12.4K 845 231
                                    

La habitación principal de la casa contaba con una cama gigantesca de endredón blanco y almohadas del mismo color tan suaves que Louis acostumbraba a compararlas con las nubes de los cielos que veían en su jardín. Contaba con un par de telas delgadas y transparentes a los lados de la cama, caían como cascadas suaves.

Las paredes eran blancas, lisas, perfectas para crear un contraste luminoso por esa gran puerta de ventanas que daba salida hacia un pequeño balcón con una mesita de café dorada y cristal, con dos sillas cómodas a sus lados. No había muchos muebles en el interior de la habitación, quizás la alfombra amarilla debajo la cama o el tocador de madera con detalles de desgaste para el estilo. Lo que no faltaría nunca, sería los mesones en lugares especiales o las estanterías de madera clara en las paredes, llenas de libros y fotoretratos o cientos de jarrones y macetas con flores y plantas hermosas. Todos propiedad de ese alfa de ojos como el bosque.

Su espaciosa y hermosa habitación tenía esa fragancia única de ambos. El olor almizcle del alfa, pero la dominación del mismo olor dulce y delicado del omega. Complementándose de una manera casi surreal.

Louis se mantenía de lado, con una almohada debajo de su barriguita que había aumentando un poco de tamaño luego de un par de semanas. Observaba el rostro de su alfa dormilón, con las pestañas largas cayendo en desliz de manantiales sobre sus altos y cincelados pómulos. El contrastes casi celestial de la entrada de la luz solar del inició de un nuevo día, definiendo los puntos claves y apreciativos del rostro del alfa, como si hubiera ido hecho a mano por Miguel Ángel.

La curva perfecta y marcada de su mandíbula, un filoso arco de cupido sobre sus labios carnosos de ese color berbellón y ese lunar debajo de ellos o el par de rizos curiosos que caen en bucle desordenado con ese color al chocolate oscuro y amargo, aun cuando de amargo no existía nada en esa criatura.

El torso desnudo, con el par de tinta que se dibujaban en el inicio de su abdomen o el final de los huesos de su pelvis, con la tinta de los laureles que tanto amaba besar, o los trazos de sus brazos que conocía de memoria detrás del tacto de sus dedos sobre él. Conocía cada lunar que danzaba en su cuerpo, como besos salpicados de historias en más vidas.

Simplemente no había un lenguaje existente en esa tierra que pudiera expresar lo enamorado que estaba de aquel hermoso alfa que apareció en su vida en el momento más necesitado.

Tan solo él era un universitario de veinte años que salió de su casa en búsqueda de una nueva vida, sin empacar sus recuerdos y memorias, pues él era fiel creyente de que crearía nuevas. Quizás era iluso, confiando que todos podían tener las mismas intenciones, cuando a veces el mundo se rige a base de poder y avaricia.

Cuando quería guardar todo de nuevo, regresar a los brazos de su madre y encerrarse en un frasco de cristal, después de una decepción amorosa y del rechazo y desvalorización de su esfuerzo. Sería tonto decir que la suerte había sido, pues él creer que cosechó de todas sus buenas intenciones para que el río recompensará con cosas buenas. En ese momento, Harry apareció en su vida, una recompensa.

Un alfa de ceño fruncido y palabras formales, con repuestas cortas y frías, pero de ramos de flores hermosas y tartamudeos cuando intentaba alargar su aspecto; lo enamoró, redondito a los brazos de él.

Y de repente, una vida con él fue un sueño que deseaba tomar en sus mañanas con un té para dos de compañía.

Él no solo había aceptado que Harry entrará a su vida y uniera de sus trozos rotos, su omega lo considero su alfa antes de que él mismo aceptará sus propios sentimientos.

Los besos con sabor a café y las risas de melodías angelicales. Las caricias de la seda misma del Olimpo y los secretos que se guardarían bajo llave. Las cenas de estómagos llenos y las tardes de bailes sobre la alfombra. Las cartas de poemas sobre amor y canciones de alegría para endulzar de sus vidas. Era el amor que tanto espero de su vida, ese que le decía su madre que encontraría. No eran historias de hadas, aunque a veces creía, solo creía haber encontrado al alfa que su omega había esperado.

little piece of sky ↳ larry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora