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Louis suspiró cansado, sentándose en el borde de la cama de su habitación compartida con su alfa.

Sus ojitos se sentían cansados y su espalda le dolía horrores igual que sus tobillos. Había cumplido su semana treinta y uno de estado, lo cual significaba que estaba tan cerca del final. Su barriguita era casi del tamaño de un melón enorme, simplemente la amaba.

Sus manitas eran ridículamente pequeñas al colocarlas sobre la pancita para saludar a su cachorrito. Apenas las manos de su alfa lograba abarcar una gran amplitud de ella.

Los períodos de estado en omegas varían entre ocho a nueve meses, dentro de la semana 32 a 40 era probable señalar el período indicado y saludable para los cachorros. Esos últimos días el omega de Louis lo resintió, sintiendo necesidad constante de tener a su alfa a su lado, recibiendo toda la atención posible de Harry para él solito.

Algo primordial, era que era momento de amar su nido. Harry propuso hacerlo él con gusto, era común que los alfa lo hicieran, pero Louis era terco y quería intentarlo él solo. Locas idea de su cabeza. Lo había alargado muchas semanas, así que el fin de semana previo a ese miércoles por la tarde, le pidió a su alfa que lo acompañará a revisar algunas tiendas para conseguir cobijas, almohadas, cojines y más para su nuevo nido y el de su bebé.

Harry suplicó ayudar, con ojitos verdes ansiosos como brillantes estrellas y un dulce puchero en sus labios rojos como las sandías. Louis le dijo que podría hacerlo, pero quería iniciarlo él solo primero. Al mismo tiempo de lo mucho que amaba su período de estado, sentía un extraño peso de impotencia en su pecho. Él siempre fue una persona independiente y lista para no dejarse pisotear por nadie, pero al conocer a su alfa, se volvió dócil y sumiso la mayor parte del tiempo. No lo juzguen previamente.

A Louis le gustaba, amaba ser cuidadoso y cariñoso con Harry, pero sumando el embarazo, quería volver a ser activo y velar por su propio bienestar. Sentirse listo y suficiente para cuidar a esa pequeña criatura que era fruto de su inmenso amor por Harry.

Decir que le aterraba la maternidad era poco. Pocas personas lo decían, pues pintaban todo con brochas de pintura rosada, pero la verdad es que era más difícil de lo que alguna vez pensó. Ni siquiera ningún curso o libro podría ayudarlo. Tenía días increíblemente bellos, pero otros, todo se sentía caer como baldes de agua helada y eso estaba bien. Louis de verdad agradecía tener a un lado a su alfa, siempre comprensivo y paciente.

Estaba decidido a construir su propio nido, él solito. Llenarlo de dulce amor que solo sentía por si bebito y de las más calidad y espumosas almohadas, pero allí mismo, sentado en su cama con sus ojos puestos en el rincón de la habitación que decidió iniciar su nido, solo sentía una presión y cansancio arropar su cuerpo.

Había usado todo su tarde en ello, todo lo que podía dar de si mismo y solo se sentía miserable luego de más de cinco intentos.

Su nido era feo.

Feo a más no poder.

Nada le gustaba, absolutamente nada. Era el nido más horrible que había visto en su vida y se sentía herido. Había hecho y desechó el nido todas esas veces y nada le gustaba, era difícil. Sentía que no había suficientes almohadas o que era demasiadas, que la base le faltaba ser acolchonada o que no combinaba con el estilo de la habitación.

La primera lágrima de frustración y de agotamiento escapó de sus labios, dejando el sabor salado en su boca. Llevó sus manos sobre su barriga, debajo de la camiseta de algodón que robó del lado del armario de su alfa, con el delicioso olor de él y el suyo unidos.

—Lo siento tanto pececito —balbuceó roto, frotando la pancita. Su bebé había estado algo inquieto esa mañana, pero desde que Louis le dijo que haría su nido, él se mantuvo tranquilito—. Mami se esfuerza muchísimo. Lo prometé.

little piece of sky ↳ larry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora