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Aquel lugar se sentía tan cómodo que ni siquiera lo podía creer, era hasta más cómodo que su propia cama y había un aroma a avellanas por el aire.

¿Acaso había muerto y estaba en el paraíso?

No lo sabía, pero de verdad no quería abrir sus ojos para averiguarlo, siempre que los abría su bienestar se esfumaba. Intentó recostarse de lado, pero se detuvo al instante tras un punzante dolor en sus costillas que lo hizo gritar y que de igual forma lo obligó a abrir sus ojos, sin embargo, él lugar a su alrededor era muy diferente a su habitación.

Había algo que se distinguía más que nada en toda la habitación eso era un hombre tal vez que leía un libro de forma tranquila.

O eso pensó hasta que el contrario lo volteó a ver y con esto los escalofríos en su cuerpo se incrementaron a tal punto que cayó sobre la cama nuevamente, solo para soltar un grito más del dolor.

—Por favor, deja de moverte tanto. Ya tienes dos costillas rotas y no creo que quieras más—susurró despegando su vista del libro—. Por ahora solo acuéstate allí.

Las palabras no salían de su boca por más que él deseara por lo mínimo preguntar que hacía allí.

—Y mejor ahórrate el buscar tus dagas, ya las boté—volvió a decir, esta vez levantandose de la silla hasta pararse a los pies de la cama—. Mejor no intentes nada, tesoro.

El Shinria se sentó a los pies de la cama, sin quitarle la vista de encima, hasta que regresó su vista al libro que tenía en mano. Una de las manos del Shinria paró en la pierna de Erik, apenas acariciando esta, pero Erik aún no entendía nada de lo que estaba pasando, y recordó porque lo mandarían a Inglaterra antes de que terminara la temporada matrimonial.

Probablemente estaría enlazado a un Shinria, por más que no quisiera.

Molesto, alejó su pierna y se recostó sobre la cama nuevamente. Ni siquiera sabía que pensar en esos momentos, además de formas de salir de allí, pero ninguna parecía funcionar y él tampoco sabía como reaccionaría el Shinria que hasta ese momento se había mostrado calmado, y no sabía cuanto duraría así.

Con sus manos empezó a buscar en cada parte de su ropa donde escondía incluso navajas pequeñas, pero no había nada.

—Ya te lo dije, vacié todo—Erik chasqueó su lengua—. Supongo que tienes hambre, ¿no?

El Shinria se levantó de la cama y se dirigió a la mesa que estaba frente a la cama, allí había una cesta de la cual sacó un pan y lo tiró hacia Erik, quien lo atrapó para alejarlo de su rostro al segundo.

Sus fosas nasales incluso le dolieron tras sentir el fuerte olor a picante que tenía el pan por más delicioso que se viera, no se lo comería. Incluso creyó que podría morir con tanto picante que lo hizo toser poco despues.

—¿Hay algo más?—se atrevió a preguntar.

—Solo fruta y vegetales, supongo que debes saber que no se come carne de animal aquí.

—Pero la necesito.

—O eso crees porque es lo que te dijeron toda tu vida—respondió, ladeando una sonrisa burlona—. Oh, y mi nombre es Ludvig.

—No lo necesito.

—Sí, sí, di lo que desees si igual no es como que me interese.

Erik desvía su mirada hacia el pecho semi descubierto del contrario, viendo detalladamente la extraña, pero enorme. Esta era roja y tenía cierto patrón que parecía fluir en toda su extensión hasta que terminaba. Ludvig se acercó hasta Erik a pasos lentos hasta volver a sentarse en la cama, acercandose a él para tomar su mano y llevarla con delicadeza a la marca en su pecho.

—Erik, esto es lo que nos une, quieras o no.

—No, esto es lo que nos obliga a estar juntos, queramos o no.

Ludvig soltó un suspiro y se separó del pelinegro, regresó hasta la mesa y de la cesta sacó una pera que lanzó a Erik.

—De tantas personas, un Olsson—susurró y tomó su libro—. Ahora solo come, ¿sí? Ya luego te duermes.

De algún modo Erik pudo sentir un ligero dolor en su pecho tras escucharlo, pero solo negó rapido y empezó a comer la fruta en silencio sin dejar de ver sigilosamente todo a su alrededor, pero a decir verdad el sol parecía no entrar allí. En ese momento solo eran iluminados por pequeñas lamparas que estaba alrededor del lugar, aquellas eran de un Shinria de luz, pero no producían calor.

La tensión pareció crecer de un segundo a otro para Erik puesto que la mirada del Shinria seguía sobre él, pero desde su perspectiva parecía volverse cada vez más intensa, hasta que ya harto de eso le tiró la fruta en su mano, sin embargo, lo unico que escuchó fue a esta crujir al ser devorada y como por arte de magia ese desagradable olor a sal volvió a invadir sus fosas nasales. Siendo al Shinria frente a él una de las ultimas cosas que vería antes de cerrar sus ojos y caer profundamente dormido.

The pleasure of darkness [omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora