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Harry en verdad quería ir detrás de su omega y tocar esa puerta rogando por un perdón que ni siquiera se sentía capaz de pedir, pero había visto esos ojos. Esos hermosos ojos color cielo bebé, rotos y llenos de un océano que pedía derramarse y lo entendió.

Por más que su alfa estuviera rasgando su piel desde las entrañas para ir detrás de los pasos de Louis, Harry era una persona y tenía ese sentido racional que dejó apaga un momento. Louis necesitaba su espacio y él no debía interrumpir.

Suspiró hondo, sintiendo todo su sangre aún hervir entre burbujeos, presionó las manos en puños, sintiendo sus garras filosas perforar un poco de su piel y contó hasta diez. Respiraciones densas y el aun olor que su omega dejo en su camino, deteniendo el sentimiento de furia.

Volvió hacía la cocina, donde había dejado al alfa anterior. Ahora, él estaba de pie, sosteniéndose con la barra junto al lavabo, parecía tener un dolor intenso, manteniendo sus ojos entrecerrados.

Harry se aclaró la garganta, retirando su saco negro.

El alfa se alarmó, colocándose en defensa con sus colmillos expuestos, pero parecía tan adolorido que se veía como un cachorro dañado.

—No te haré nada, puedes estar tranquilo —explicó, su voz ronca y rasposa, ligeramente temblorosa por el peso de su corazón.

El alfa pareció creerle o era lo que le quedaba. Parecía ser un buen sujeto, en otra circunstancia Harry hasta pudo creer que sería interesante entablar una conversación con él, pero no, tenía que tener un peso de todo sobre sus hombros hasta llevarlo a un límite inaudito. No era excusa, ninguna excusa existiría a la razón de haber lastimado a su mayor tesoro.

Se acercó al cajón junto el refrigerador, buscando el frasquito de Aspirinas que su omega había dejado cerca para los dolores que él solía tener. Tomó una píldora, pero negó con la cabeza tomando otra y sirvió un vaso de cristal con un poco de agua.

—Toma. Bebe esto —extendió las píldora y el vaso al alfa, que se arrastró como pudo hasta la silla de la barra donde antes había estado. El ojimiel salto su mirada entre las cosas que extendía y su rostro, con el entrecejo fruncido. Harry de contuvo a gruñir—. Calmara el dolor de cabeza. Tienes que beberlas —ordenó, frustrado.

El alfa se resignó en una exhalación, tomando las píldoras y luego el vaso, bebiendo todo rápido.

—¿Cuál es tu nombre?

Harry ni siquiera tenía idea del nombre del alfa. Solo había querido romperle el cuello en dos. ¡Qué más daba lo demás!

El alfa hizo un gesto, cerrando sus ojos un momento por el espasmo de dolor que seguramente vivía.

Él solo una vez sintió eso, cuando era joven. La voz de un alfa cualquiera no podría dañarlo aunque lo intentará. Literalmente, era como el aullido de un gatito, pero cuando tan solo era un cachorro, su padre uso su voz con él, logrando que un punzante dolor perforaba desde sus oídos hasta su cerebro.

—Liam —dijo, masajeando sus sienes y respirando pesando—. Liam Payne.

Tal como una bombilla sobre su cabeza, el nombre se volvió familia y pronto, encontró la razón. Era ese alfa, el alfa que su omega le había hablado centenares de veces, su mejor amigo de la infancia. Había golpeado y aterrorizado al mejor amigo de su esposo. Alguien denle un premio al mejor esposo del año.

—Quiero disculparme, no debí usar mi voz contigo.

Harry era sincero. Él sabe el daño que pudo haberle causado si el tono hubiera sido mayor. Admitía su error. Había crecido con una hermosa madre que aun sin importar su casta alfa definía que el pedir perdón era un regalo silencioso para aquello que te ha dañado.

little piece of sky ↳ larry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora