Secretos de Arena, Itacest.

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Dejó la arena escurrir entre sus dedos. Estaba helada, como todo en ese solitario lugar por las noches.
Se acomodó la túnica y clavó sus ojos verdes en la luna; ésta se alzaba radiante ante sus mirada, con el mismo brillo que él en su tiempo había ostentado con orgullo.
El viento agitó sus cabellos castaños, murmurandole hermosas mentiras, ¿cuánto tiempo había pasado desde que la promesa fue echada al aire? ¿Tres, cuatro?
Quizás; la verdad es que ya no podía recordar con la claridad que quería.

La espera sería eterna, así fueron las palabras redactadas en el documento de su destierro. Suspiró al percibir un movimiento por el rabillo del ojo.
"Conseguiré que puedas volver". Escuchó el eco claro y nítido en su mente, desde su huida solo eran eso; ecos, ecos eternos y vacíos. Casi tan vacíos como él.
Un nuevo suspiro escapó por sus labios entreabiertos. Y ahí estaba otra vez: un destello apresurado ante los ojos de la luna.
Sintió pánico. El miedo inundó su cuerpo. Observó como una víbora se acercó a él.
No tuvo tiempo para reaccionar. El dolor era atroz, sintió el veneno del animal correr dentro de sí.
Se impulsó hacia atrás y se sujetó el brazo herido con fuerza. Ardía.
Y sus últimas palabras que escaparon suavemente de sus labios...
Despertó entre sus cálidas sábanas.
Una pesadilla, de esas que dejan sabor amargo. O quizás, solo era un recuerdo de entre muchos otros. Fue otra noche más, de esas donde no podía volver a dormirse.

Extendió su mano, para tomar el libro frente a él, atraído por el dorado en su viejo encuadernado. Una mano se interpuso en el camino de la propia.

Un escalofrío recorrió su cuerpo. Curioso, giró a mirar a la persona que pretendía llevar el mismo libro que él. Un papel arrugado y amarillento cayó al suelo en ese mismo momento. Un dibujo.
Lo tomó. Se sorprendió al observar el gráfico; un dibujo donde dos jóvenes gemelos se tomaban de las manos... y él era uno de ellos.
Era una copia de una ilustración en carbonilla, cual databa de cien años atrás. Sintió su piel helarse.
—¿Llevarás ese libro?
Observó a su interlocutor con ojos sorprendidos.
Era un chico atractivo de ojos verdes y cabello castaños. Le observaba con una expresión alegre.
Lo examinó con detenimiento; un rostro atractivo, todo pómulos y ángulos. Eran iguales. Demonios, el chico era demasiado parecido a sí mismo.

Desvió la mirada al dibujo que tenía en sus manos. El joven no dijo más, simplemente se dedicó a esperar una respuesta.
El joven que lucía como él en el dibujo vestía con una larga túnica. Percibió su rostro triste y preocupado. Miró extrañado al segundo personaje de la obra; parpadeo confundido y, volteó para observar el rostro del muchacho que acababa de hablarle.
Era casi idéntico al joven de la imagen.
Una punzada recorrió su brazo derecho.

Junto con el extraño dolor, una ráfaga de recuerdos lo golpeó de pronto.
Sintió la imagen cambiar; los jóvenes corrían, hablaban, jugaban... se besaban.
—Hey, ¿estás bien? —la voz grave del desconocido lo sacó de su pequeño trance.
Giró a mirarlo sobresaltado—. ¿Llevarás el libro? –repitió el joven con cansancio.
—¡Sí! –chilló, todavía aturdido. El desconocido dejó escapar un suspiro e hizo una mueca extraña.
—Oh, bueno –comentó despreocupado alejándose de allí.
Vio cómo su figura se alejaba de él. Y sin saber porque, sintió una inmensa tristeza.
—Espera... lo... Lo devolveré mañana.
El desconocido le regaló una pequeña sonrisa por sobre el hombro. Se sintió sonrojarse. —Vendré a por el.

Registró el libro con la bibliotecaria y corrió a su departamento.
Estaba confundido. Y extrañamente emocionado.
Las piezas del antiguo rompecabezas empezaban a encajar. Pensativo comenzó a hojear el libro. En sus páginas había ilustraciones similares al dibujo anterior. El joven que era idéntico a él era protagonista de todas ellas. A veces, en algunos dibujos, aparecía acompañado por el otro joven.
Se detuvo en un dibujo que captó totalmente su atención; una serpiente lo atacaba.
El joven se encontraba en un gran y desolado desierto, y una serpiente lucía amenazante a sus pies.
Intentó leer la inscripción de la imagen. Una lengua antigua, latín posiblemente...

Abrió los ojos con lentitud, su cuerpo estaba adormecido, no sentía sus extremidades. Finas gotas caían sobre su rostro.
Sabía que de un momento a otro, lo poco que quedaba de su vida se extinguiría.
Logró enfocar su visión y descubrir la fuente de las gotas...
Se sorprendió, no esperaba ver a su hermano allí.
—¿Feliciano?—preguntó con un hilo de voz, y haciendo fuerza para que las letras salieran de sus labios.
Más lágrimas cayeron sobre su rostro.
—No hables —susurró su acompañante.
Vio que acariciaba el dorso de su mano, pero no podía sentirlo, solo sentía dolor y un leve cosquilleo.
—Te amo.
Todo se torno oscuro... Y el eco de la despedida ajena: de las últimas palabras que recibió de su amado amante.
Golpeó su cabeza contra la lámpara de la mesa.
Se había quedado dormido en plena lectura.
Se levantó confundido. Las sensaciones del sueño aún seguían embargándolo.
¿Qué fue todo aquello? Intentó recordar el rostro de quien lloraba.
Pero solo veía una figura difusa. Feliciano.
El nombre era todo lo que había sido capaz de retener.
Revolvió su cabello con pereza. El libro yacía en el suelo, lo tomó y observó con atención los últimos dibujos.
La muerte misma. Él, mejor dicho, el joven que tenía su misma apariencia, yacía acostado en la arena, y a su lado, el otro muchacho le tomaba de las manos.
Los rostros no estaban bien definidos, no obstante, pudo percibir un gran pesar en la figura que velaba por la otra.
Una gran tristeza lo invadió. Cerró el libro de forma brusca. Y fue entonces cuando vio algo que, antes, había pasado por alto: el título y el autor de la obra.

"El secreto de la Arena, por Feliciano Vargas".

El mismo nombre que la persona de su sueño. Le dio otra mirada a los dibujos, ¿podría ser que se tratase de quien lloraba sobre si?
Sintió un escalofrío.
¿Cómo podía ser posible? Fue solo un instante, un instante más largo que hubiera experimentado jamás.
Esa noche, oleadas de recuerdos similares lo ahogaron en sus sueños.
Se vio a sí mismo hablando con el otro en un amplio jardín repleto de exóticas flores. Se vio besándolo. Riendo, teniendo sexo y discutiendo. Eran hermanos.
Vio como su padre los descubrió y amenazó con matarlos. Recordó cómo fue desterrado y el desierto, el desesperante e interminable desierto.
"El dolor de un príncipe al enamorarse" escuchó una suave voz haciendo un eco desgarrador en su memoria.
"Conseguiré que puedas volver". ¿Cuánto tiempo llevaba esperando?

Miró el reloj con impaciencia. Apenas era medianoche. Un trago, eso era todo lo que necesitaba.
Terminó en una cafetería de 24 horas, tomando té con canela y miel. Las pesadillas, los recuerdos o lo que fuesen no le habían permitido conciliar el sueño.

—Sabes, en las noches tengo pesadillas —dijo una voz desde la mesa de atrás. La persona que hablaba estaba de espalda a él.
—¿Qué sucede en ellas? —preguntó con un hilo de voz.
—Alguien muere, tendido en la arena. Y una cruel despedida.
Sintió sus músculos tensarse. Sabía de qué se trataba. Sabía a qué se estaba refiriendo.
Se levantó de su sitio. Tomó asiento frente al chico de la biblioteca.
—Tengo una pesadilla parecida.
—¿Que sucede en la tuya?
—Estoy muriendo... Y alguien llora. Digo mis últimas palabras, y todo termina, pero despierto antes de oír su respuesta –dice con nerviosismo.
—¿Su respuesta?—interrogó el desconocido.
—Digamos que mis últimas palabras no son tan profundas. "Te amo"... Interesantes últimas palabras —comentó el chico con sarcasmo.
—No lo entiendo –escuchó susurrar a su acompañante, tenía la mirada perdida, pensativa.
—¿Por qué me contaste sobre tus pesadillas? Bueno, solo digo, apenas y nos conocemos de vista.
—Por la misma razón que me contaste la tuya.
—¿Cómo?
—Es el mismo sueño que el tuyo, solo que desde la otra persona, yo soy quien llora... ¿quieres saber la respuesta a las últimas palabras?
—Si... quiero saberlas.
Un viento gélido entró por la ventana. Y un silencio desgarrador se apoderó del lugar.
—¿Leíste el libro?
—Si...

El chico observó su taza, la llevó a su boca, y, con una sonrisa, reveló uno de los secretos más escondidos del universo:

—Ahí lo dice todo..."Lovino, te esperaré en otra vida, en mil más, incluso en otros mundos si es necesario, todo hasta dar contigo". 

Cortos de amor, derrotas y otros placeres. [Hetalia Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora