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—Conall.

Harry llamó en voz alta y clara desde el otro extremo del jardín. Los brotes eran frondosos y vivos, el cálido calor de los rayos del sol envolvía el pequeño montón de flores, llenando de vida ese hogar. La primavera estaba iniciando. El alfa estaba de rodillas con el delantal de jardinería y la pala de jardinería en uno de los bolsillos y la mancha de tierra en su mentón.

El niño levantó su mentón de su pequeña pelota de colores que sostenía en sus diminutas manos. Clifford también alzó sus cabeza con sus orejas al alto, sentado junto al infante, con su lengua de fuera y haciendo reír a él con las grandes gotas que derrama del áspero músculo.

—¿Puedes pasarle a papá ese sobre de semillas de hortensias? —apuntó la pequeña canasta a metros de Conall.

Asintió rápido, haciendo que los delicados rulos se sacudieran suavemente.

El cachorro se puso de pie, dejando olvidada la pelota. Tambaleando un poco cuando sus regordetas piernas estuvieron fijas en el césped. Rió un poco cuando la hierba hizo cosquillas en sus pies desnudos, una sensación de cosquilleo en sus plantas. Caminó a pasos cortos y con Clifford siguiéndole para evitar que cayera y pudiera lastimarse.

Conall al tener sangre pura hacía que su crecimiento fuera más rápido que el común. Sus instintos eran diferentes y el desarrollo era agudo, era parte de su naturaleza sabía. A tan poco de cumplir un año, Conall podía dar pasos sin caerse tanto y mencionar algunas palabras entre balbuceos.

Sostuvo un sobre de la canasta, uno de flores amarillas, eran bonitas. Los ojos azules con toques dorados se abrieron alto mientras las vió, alzando de ellas para que su padre pudiera verlas.

Harry negó con la cabeza. El cabello castaño como el chocolate tenía centella del sol como la miel, ligeramente más largo y los rastros de barba en su rostro.

—No. Esas son mimosas amarillas.

—Rillo —gritó Conall, sacudiendo el bolsa de semillas. Clifford ladró, dando una vuelta.

—Si, cachorro, son amarillas, pero necesito las hortensias. Son rosadas como el pijama de mamá —indicó como recordatorio para el infante.

La pequeña luz sobre la cabecita del cachorro se encendió y asintió rápido. Él conocía el color rosado, también le gustaba, el rosado era un color lindo y Louis solía usarlo, delicado y suave, como el algodón de azúcar que le gustaba comer a escondidas de su madre cuando papá decidió que podía probar un poco.

Hurgó un poco en la canasta, encontrando la imagen de un par de pequeñas flores en brote rosadas, brillantes. Alzó el sobre en el aire, emocionado.

—Rosa —gojeó animado.

El alfa asintió, deslizando la sonrisa de orgullo de su inteligente cachorro.

—Buen chico. Traelas con papá, cuida tus pasos al venir conmigo.

Conall asintió, abrazando el sobre de semillas en su pecho mientras daba largos pasitos con sus gorditas piernas. Siendo seguido por el pequeño Clifford. Ambos tenían una increíble amistad, eran tan pequeños que juntos crecían, haciendo travesuras y descubriendo el mundo pata a pata.

—Papá, te —extendió el sobre a su padre. Feliz de haber ayudado.

Harry se inclinó a besar la nariz del cachorro, la pequeña nariz similar a la de su omega, un botón blanco en su rostro.

—Gracias, cachorro. Eres un buen chico.

Conall sonrió, tímido y pequeño, asintiendo feliz a los halagos de su padre. El pequeño y único hoyuelo de su mejilla izquierda floreciendo ante el blanco manto de mejilla suave. Le gustaba enorgullecer a Harry con pequeños detalles y aprendizajes.

little piece of sky ↳ larry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora