Es hora de morir, Prusia.

574 57 6
                                    

—El paisaje siempre es el mismo —dice Ludwig. Observa el mundo por la ventanilla, todo lo que a ignorado por años. Observa el resto del infierno, las sobras de la batalla, la basura que quedó. Se siente culpable, realmente culpable. Lamenta la guerra que llevó a cabo.

Puedo ver el arrepentimiento en sus orbes celestes reflejadas en los sucios cristales de aquel viejo tren.

Voltea y clava sus ojos en mi. Busca las respuestas a todas las preguntas retóricas del mismísimo universo. Y no las tengo, no tengo ninguna de ellas.

Alguien golpea la puerta. Una, dos, tres veces, introduce la llave en la cerradura e ingresa. Es Francis. Se ve abatido y cansado. Su encanto cotidiano se ha perdido durante la guerra... Su cabello rubio, antes brillante y sedoso, luce apagado, ceniciento, sucio, y sus ojos celestes, puros como el cielo, poseen grandes y oscuras ojeras.

Sonríe al verme. La misma maldita sonrisa que usa siempre cuando algo no está bien.

Cientos de años de luchar espalda contra espalda me han enseñado a diferenciar sus gestos.

Mira a mi hermano y suspira.

—Alemania, necesito que vayas al salón por unos momentos.

Mi hermano asiente en silencio. Voltea y me dedica una mirada triste y nostálgica antes de marcharse. Francis toma asiento frente a mi. El sillón cruje bajo su peso. Guarda silencio y suspira. Espera, intenta retrasar lo inevitable.

La puerta vuelve a abrirse y entra Antonio. Su introducción a la escena no hace más que alterarme. No sonríe, no ríe. Se ve golpeado.

Pero... ¿No estamos todos así?

La desesperación crece en mi a cada segundo.

—Pedirán tu desintegración —suelta Francis. Y el silencio es infinito.

—¿Disculpa? —digo. Mi voz suena quebrada y frágil.

—No pude hacer nada, Prusia, no pude —dice—. Dejarás de existir Gilbert... Lo... Lo han decidido hoy.

—Escapa —dice Antonio. Me observa, sus ojos verdes reflejan miedo y temor. Es la segunda vez que veo esa mirada en él...

—Imposible —digo. Ellos me miran y buscan en mis ojos la respuesta a todas sus preguntas. Pero no las encuentran, y callan. El silencio es devastador como la mismísima guerra.

Francis se levanta y se va... Antonio tiene los ojos húmedos. Imita a nuestro amigo y desaparece tras la puerta. Y quedo ahí, solo.

Solo y desesperado. Observo por la ventana, un paisaje decrépito y absurdo que se alza ante mi tras los cristales.

Mi historia quedará en la nada. Se perderá en el tiempo, como lágrimas en la lluvia...

Sé lo que viene, sé sobre la despedida. Sé... Sé que es hora de morir.

Cortos de amor, derrotas y otros placeres. [Hetalia Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora