Espera, DenNor.

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El sol brillaba con fuerza sobre la nieve sucia, un perro callejero destrozaba una bolsa que colgaba de un tacho de basura en busca de alimento, y una señora contaba un cuento infantil a su pequeña hija.

Una típica mañana de invierno, donde ningún detalle del panorama resultaba importante. Ningún cambio relevante, nada que contar, nadie a quien hacerlo.

Sentado en una banca de aquel decrépito parque, jugando con las volutas de vapor que escapaban de sus labios se encontraba él; Noruega, uno de los tantos seres que asemejan físicamente a los humanos, pero representan países.

Humanos. ¡Cuán diferentes podrían ser! Añoraba la idea de ser uno: no tener su amplia y profunda memoria, carecer de recuerdos, poder olvidarlo todo con el simple paso de los años.

Suspiraba con demasiada frecuencia mientras observaba el panorama que lo acompañaba.

Observó su reloj, notando la poca cantidad de tiempo que había transcurrido desde que había tomado ese asiento, simples minutos.

Solía sentarse en la misma banca desde aquellos años oscuros donde sintió la traición de aquel al que más amaba.

Sintió sus mejillas heladas calentarse por las lágrimas que le provocaban esos recuerdos. ¡Cientos de años habían pasado y el dolor seguía siendo tan palpable!  Dinamarca no se interpuso, no hizo nada para protegerlo de sus otros hermanos. Permitió que Finlandia y Suecia lo arrancaran de su lado, no hizo nada.

Dejó escapar otro suspiro mientras secaba sus lágrimas. Los recuerdos eran tan nítidos...

Podía recordar cada detalle de ese día: los ojos azules de Anko brillando con una intensidad inhumana con su hermoso rostro manchado con su propia sangre, su hacha de doble filo con la sangre ajena... Y su sonrisa, tan ingenua como siempre mientras le quitaba su camafeo, lo único que representaba el lazo que los unía.

—Algunas cosas nunca cambian —susurró.

Observó al perro irse sin conseguir bocado alguno y a la mujer guardar el libro y marcharse de mano de su pequeña. Miró su  reloj una vez más. Ya era muy tarde, pero no estaba sorprendido, era normal la impuntualidad del otro. Suspiró y apoyó su espalda contra el respaldo del banco. Se permitió descansar, sentir el frío, la brisa helada y la soledad cortante como cuchillos.

—Lo siento, mi vuelo se retrasó —dijo su acompañante sacándolo de sus pensamientos. Le extendió un vaso descartable con café—. Lo siento, prometo que será la última vez.

Dinamarca se hallaba a su lado, con su gran sonrisa y el brillo característico de sus ojos.

—Siempre lo haces —respondió Noruega mientras se ponía de pie.

Cortos de amor, derrotas y otros placeres. [Hetalia Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora