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—Cachorro. Ven aquí.

Conall alzó su mentón. Sus rizos eran más abundantes, después de que Louis se negará a cortarlos meses atrás. Estaba sentado sobre la alfombra, con un gigantesco mohín entre sus labios rosados.

—No, papá. No quiero —atacó, cruzando cortos y regordetes brazos frente a su cuerpo, con su pequeña figura molesta.

Ligeramente sintió un suave dolor en su pecho por la repentina negativa de su cachorro. Hacía menos de cinco minutos, Conall había estado riéndose a carcajadas en el regazo de Harry mientras él besaba sus mejillas y le hacía cosquillas con la barba.

—Conall, cielo, ¿qué sucede? —preguntó amoroso Louis, se encontraba ahora él sentando en el regazo de su alfa y extendiendo una de sus delicadas manos al niño a unos cuantos metros—. Ven con mamá, amor. ¿Puedes?

Conall miró la mano de su madre un poco más, con ojos un poco acuosos con ese tono claro azulado y los ligeros destellos verdosos que Louis aseguraba cada vez que lo veía.

Sus facciones eran aún aniñadas, pero con una mejor forma, desde la delicadeza del arco de su nariz de botón o la forma de sus ojos, también la manera que sus mejillas eran suaves o el notable hoyuelo de solo una de ellas.

Era inicios de verano, es por eso que el cachorro solo usaba una camiseta amarilla con estampado de conejos y un corto pantalón de vaquero, sus pies estaban desnudos, libres, como a él le gustaba. En ese momento, el cumpleaños número tres de Conall había pasado un par de meses atrás y poco a poco él iba creciendo a los ojos de sus padres.

A veces, Harry quería tomarlo y esconderlo entre sus brazos durante el tiempo que fuera necesario, quizás una eternidad, temía que la vida fuera lo suficiente cruel con ese rayo de luz, pero era la parte de crecer o eso era lo que Louis le decía.

Cada vez que Conall comenzaba a correr y sus nervios se ponían de punta al ver que podía herirse, él quería detenerlo y volver a meterlo a su nido, pero Louis se lo prohibía, tenía que caer para aprender a levantarse, y así fue, después de la tercera vez que Conall se tropezó al perseguir a Clifford, sus padres lo vieron a la distancia, el cachorro solo se levantó del piso, sacudió sus pequeñas rodillas y siguió corriendo como si nada hubiera pasado.

Sentía que estaba creciendo tan rápido que Harry creía que era suficiente, sentía que se quedaría seco de tanto sentimiento al verlo convertirse cada día en un lobo, aunque su esposo se burlara de su dramatismo.

Como esa vez que Harry lloró fuera de la puerta del baño cuando Conall le pidió que lo dejara solo en su asiento entrenador para hacer popo en su privacidad o cuando aprendió a usar sus cubiertos sin ensuciar el piso, también como esa vez que Louis le enseñó a escribir su nombre, aunque fuera complicado de leer y apenas lograba entenderse, Harry lo enmarcó y colocó justo sobre el escritorio de su oficina.

Pero también, el crecer de Conall venía con sus malos días y su descubrimiento que solía ponerlo de nervios, ese era uno de esos malos días.

Desde que despertó, comenzó a llorar porque no quería salir de la cama, aún cuando era domingo y parecía un maravilloso día de verano para pasar en familia.

Conall se puso de pie, gruñendo apenas audible con su pequeña cabeza agachada, arrastró sus pies desnudos sobre la alfombra hasta estar un par de centímetros de sus padre, con su dedo tocando la rodilla de Harry.

Louis posó dos de sus dedos debajo de la barbilla del menor, dando un pequeño empujoncito para ver ese par de grandes ojos azules con estrellas centellares, sus mejillas estaban pálidas y los lagrimales inundados.

little piece of sky ↳ larry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora