En el país, UsUk.

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Estoy cayendo. Siento mi cuerpo ganar velocidad a cada metro. Miles de objetos caen al igual que yo. Relojes, cuchillos, cucharas, sillas, mesas, tazas...

El agujero parece no tener fin. Me volteo y choco contra un colchón. Reboto y golpeo un reloj.

Un piano está por aplastarme. Cierro los ojos por el miedo, pero no siento el impacto. Los abro y el panorama ya es otro.

¿Dónde diablos estoy? Es una sala pequeña y decrépita donde pocos elementos quepan: nada más que muebles simples y una cubeta con agua. Sobre una pequeña mesa hay un dulce.

Lo llevo a mis labios y observo como la mesa y todos los demás objetos crecen. Miro desde mi nueva posición a mi alrededor, y logro visualizar una pequeña puerta, al intentar abrirla noto que esta cerrada. No tiene cerradura, no hay escape.

Siento como la desesperación crece en mí. Las rodillas se me aflojan y caigo al suelo. Finas lágrimas corren por mis mejillas. Aprieto los ojos con fuerza. Esto no puede ser real.

Al abrirlos, un bosque inmenso me rodea. Y un joven de anteojos, con cabello rubio y ojos celestes me ofrece una silla y una taza de té. El toma asiento al otro lado de una pequeña mesa llena de comida, relojes y vajilla rota.

Lleva un extraño sombrero. Se inclina ante mi y me entrega una rosa.

La acepto, aunque no se porque. Todo es como un sueño.

Me clavo una espina, una gota de sangre corre por mi dedo. Él la observa, sonríe y lleva la herida a su boca.

—No permitas que nadie te la quite —susurra observando la rosa. Su voz me resulta extrañamente conocida.

Ríe y todo a mi alrededor cambia, lo último que veo es su sonrisa.

Estoy en un castillo jugando un juego extraño.

—Arthur, tu turno cariño —dice una horrible señora.

No entiendo, observo mis manos. La rosa ha desaparecido y en su lugar sostengo un palo con punta de martillo. La mujer chasquea la lengua y usa mi turno.

Sostengo la rosa en mis manos, el palo ya no está. Cierro los ojos, la mujer grita "que le corten la cabeza". Siento la rosa más pesada, abro los ojos y sobre mis manos sostengo un arma.

Fijo la mirada en el cañón, está cargada. No veo ni a la mujer ni a su castillo.

Es de noche, y llueve. Llevo mi uniforme puesto. Alfred me mira y apunta su arma hacia mí.

Hago lo mismo, pero se que no podré disparar. Cierro los ojos, jalo el gatillo, nada.

Abro los ojos y observo mi cuarto, estoy solo, como siempre, con la respiración acelerada y las mantas enredadas entre mis piernas.

Todo normal y la luz del sol marcando un nuevo día.

Cortos de amor, derrotas y otros placeres. [Hetalia Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora