Desaparece, SuFin.

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La canción corre por los altavoces.

Es nostálgica, mágica. Habla sobre un romance perdido y oculto tras la dureza del pasado, que renace tras ver el rostro de quien ama... Pero es un error, solo un recuerdo distorsionado tras los cristales. Un falso y vacío anuncio que solo causa dolor y desesperación.

Es duro... Es el tipo de canciones que más odio, porque me recuerdas crudamente mi pasado. Me recuerda a él.

A sus estúpidos labios, a sus ojos azules tras sus gafas, a su mirada calculadora y fría, a sus cabellos dorados, a su seriedad y amabilidad cotidiana. Al cómo me alejé de él, a pesar del amor que siempre le profesé.

—¿Fin? ¿Eres tu?

Volteo, es Dinamarca, Mathias, mejor dicho. Sonríe y me acercó a él, está sentado sobre un banco. Huele a whisky barato y a cigarrillos.

—¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Nor?

Su ceño se frunce.

—Lejos, ¿y Suev?

Hago lo mismo que él: frunzo el ceño.

—Ten —dice. Extiende una botella hacia mí. Su sonrisa blanca y sus cabellos rubios brillan bajo la luz del mugroso farol del parque. Pero su alegría nunca se extingue. Es igual que antaño. Sonrió y me siento a su lado.

El alcohol baja quemando mi garganta trazando un recorrido similar al de una serpiente a través del desierto.

—¿Qué haces para pasar los peores momentos? —pregunto. Me mira, sonríe débilmente y suspira.

—Alcohol —dice. Suelta una carcajada y toma otro trago del pico—. No es una solución eficaz. Mira... Es imposible pasar esos momentos...

—¿Qué haces para superarlo?—reitero. Hace una pausa .

—Cuándo Nor se fue... No hice nada. Solo me decía "ya pasará, ya pasará". Pero el dolor empeora con el tiempo. La soledad... La soledad se profundiza.

Calla y suspira.

—Den... Me voy —digo. Me levanto, y ahí queda...

—Extraño ser una familia —grita. Escucho sus pasos a acercarse—. Extraño ser una familia —repite. Está ebrio. Se desmaya y cae al suelo.

—¿Qué hacen aquí? —es esa voz. Es él. Me mira y luego a Mathias. Chasquea la lengua—. Borracho.

Lo levanta y comienza a caminar. Suspira y voltea.

—¿Vamos? —dice.

Llegamos a su casa. Tira a Mathias sobre un sillón y me mira.

—¿Qué haces aquí, Suev? ¿Qué... ? —Y me besa.

Y mi mundo cambia. El dolor desaparece.

No necesito respuestas. No... No necesito nada más. Nada. Desaparece.

Cortos de amor, derrotas y otros placeres. [Hetalia Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora