El estudio de la mansión Cross, estaba ubicado en el segundo piso, una gran puerta de nogal negro separaba al estudio del pasillo.
La puerta estaba abierta.
Elliot observo a su padre, sentado en su escritorio revisando documentos, que seguramente estaban relacionados con la empresa. Usaba lentes de marco de plata, y el cabello rubio del mismo color que su cabello, estaba peinado cuidadosamente hacia atrás, dejando su frente expuesta. A sus 50, Isaac, se mantenía muy en forma, fácilmente parecía un hombre a finales de sus 30.
Vestía de traje, a medida y de diseñador. El chaleco destacaba un poco, porque era de dos tonos más claro que la chaqueta y el pantalón, pero eso en vez de desentonar, le daban una apariencia refrescante y moderna al conjunto.
Isaac Cross, en apariencia era el ejemplo vivo de hombre de éxito, el CEO moderno, que todos los hombres de carrera querían ser y que las mujeres harían cola para calentar aunque fuese por una sola noche su cama.
Pero Elliot sabía, que toda esa apariencia estilizada y elegante, eran solo un caparazón, el caparazón que ocultaba a un hombre mezquino, frío y calculador, un hombre despiadado.
En momentos como este, Elliot, se volvía a sentir como un pequeño niño asustado, las palmas sus manos sudaban y estaban frías, podía sentir como la ansiedad agregaba kilos de peso a cada uno de sus pasos.
Una voz contundente rompió el silencio del lugar.
—¿Cuánto tiempo más vas a estar ahí? —Preguntó Isaac, sin levantar la vista de sus documentos—. Entra de una maldita vez Elliot.
Siseo Isaac.
Elliot entró al estudio de su padre sin decir palabra alguna, por experiencias pasadas, tenía muy claro que cualquier justificación que tuviese, carecía de valor para su padre, sobre todo cuando él estaba así de molesto, decir algo nunca le traería nada bueno. En la mansión Cross, las cosas se hacían como el Sr. Cross quería, si no, simplemente no se hacían, hacer cualquier cosa más allá de la absoluta voluntad del Sr. Cross, estaba por completo fuera de lógica y de la ecuación.
Isaac se levantó de su asiento, se sacó la elegante chaqueta y desabotono las mancuernas de camisa en forma de letra "C" que tenían pequeños diamantes incrustados en todo el contorno, remango las mangas de su camisa, dejando al descubierto sus fuertes antebrazos, cubiertos por finos vellos rubios.
Cada uno de sus movimientos era calculado y elegante.
—Se puede saber, ¿por qué no asististe a la junta del consejo, como lo ordené?
Las manos de Elliot, que antes estaban frías y sudorosas, se convirtieron en puños, presionando tan fuerte que sus nudillos blanqueaban por la falta de circulación sanguínea.
—Ya tenía un compromiso ese día —respondió Elliot.
—¿Un compromiso?, eh.
Sin darle tiempo siquiera a respirar, un fuerte puño se impactó en el lado izquierdo del rostro de Elliot, haciendo que este se estrellara contra la estantería y dejándolo por breves segundos con las vistas nubladas. Elliot se incorporó con dificultad, y tocó el lado de su boca donde sentía el dolor sórdido del golpe, sangre, sus dedos cubiertos de sangre.
—¡¿Un compromiso?!, dijiste, ¡las putas no son compromiso! —gritó Isaac lleno de rabia, estaba tan fuera de su habitual apariencia calma, que las venas de su cuello se marcaban, casi grotescamente y su ceño fruncido hacía que los años que generalmente le pasaban desapercibidos, se acentuaran más en su rostro.
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Soy la villana de este cuento...
Roman d'amourKorina Lacroze, una exitosa ejecutiva de casi 30 años, nunca imaginó que transmigraría como la villana de "My first sweet love", un libro con una trama pegajosa, que había causado furor a nivel mundial y que a ella ciertamente le desagradaba... Porq...