Los personajes pertenecen a la trilogía de "El corredor del laberinto", de James Dashner, lo único que es mío es la trama.
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Me desperté a las ocho de la mañana. Iba a despertarme antes, pero aquella noche no había podido dormir bien por la emoción.
Preparé un café y mientras este se hacía decidí qué ponerme. Me decanté por unos tejanos negros, una camisa de color negro y una camisa de cuadros azul. Me vestí con rapidez y me bebí el café mientras iba por la aplicación móvil de Tumblr. Nadie, ni siquiera Teresa, sabía que tenía una cuenta. Después de todo, si se llegase a enterarse seguramente me haría cerrarla.
Al mirar el reloj me di cuenta de que eran las nueve menos cinco, por lo que me apresuré a terminar el café y a bajar para esperar a mi agente. Tal y como esperaba, ella ya se encontraba allí. Tan eficiente como siempre.
Estaba apoyada en la puerta del coche con los brazos cruzados. Ese día se había arreglado un poco más que de costumbre. La verdad es que estaba muy guapa, pero no iba a decírselo. Cuestión de orgullo.
-Sube al coche -dijo, irguiéndose y dirigiéndose al asiento del conductor. Me senté en el asiento del copiloto y Teresa arrancó el coche.
Nos quedamos en silencio. Pese a que ya habían pasado un par de meses desde nuestra ruptura seguía habiendo algo de tensión entre nosotros, al menos cuando estábamos solos.
-¿Qué has estado haciendo este tiempo? -me atreví a preguntarle.
Ella me miró de reojo un momento antes de centrarse otra vez en la carretera. Tardó en contestarme, quizá porque no sabía cómo decírmelo.
-He conocido a alguien -dijo en voz baja.
Abrí los ojos. Supongo que ella se pensaba que eso iba a hacerme daño. En absoluto, ya estaba superado completamente.
-¿De verdad? -Teresa asintió-. Vaya, me alegro mucho por ti -dije sonriéndole. Ella hizo lo mismo.
Entonces llegamos al estudio donde íbamos a grabar la película. Vi un par de actores y actrices que conocía y otra gente que no había visto en mi vida. No fue hasta entonces que noté lo nervioso que estaba.
-Tranquilo, va a salir bien –me tranquilizó mi agente.
Yo asentí, no muy convencido. Teresa aparcó y salimos del coche.
Hacía calor. Noté el sol calentando mi piel, el aire despeinando mi pelo. Teresa me dio una palmada en el hombro para que no me distrajese y me dirigió al interior del estudio, donde nos encontraríamos con el director y el resto de actores.
Dentro estaba todo apagado. La poca luz que había era artificial, y el lugar daba una ligera sensación claustrofóbica. Vi a gente yendo arriba y abajo, hablando, moviendo escenarios, arreglando cables…
-¿Qué sabes de la novela? –me preguntó entonces Teresa.