Parte A-4: Reflejo

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Podía escuchar perfectamente la discusión de mis padres desde mi habitación. Mire el reloj que tenía en la mesita de noche, marcaba la una de la madrugada. Me removí entre las sábanas, realmente no tenia ánimo de meterme en su pleito, recientemente mi padre me había golpeado al defender a mi madre, casi sentí que me fracturaba el brazo por segunda vez-como si eso fuera posible-debido a la fuerza con la que me pateó.
Estaba seguro que mi cuerpo no podía resistir otro enfrentamiento. Pronto escuche el característico sonido del cristal que hacia al romperse. Me retire las sábanas de encima y senté a la orilla de la cama. Al parecer no podía darme el lujo de ignorarlos. Para mi sorpresa, escuché un fuerte portazo seguido de un abrumador silencio.

Poco a poco me puse de pie para después salir de la habitación. En cuanto abrí la puerta, un sentimiento de angustia me sobrecogió el corazón. Baje con lentitud las escaleras hasta llegar al comedor. Un fuerte olor a cerveza me pico la nariz. Las botellas de dicha bebida estaban regadas por todo el suelo, camine con cuidado evitando los cristales rotos, no quería cortarme puesto que andaba descalzo.
-¿Mamá?- Me encamine a la cocina esperando encontrarla pero a quien vi, fue a mi padre. Estaba sentado en el suelo, con una mano en su frente. Su mirada estaba completamente ida. Era surreal ver a mi padre de esa forma.
-¿Y mi madre?
-¡Se largó! ¡Esa maldita puta se largó con su amante!-sentí como si una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo entero al escuchar esas palabras.
-¿¡De qué demonios hablas!?-fruncí el ceño notablemente confundido
-¡Así es! ¡Tu madre es igual que todas esas zorras que andan en la calle!
-¡No hables así de ella o...!-No pude terminar la frase debido a que se levantó rápidamente
-¿O qué?- Habló de forma amenazadora. Retrocedí unos pasos para mantener mi distancia, no quería ser golpeado de nuevo. Él se quedo callado por unos momentos mirando el suelo, para poco después mirarme a los ojos-No pierdas el tiempo en una relación, al final todas son unas zorras que se largan con el primero que tenga dinero. Mira a tu madre, ya fue a entregar el culo a un hijo de puta solo porque tiene dinero.
-¡Joder! ¡Cierra el maldito hocico! ¡Deja de insultarla! ¡Mi madre no es ese tipo de mujer! ¡Además no me sorprendería si se encuentra a alguien más porque cualquier otro es mejor que tú! ¡Eres una mierda!- Soltó un fuerte gruñido y se acercó corriendo, me di la vuelta para salir del lugar pero me alcanzo al tomarme de los cabellos fuertemente-¡Suéltame maldito imbécil!-Con mi única mano libre intente deshacerme de su agarre pero fue inútil. Me llevó a rastras hasta la entrada, abrió la puerta y me arrojó hasta afuera. Caí con violencia al suelo, golpeándome en mi brazo fracturado. Di un fuerte quejido por el dolor que sentía.
-¡Sí tanto quieres a esa puta lárgate con ella!¡No te atrevas a regresar-Cerró la puerta de golpe.
Como pude, me levante. Un nudo en mi garganta me molestaba. Di media vuelta y mire por todos lados en busca de mi madre, aun tenía la esperanza de encontrarla por ahí.

Comencé a caminar sin rumbo alguno. Miraba con cuidado en cada calle que pasaba, seguía buscando a mi madre pero al parecer mis esfuerzos eran inútiles, no había rastro de ella por ningún lado.
Mi corazón estaba acelerado y mi estómago tan revuelto que sentía iba a vomitar.
Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas.

¿Realmente se había ido? No podía creerlo.

Me senté en cuclillas, hundiendo mi rostro en las rodillas. Estaba completamente solo.
Mi madre se había ido a quien sabe dónde y yo estaba como un vil perro callejero.
Levante un poco el rostro. Pude reconocer la casa de Nate a lo lejos... apreté mis labios fuertemente. Aún no estaban las cosas bien entre nosotros. De hecho ya había pasado una semana desde aquello y ninguno de los dos se había animado a hablar. Pero... no quería estar solo. Realmente necesitaba un abrazo.

Caminé rápidamente a la casa de Nate. En cuanto llegue fui a la parte de atrás. Miré la ventana de su cuarto . Tenía un pequeño balcón con un barandal de metal. Tan solo necesitaba conseguir subirme. Observe con detenimiento el lugar pero no logré encontrar la forma de escalar y más aún con el brazo en mal estado sería casi imposible lograr tal hazaña. Suspire por lo bajo.
Busque pequeñas piedrecitas en el suelo y las fui tomando de una en una. En cuanto tuve las necesarias comencé a lanzarla.
Las primeras dos no lograron llegar. Tarde un tiempo para conseguir que las demás piedritas golpearan el cristal, cada que una golpeaba la ventana hacia una pausa para ver si Nate salía pero no parecía escucharlas.
Lancé de nueva cuenta las últimas piedras que tenía y finalmente una débil luz se filtro atraves de las cortinas. No paso mucho para ver a Nate asomarse desde el balcón.
-Hola...-Dije un poco nervioso. Él me miraba confundido.
-¿Qué ocurre?-
-¿Podemos hablar?- Guardo silencio permitiendo que los sonidos de la noche se escucharan.
-En un momento bajo. Espera- Y así Nate cerró su ventana.

No me gustan los domingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora