Día inédito: Una muerte satisfactoria

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Me levanto apresuradamente de la cama.

Las últimas semanas han sido bastante ajetreadas, el trabajo parece nunca terminar. Y además, tengo que cuidar a un animal que me ocupa más tiempo.

Tuve que hospedar al perro en mi casa por motivos laborales, o eso dijo mi jefe, un animalista en todo el sentido de la palabra. Le costaba mucho llevarlo a la perrera.

—¡Ring! ¡Ring!

Mi teléfono suena, y obviamente contesto la llamada.

—¡Daniela! —dice mi compañero con una voz mandona—. Oye, ¿dónde estás? Se supone que deberías seguir investigando la escena del crimen... ¡Eres una oficial muy holgazana!

—Meth.

—¿Meth? —se nota confundido.

—¡Mete un palo de escoba por tu culo! ¿No ves que hoy tengo el día libre?

—¿Cómo lo puedo meter?

—¿Qué?

—¿Qué?

Se forma un silencio incómodo.

—No sabía que hoy descansabas —agrega mi compañero, con un tono más suave y arrepentido—. Van a cerrar el caso por falta de evidencia, toda la situación es muy confusa. Pensé que querrías ir por última vez antes de que clausuren el lugar.

—¡Guau! ¡Guau! —el perro interrumpe la llamada.

—¿Todavía lo tienes? —dice al percatarse del ruido—. Cuídalo bien, es nuestro único testigo. 

Miro de reojo al pequeño animal.

—Creo que lo llevaré conmigo —informo—. Tal vez quiera despedirse de sus antiguos y psicópatas dueños. 

—Es una buena idea —contesta él—. La zona ya estará vacía para entonces. Recuerda que el jefe nos necesita en otro lado.

—Si me doy cuenta de algo importante te avisaré.

—Ok, nos vemos.

Corto la llamada.


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Estoy en el auto, manejando sin ningún apuro. El perro está en los asientos traseros.

Aún falta para llegar al destino, entonces enciendo la radio para pasar el rato.

—En otras noticias —una voz entrecortada empieza a sonar—. Todavía no se ha dado respuesta al extraño incidente ocasionado en las afueras de la ciudad, donde tres cuerpos sin vida fueron encontrados. Según algunos reportes, los cuerpos pertenecerían a dos adultos, hombre y mujer... —un trueno emerge de la nada—. Y un adolescente.

Que lástima, el chico era muy joven.

¿Por qué esos tipos harían algo tan terrible?

No se puede deducir con certeza el motivo del asesinato, e incluso, las pistas no ayudan del todo.

Después de varios minutos llego a la escena del crimen: la mansión.

Me bajo, dirigiéndome a la parte trasera del auto. Justo al abrir la puerta... ¡El maldito perro se escapa!

Corre al interior de la edificación. 

—¡Oye! ¡Ven aquí! —le grito, pero es inútil, ya está lejos.

La Mansión de los Deseos LuctuososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora