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La mente de Erik divagaba al ver como Ludvig se metía lentamente en el agua que él sintió helado al tocarla con su pie izquierdo. ¿Cómo es que para él sí estaba bien? ¿No que el frío era mortal para los Shinrias de fuego?

Decenas de preguntas similares a esas se paseaban por su mente y de alguna forma necesita escribirlo, quería que su padre supiera de eso y de cómo viven en realidad los Shinrias. A decir verdad, sí se sentía engañado pues durante toda su vida se le fue dicho que al otro lado del ya desgastado muro de piedra todo era completa oscuridad, también le era dicho que de cada arbol colgaban ciertos esqueletos que eran colgados tras haber sido alimento para Shinrias. Lo peor era que el lugar era todo lo contrario, más bien parecía un pueblito humano donde todos se conocen y cada uno coopera para ayudar en cualquier cosa.

Algo confundido, Erik se cruzó de brazos y negó rápidamente con la intención de ordenar de nuevo sus ideas, pero se vio interrumpido cuando las manos de su acompañante se posaron sobre sus muslos, mojando con eso su ropa. Sus manos estaban un tanto frías por lo que Erik sintió, pero igual no quiso bajar la mirada para verlo ya que bueno él estaba desnudo, aunque igual no lo podía juzgar porque despues de todo se estaba bañando.

—He notado que tienes el hábito de sacudir así tu cabeza cuando piensas mucho—dijo acercandose más a Erik para tomar sus manos—. Siempre lo has tenido, desde niño. ¿Lo recuerdas?

—¿Me has estado vigilando desde que era un niño?—preguntó indignado.

—No es eso—murmuró desviando su mirada—y tú ya debes bañarte, llevas más de una semana sin hacerlo.

—Eso está helado—apartó sus manos de las del contrario—. No quiero morir de hipotermia.

Ludvig se separó de él y nadó hasta medio lago sin quitar su mirada de Erik. De repente, el agua a su alrededor empezó a burbujear tras unos segundos.

—¿Qué haces?—gritó Erik alejándose un poco.

—Tú dijiste que estaba helado—respondió Ludvig, acercandose nuevamente a la orilla—. Puedes acercarte y meter tu mano en el agua, no te jalaré ni nada así, pero necesitas un baño antes de empezar a apestar.

Aún con desconfianza Erik se atrevió a acercarse a la orilla bajo la atenta mirada del Shinria y como lo había dicho, no lo empujó ni salpicó apenas Erik metió su mano en el agua ahora tibia.

—Entonces puedes calentar todo tu cuerpo y hacer esto, ¿no? Sus mejillas están enrojecidas.

—¿Te meterás o te tengo que tirar al agua?—dijo desviando el tema a la vez que tomó con fuerza la muñeca del contrario, pero evitando lastimarlo.

—¿Por qué lo haría? No apesto como dices.

—Erik, mi olfato es muchas veces más agudo y puedo sentir la peste proveniente de tu cuerpo. De hecho cualquier Shinria lo sentiría.

Erik entrecerró sus ojos.

Sabía que sí forcejeaba sería hundido, pero tampoco se podía quedar allí quieto ya que de igual forma terminaría en el agua. Y también había otro detalle sobre ese "baño", era su ropa. ¿Acaso se la debía quitar? ¿De verdad?

—Te apena que vea todo, ¿no?—dijo Ludvig alzándose un poco—. Hagamos algo, ¿sí? Yo me voy al otro extremo y tú te quedas de este lado.

Ludvig soltó la mano de Erik y con cuidado y regresó al agua hasta nadar al otro extremo del lago, tal y como había dicho, solo que desde el punto de vista de Erik él se veía bastante pequeño y no pudo negarse que algo adorable.

Quitó con cuidado su ropa y empezó a dejarla a un costado suyo hasta quedar unicamente en ropa interior (un pantalón hasta sus rodillas de seda) mientras sentía la brisa fría recorrer su cuerpo hasta llegar a sentir el agua tibia rodear su cuerpo semi desnudo.

Al otro lado del lago, Ludvig elevó su dedo pulgar sacando una pequeña risa del contrario quien se empezó a relajar poco a poco. Algo inimaginable para alguien quien había sido criado con ese pensamiento de que los Shinrias son demasiado peligrosos y aunque sí lo eran, Erik solo pensó que tal vez no tenían la razón, tal vez ellos también llegaban a sentir algo más que solo las ganas de asesinar que le habían dicho.

Su mente estuvo en blanco durante un tiempo hasta recordar lo sucedido en el barco antes de llegar a su tierra natal, aquellos dibujos que se habían quedado bien guardados en su habitación y las cortadas en sus muñecas.

Alzó su brazo derecho con la intención de ver su muñeca llena de cicatrices, pero a cambio solo vio su suave piel lechosa completamente sana. Incluso tocó con fuerza en aquel lugar esperando a que eso fuera parte de su imaginación, pero solo pudo sentir un ligero dolor en la parte que presionó y luego recordó sus costillas ahora intactas pues sobre estás ahora solo quedaba un pequeño moretón violeta.

Con disimulo, dirigió su mirada hacia donde se suponía que debería estar Ludvig, sin embargo él había desaparecido. Aquello puso a Erik en alerta hasta el punto de empezar a retroceder con la intención de salir del agua mientras buscaba su ropa con la mirada.

—¿Terminaste?

De forma casi instantánea Erik volteó hacia donde provenía la voz de Ludvig y notó como estaba a al menos unos dos metros de él hasta que empezó a acercarse despacio hacia el contrario, llegando a su lado, pero Erik aún seguía en guardia por miedo a que le pudiera hacer el Shinria.

—No te mataré así que cálmate. No mataría a mi destinado, ni alguien más sin razón aparente—dijo tomando con suavidad la mano derecha de Erik mientras cerraba sus ojos—. Solo cierra tus ojos de nuevo.

—¿Qué pasó con mis heridas?—interrumpió Erik—. Dímelo.

Ludvig suspiró y abrió sus ojos para volver a verlo.

—Te lo diré después de que te hayas relajado bien, estás demasiado tenso, aunque bueno casi siempre fue así.

Antes de que Erik pudiese reclamar decidió callarse y hacerle caso a Ludvig, pues sabía que era la mejor opción que tenía ahora.

The pleasure of darkness [omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora