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Londres, Inglaterra.

En una de las tantas ventanas de la enorme mansión se podía ver a un atractivo alfa de largo cabello negro que leía pacíficamente un libro que llamó su atención por el inusual titulo que le otorgó su autora. Aros, un libro que cuenta diversas historias, probablemente ficticias sobre esos típicos asuntos que molestan a cualquiera pero que son ignorados por los demás al no ser problema suyo y el que llamó su atención fue la presión social y familiar. No podía parar de leer ese capitulo por una sola cosa.

Él sentía esa presión día a día tratandose del primero de su generación en cuanto a la familia Olsson.

—Erik, ¿Puedes bajar?—esa voz femenina lo sacó de su nube, solo era su madre, y ni siquiera la escuchó llegar—. La carta de los Larsson acabó de llegar.

Él asintió y dejó el libro entreabierto con un lápiz sobre la mesa frente a él. Escuchó el suspiro de su madre cuando se levantó, dejando ver su ropa. No era la clásica ropa europea, era una vestimenta tradicional asiática, o más bien de China.

Él tambien soltó un suspiro y siguió a su madre escaleras abajo donde se encontraban sus hermanos junto a su padre y el servicio, se podía decir que ya sabía que aquello no sería una conversación calmada con su padre, sería un desastre. Todo eso lo vio en su mirada de desaprobación al ver su ropa.

Tomó asiento quedando frente a su padre, una taza de té le fue servida al instante y con el chasqueo de los dedos de su padre el servicio se retiró del lugar tras hacer una reverencia ante ellos.

—¿Qué dice la carta?—preguntó Erik tomando la taza para llevarla a sus labios sin despegar la mirada de su padre.

—Tu prometido, Olivier Larsson está listo para el matrimonio—informó—. Así que de ahora en adelante dejarás de vestir ropa asiática y tu cabello será cortado o te estorbará en alguna cacería, tambien debemos deshacernos de esa cosa en tu frente.

—No. No dejaré de vestir así solo que tú lo dices, y no, no cortaré mi cabello. Si no te gusta no me mires, solo ignórame al igual que siempre y listo.

—Erik Olsson. Si te digo que se harán cambios en ti, es porque se harán los malditos cambios en ti quieras o no.

—Entonces no me casaré.

—¿Y dañarás la reputación de un omega? Porque de seguro todo Suecia lo sabe ahora.

Erik entrecerró sus ojos y sin dar una palabra más se levantó a costa de los gritos de su padre ordenándole que se sentase de nuevo, pero no lo detuvo y así huyó hasta la parte trasera de la mansión, allí solo escaló un árbol para esconderse entre sus ramas haciéndose un ovillo y deseando ser alguien más.

Le era jodido tener tanto con que cargar desde que solo era un niño hasta ahora, pues él tenía que ser el ejemplo como cada uno de su generación.

Por toda mansión se extendían los llamados hacia Erik, la servidumbre lo buscaba por todos lados sin embargo no hubo resultado hasta que él mismo se apareció de la nada caminando a pasos lentos hacia quien sabe donde.

Despues de ver eso los sirvientes corrieron a la oficina de su patrón a avisarle que su hijo había pasado caminando con un par de hojas en su cabello hacia algún lugar de la mansión, por lo menos sabían que estaba bien, pero ¿En dónde?

Oh, bueno Erik solo fue a la biblioteca para recostarse en el piso colocando su cabeza sobre el regazo de su hermana menor, Stella mientras ella leía un libro y acariciaba su cabello puesto que ella sí sabía de ese lugar en donde se escondía Erik despues de una discución con cualquier pero era un secreto de ambos, uno que nunca revelarían o al menos eso fue lo que se prometieron el uno al otro cuando eran pequeños niños a los cuales no se le había jodido la infancia por un obsesionado con la cacería de criaturas.

The pleasure of darkness [omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora