cero cinco (especial)

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KAEYA Y DILUC

— Diluc, ¿dónde está tu hermano?, ¿por qué no vienen juntos?

— No sé dónde está, pero dijo que vendría más tarde porque salió con su amiga. —Dijo el chico, dejando su mochila en la entrada y echándose en el sofá de la sala en donde estaba su padre.

— ¿Rosaria? Si es con ella, estará bien entonces. —El señor se levantó para ir a su habitación, dando por terminada la conversación.


— Bien, culos cagados, ¿de verdad se sienten capaces de entrar acá? Aquí se arriesga todo o nada...—Dijo esa imponente rubia que logró poner nerviosos a los dos jóvenes. — Aunque ya estando aquí, no los dejaré ir, al menos no vivos.

— Entonces, ¿por qué pregunta? Claro que esta...—De pronto, una fuerte bofeteada y patada recibió la chica, soltando unas cuantas lágrimas. Kaeya ni de reojo miró, no podía hacer nada.

— Ni tú, ni nadie me responderá de esa manera. —La tomó de los cabellos, levantándola del suelo en donde ellos se sentaron.

— Lo sentimos, Miss Lumine. Por supuesto que estamos adentro desde ahora. —La mencionada soltó a la débil Rosaria y fue hacia el peliazul, sonriéndole.

— Eso quería oír, ustedes dos levantarán mi imperio... Espero mucho de ustedes, Kaeya.

Para probarlos, pues no le bastaba con sólo palabras, les ordenó vender toda la mercancía que alcanzaba para una semana, en la escuela preparatoria donde estudiaban, en ese entonces, eran de los mejores alumnos, ¿por qué sospecharían de ellos?

Bueno, sí había alguien que los miraba diferente, y era nadie más y nadie menos que Diluc, quien prefirió no cuestionar a su hermano menor, tal vez estaba así por los exámenes que se acercaban.

Pasaron los meses y Kaeya empeoraba, dejó de ser tan cercano con su hermano y siempre habían discusiones en casa con él con su padre porque sus notas bajaron, en ocasiones no entraba a las clases y llegaba tarde al hogar, o de plano, no llegaba. El pelirrojo se sentía triste y sobre todo preocupado por su acompañante de vida, nunca lo había visto de esa manera, no podía creer lo que le decían sus superiores acerca de que era una etapa, de que ya se le pasaría.

Tenía que ver qué estaba pasando con su hermano, por qué se convirtió en lo que era ahora. Así que, sólo por un día, no entró a la escuela porque el adverso no lo hizo junto con su mejor amiga, fue sigiloso, no era tonto ya que iba a una distancia en la que no podían sentir que alguien iba detrás de ellos. Después de un rato, al adentrarse en un barrio que no era muy agradable para pasear, se quedaron de pie en una esquina, con otros dos tipos que tampoco se veían de confianza y comenzaron a hablar, aunque no se veían serenos ninguno de los cuatro. Diluc se acercó sin que nadie lo notase para su suerte.

— ¿Para qué nos quieren acá?—Soltó Rosaria sin que le temblara la voz.

— Para amenazarles, dejen de vender la mercancía de la arrastrada y mal vivida de su jefa si no quieren amanecer colgados de los cables de electricidad. —La tensión (más de la que había) se presentó y el mayor de los hermanos retrocedió, quedando pálido cuando los cuatro sacaron un arma cada uno.

— ¿Por qué mierda les haríamos caso? Es mejor matarnos entre todos de una vez. —¿De verdad ese era su hermano, el que decía esas cosas que le quebraban más el corazón? Diluc lloró pero abrió de más los ojos mientras sus piernas temblaban cuando escuchó lo siguiente.

traitor : zhongchiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora