Día 5: Su lado oscuro

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¿Te gustan los castigos? Es probable que no. Pero, ¿cuál es la razón de su existir? Todos nos equivocamos en repetidas ocasiones, nadie es perfecto. Quizá porque algunas personas cometen fallos muy graves, o porque algunos no son capaces de aprender por su cuenta. Sirven también para corregir de una forma más rápida, eficaz... y dolorosa. De todos modos, los castigos siempre prevalecerán, siempre lo harán.


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Durante un sueño...

Un cálido y familiar sitio, mi hogar. Corría intentando esconderme, pero la risa me delataba, alguien me buscaba apresuradamente, y eso me emocionaba.

—Mi corazón, ¿estás aquí? —decía una voz.

Un Tom de 10 años jugaba a las escondidas.

—¡Te encontré!

—¡Mamá! Me asustaste —dije con capricho—. Yo siempre gano, pero la casa es diminuta. Se agotan los escondites, no es justo.

—Fue divertido, y estuvimos juntos en todo momento... ¿Hay algo mejor? —su voz era dulce—. Es hora de dormir, papá llegará mañana.

Me tomó en sus delicados brazos, llevándome a la cama. Después me abrazó con gentileza.

Fue algo muy lindo.

¿Por qué no recibí más abrazos desde ese día? ¿Por qué?

Fin del sueño...

Ruidos que surgían del exterior ocasionaron que me levantara. Miré con detenimiento la habitación, pues no me acostumbro, todavía me sorprende la situación que estoy viviendo.

—¡Buenos días! Mi pequeño retoño —dice Nadir, que recién ingresa en el cuarto—. Aquí está tu desayuno, aliméntate bien.

Entonces el hombre sigue vivo... pensé que Nessa había hecho algo para quitarlo del camino.

—¿Qué pasó en tu trabajo? Ayer no estabas aquí.

—¿Me extrañaste? —preguntó con una expresión seductora.

—Extrañaría más comer mierda.

El pelirrojo se sorprendió, hasta pude notar que dio un pequeño salto. Y no mentiré... ¡Estoy asombrado por mi respuesta! 

—Perdón, no suelo decir malas palabras... pero me siento un poco irritado. En verdad lo siento, Nadir.

En realidad no me retracto, me gustó insultarlo en su cara. Sin embargo, no puedo actuar de ese modo. Literalmente estoy secuestrado.

Se acerca con lentitud, sentándose en la cama. Luego empieza a masajear mi cabello.

—¿Será que te estamos drogando mucho? —añadió con preocupación.

¡¿De nuevo?!

Ahora no reacciono tan mal porque ya lo asimilé, pero es horrible que lo sigan diciendo.

—¿Será que me puedes dejar solo? —respondí cortante.

—¿Quieres que me vaya?

—¿Qué? Obvio no... Yo decía que me encontré un caballo de color verde y nos hicimos buenos amigos, pero le gané en un juego de billar y decidió patearme con todas sus fuerzas. Luego me salieron alas por el tremendo golpe, entonces volé a Júpiter mientras cantaba con el dedo pulgar.

Una expresión de confusión se dibujó en la cara del hombre.

—Tu presencia me agobia, quiero estar solo —mostré una sonrisa e intenté sonar amable.

La Mansión de los Deseos LuctuososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora