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Louis está sumergido en la canción que tararea, esa que escuchó hace unos días atrás y no sale de su cabeza.

Derrite un poco de chocolate negro, meneando la espátula en el tazón de porcelana que metió al microondas. Durante tantos días tuvo un insistente antojo de fresas bañadas en chocolates y ayer por la noche su alfa apareció con fresas frescas que consiguió en un mercado local. Su color era de un rojo intenso y parecían demasiado jugosas, Louis realmente no pudo contenerse y comió un poco cuando las vio pero se prometió bañarlas en chocolate ese día. 

Había tenido una mañana y parte de la tarde un tanto largas. Despertó temprano, apenas el amanecer se comenzaba a levantar, así que preparó una taza de té y se sentó en la cómoda silla del balcón para apreciar el espectáculo del amanecer con los mágicos colores que deslumbran en los cielo, aunque algunas veces, su visión se perdía directamente al interior de la habitación entre las puertas de cristal.

Su alfa dormido sobre la espumosa y calientita cama con el rostro relajado y un respirar tan tranquilo, su espalda desnuda con la hermosa curva y los marcados omóplatos, resoplando de vez en cuando. No tuvo el valor de despertarlo, verlo descansar cómodamente y lo hermoso que se veía fueron más que nada, permitiéndole descansar solo un poquito más.

Al terminar su taza de té, se acercó a pasos silencioso hasta estar lo suficiente cerca a la cama. Despertó a su alfa con besos salpicados en su rostro, párpados, mejillas, mentón, nariz y finalmente sus llenitos labios. Harry se sorprendió al verlo tan temprano despierto y con tanta energía pero aun así, lo atrapó entre sus manos, hundiéndolo un rato más en el colchón entre las quejas y risas del omega y solo para besar incontablemente sus labios y acariciar la hermosa barriga que crecía un poco. 

Cuando cinco minutos se convirtieron en quince a Harry se le hacía tarde. Louis preparó un poco de avena siguiendo una receta de internet porque repitamos, no era un buen cocinero y la decoró con miel y fresas picadas y un una taza de café sin azúcar para su alfa. Harry desayunó tan rápido, contando un par de avances sobre el último proyecto en marcha mientras Louis lo veía comiendo un par de fresas frescas. 

Al despedirse, el pecho de Louis se sintió hundir y es que siempre pasaba el mismo sentimiento al ver a su alfa marchar, si por él fuera conservaría a Harry todo el día en la cama solo para llenarlo de besos y montones de comida. Extrañaba los brazos de su alfa alrededor de su barriga o los besos salpicados como estrellas en su rostro, la voz enronquecida de él hablar durante horas o las risas como poesías celestiales. 

En otro lado, su cachorro comenzaba a crecer un poco más. Louis siempre delgado y algo pequeño y al enterarse de que estaba en estado deseó tener una gigantesca barriga, casi del tamaño de una sandía, solo para presumirla pero aun a sus avanzados meses, su barriga era pequeña y eso lo ponía demasiado sensible, aun así su alfa le repetía que era hermosa, perfecta barriguita decía y de alguna manera eso lo ponía mucho más feliz. 

Descubrieron que la voz de Harry tranquilizaba al revoltoso cachorro apenas lo escuchaba hablarle, y no mentiría Louis al decir que muchas de las veces en las escenas en las que Harry se arrodillaban frente a él para hablar con su lobito un poco travieso, él terminaba llorando mares. 

El sonido de la puerta abrirse en el vestíbulo, seguido por un par de movimientos y la voz consecutiva de su alfa lo puso casi a estallar de felicidad, exactamente a tiempo, sin fallos. 

—He llegado. ¿Pequeño? ¿Dónde estás? 

Escuchó a Harry llamarlo unos minutos después. Louis hubiera salido corriendo pero aun seguía su labor y no podía abandonar el chocolate o se volvería solido de nuevo y apenas había bañado dos fresas. Aunque su omega estuviera chillando por olfatear y hundir en besos a su alfa, tenía que esperar, él vendría, siempre lo hacia.

little piece of sky ↳ larry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora