo menos...humano, hmmm?—este veía directamente el collar cascabel cayendo en cuenta la leyenda leída desde el jardín de niños:
—Así que es real, no te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo—decía sonriendo mientras se alejaba un poco para verle:
—Gracias, Justo voy al restaurante a comer algo, gustas acompañarme?— le dije mientras intentaba no ponerme tímido por la gente alrededor entrando rápidamente con el.

Rápidamente nos fuimos a sentar, el estando al otro lado debido a querer ver cómo engordo:
—Oye, déjame pedir la orden ¿si? Yo invito— este se levanta emocionado y se iba al mostrador dejándome solo. En ese momento me puse a pensar en porque no me lleve algo para tapar mi cabello o unos anteojos de sol, así no llamar la atención de los demás, bueno...será mejor aguantar la incomodidad de sentirse observado. Tiempo después llegaba aquel chico acompañado de un mesero, me estaba preguntando ¿porque llegaría un mesero hasta donde estamos? Bueno...la incógnita me duró como 5 segundos al ver aquel combo en el menú siendo uno de los combos más grandes: tres hamburguesas grandes con un refresco de igual tamaño y una mini tarta de limón como postre.

Quede sorprendido y a la vez antojado de ver todo eso acercarse hasta tenerlo frente a mi, en cambio mi amigo solo había pedido una orden normal con papas, una hamburguesa y refresco. Al estar los dos servidos cada quien agarro la hamburguesa y empezamos a comer, la verdad el tamaño era sorprendente, podía notar como al tenerla sujeta con las dos manos aún había un espacio considerable como de una hamburguesa promedio lo cual significaba la gloria para mi, cada mordida me era más fácil ahora por los colmillos dando la impresión de estar comiendo una hamburguesa casualmente, pronto sentía los gruñidos de mi panza al sentir cómo está se llenaba estando con solo la mitad de la hamburguesa comida, no le daba mucha importancia a eso y seguía con lo mío notando como aquella hamburguesa disminuye de tamaño y pasa a mi panza sin problemas, bebí un poco de soda para no sentirme tan atorado siguiendo con la segunda hamburguesa, ya para ese entonces Alan había acabado lo suyo quedando solamente el verme comer.

Quedaba de piedra al verme, no encontraba lógica alguna el saber cómo podía tomar un reto como ese tan natural, como era de esperarlo quedó perplejo al ver cómo aquella panza se acercaba a la mesa conforme comía, la camisa se subía hasta la mitad llegando casi a la tercera hamburguesa, no se notaba rojiza aunque los gruñidos siempre estaban presentes en aquel lugar obteniendo así la atención de aquella gente y más del dueño. Al acabar todo frote mi panza la cual parecía balón de ejercicios mediano con una sonrisa pues me sentía bastante lleno, cuando me di cuenta, el dueño estaba a la par mía algo anonadado por verme así de lleno:
—Tengan, este es el dinero de su orden por comer el combo imposible y por favor acepte esta hamburguesa grande— Me la daba lentamente en las manos y sin dudarlo la empezaba a comer con emoción empujando la mesa obligando a Alex levantarse de esta notando como la panza desbordaba levemente de la misma, al acabarla frote mi panza suavemente riendo un poco dejando una marca en aquel lugar:
—Muchas Gracias por el combo y la hamburguesa extra, estuvo muy delicioso la verdad— decia con una sonrisa mientras este con un gesto japonés lo agradecía tomándome una foto y colocándola en la pared ganando el respeto de toda la gente a pesar de mi apariencia, claro debía esperar si quería salir por estar como un yunque de pesado.

Unas vacaciones dulces.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora