Día 7: Conocer para vencer

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Decepción. Angustia. Temor. Crisis. Locura. Dolor. Vacío... Emociones negativas, sentimientos podridos, sensaciones incómodas, estímulos dañinos ¿Alguien puede ayudarme? Me debilito, aunque nadie lo sabe. Me asfixio, aunque nadie lo nota. Me quiebro, aunque a nadie le importa. Simplemente: crueldad.


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De nuevo en la rutina, como un ciclo sin fin, un aterrador déjà vu.

¡He despertado! Miro para todos lados con la ilusión de aparecer en mi viejo hogar. Desafortunadamente, la realidad muestra lo que no deseo ver.

El pelirrojo hace su aparición. Trae el desayuno, y posteriormente aplica una afilada aguja en mi brazo... Lo normal, supongo.

—Nadir —dije mientras dudaba.

—¿Qué sucede?

No sabía cómo decirle, entonces hubo un silencio incómodo.

—Mi lindo retoño obtendrá todo lo que quiera de mí —sus palabras rompen la tensión—. Quizá, ¿te apetece tocar mi maravilloso cuerpo? —añadió con un tono de burla y una expresión coqueta dibujada en su cara.

—¡Salgamos!

Creo que se puede malinterpretar. 

—Un momento... ¡Espera! Lo que quiero decir es... ¡Deberíamos salir de la habitación!

Una sonrisa se forma lentamente en su rostro, parece muy contento por la noticia. Aunque yo me siento algo nervioso.

—¡Claro que sí! —respondió.

Me agarra con sus fuertes brazos, luego me pone en su espalda ¡Eso es nuevo para mí! Empieza a correr hasta salir del cuarto, baja las escaleras de siempre. Finalmente ya estoy sobre la silla de ruedas.

—¿Por qué la prisa? —pregunté agitado, quedando mareado por el viaje tan brusco.

—¡Quiero aprovechar el tiempo juntos!

Debo ser inteligente, necesito buscar pistas importantes para huir. Además el hombre piensa que estoy colaborando, entonces no puedo crear sospechas.

—¡Vamos al jardín! Tengo una idea —avisó

Me sorprendía lo emocionado que se hallaba. Tal vez nunca había tenido un amigo.

Llegamos al hermoso jardín, el único lugar donde prevalecía la calma. Me senté en el suave césped, y Nadir se alejó para buscar algo dentro de la mansión.

El ambiente era tranquilo, la brisa acariciaba mi piel y un aroma de frescura se percibía. Fue agradable y lo suficientemente cómodo.

—¡PÍCNIC! —gritó el pelirrojo, trayendo consigo una canasta.

Me brindó galletas, eran coloridas y de distintas formas; también había pasteles, eran muy dulces y sus decoraciones hechas con dedicación; no podía faltar el helado, justo para la tarde, cuando el sol estaba en su máximo esplendor.

Esos alimentos tan sabrosos y exquisitos... hace mucho que no los probaba. 

—Veo que te gusta.

—¡Amo los dulces! —grité sin darme cuenta, luego puse una cara de vergüenza.

—JAJAJAJAJAJA —reía con bastante fuerza—. Eres muy gracioso, no seas tímido —su expresión mostraba lo relajado que se hallaba—. Desearía hacer esto muchas veces más... contigo.

La Mansión de los Deseos LuctuososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora