cero seis

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— Tomen, y ni una palabra de esto a nadie si no quieren que les corte la cabeza y las cuelgue en una pared. ¿Entendido?—Puso la tableta en modo bloqueo y se las regresó.

— Como diga usted.

— Con quién te estarás viendo, amor mío. —Una lagrima cayó sobre la suave mejilla izquierda de la mujer. Pronto se la quitó, aparentando que no le importaba y todos emprendieron camino a su lugar habitual.

Childe fue el último en llegar porque estuvo esperando una respuesta, cosa que no llegó, al menos todavía le quedaba la tarde y noche para obtener alguna. Ese camello le ponía ansioso, cómo si fuera fácil olvidar que al principio lo amenazó de soltarle todo a Lumine.

Llegó la noche y todo estaba listo para la fiesta de Diluc, a quien parecía importarle un huevo y la mitad del otro. Aún así, recibía con gusto los cumplidos de los demás, qué miedo ese ambiente, celebraban algo que no beneficiaba nada como si fuese lo mejor del mundo. En fin, lo que las mujeres narcos piensan, y más una mujer tan rara como Miss.

Con el pasar de la noche, el ambiente era mucho más cómodo, todos bebían a las risas o bailando en el gran salón que tenía la mansión. Estaban emocionados porque cierta mujer vino a cantar para ellos, esa mujer se llamaba Bárbara; junto a ella venía un hombre con el nombre de Venti.

Childe jugaba billar con Kaeya y otros chicos nada relevantes, mientras Lumine estaba mirando todo desde el bar, y de pronto miró a la adicta al tabaco, Rosaria, aproximándose a ella.

— Lumi... Digo, señora. ¿Qué pasa?
— Necesito que hagas algo desde esta madrugada. —La de cabello rojo tragó saliva, su jefa se escuchaba bastante molesta.

La fiesta acabó y Rosaria tenía que ponerse a trabajar, aunque al principio pensaba que sería su fin, creía que había hecho algo mal y que por eso la señora se notaba tan irritada pero no, era algo incluso peor. Peor si es que no traía la información que le ordenó llevarle.

La misión era seguir al esposo si es que llegaba a salir de la casa durante la madrugada, y pasó, lo siguió desde el nuevo auto que le había dado la blanca narco para esta ocasión especial, de esa forma, Tartaglia no se daría cuenta, o eso esperaba.

El tiempo pasaba y parecía que el hombre sólo caminaba a lo estúpido, no la llevaba a ningún lado; estaba quedándose dormida y estaba a nada de parar y esperar a que llegando le cortasen la cabeza cuando en ese instante se paró en seco y tomó fotos. No veía otra cosa que al de un sólo arete adentrándose en un burdel.

— De verdad... Qué asco dan los hombres.

Regresando con la jefa del cartel, se hallaba acostada en la cama, con Keqing y Ganyu sentadas en su lado en espera de conseguir otro mensaje. ¡Bingo!

— "Te veo en el..."—Lumine abrió los ojos por sorpresa y de pronto frunció el ceño, lanzando una de sus almohadas al suelo. Quería romper todo después de leer eso.

— ¿Se encuentra bien?—Ambas chicas se levantaron de su lugar, intentando relajarla al tomarla por los hombros.

— ¡Claro que no estoy bien, retrasadas!—Se salió de la cama, tomando cualquier cosa del closet para ponérselo y entre las prendas meter su arma. — Despierten a Kaeya, dile que quiero a todos; que traiga metralletas, escopetas... ¡Lo que sea pero lo quiero ahora!

— ¡Como diga!—Ambas mujeres corrieron aterrorizadas.

¿Me extrañabas, Nobile?
— ¿Por qué estamos aquí?—Preguntó el mencionado, tomando asiento en el sofá que había en la entrada del lugar.

— ¿Qué te impresiona? Tú siempre vienes a follar aquí. —Dijo Zhongli sin pelos en la lengua. — Yo también trabajo aquí, sólo que nunca tuve la dicha de compartir la cama contigo... Hasta la noche de ayer, ja.

— Genial, vámonos a la mierda de aquí. —Intentó verse como que no le interesaba que supiera de él, aunque por dentro no dejaría de hacerse la pregunta de cómo es que sabía tanto. ¿Quién es él?

Sin más, Zhongli lo tomó de la mano para sacarlo de allí y emprender camino a su casa, o si ya no aguantaban, en algún hotel.

Qué suerte tenía Tartaglia. Era tan afortunado que después de media hora de que se había ido con su nuevo amante varón, su esposa llegó a tal lugar con todos sus hombres, ella siendo la que daba la cara como siempre poniéndose enfrente y dispararon sus armas hacia cualquier punto, terminando por masacrar a todos los que trabajan ahí.

En ningún momento Childe se hizo presente, no obstante, sabía que no tardaría mucho en enterarse de tal atrocidad a lo que sin revisar el lugar, dejando los cuerpos que aún seguían retorciéndose en sus últimos alientos, se fueron.

— Hija de perra bastarda. Si hubiésemos tenido a madre aquí con sus hombres, lo más seguro es que ya tendríamos a Lumine tragándose su propio corazón.

— Tranquilo, Scaramouche, la señorita Baal viene para acá en este instante. —Respondió la mujer alta, que iba caminando entre los prepago muertos, hartas ganas de vomitar le invadieron.
En cuanto dijo eso, la mencionada se apareció.

— Tienen hasta la cuenta de tres para explicarme qué fue lo qué pasó. Empieza, Signora.

— Fue Lumine, esa puta nueva narco se cree la reina de todos y vino a matar a estos asquerosos... Obviamente no salimos de nuestro sitio, no esperábamos esto. —El chico, Scaramouche asintió a todo lo que la mujer decía.

— Vaya zorra... ¿De verdad piensa que no haré nada?—La mujer de cabello morado rió sin ganas, pues tenía ganas de todo menos de bromear. — Tenemos que llamarlo a él.

— ¿A él? ¿De verdad está vivo? El señor...
— Calla, Signora. No dudes de mí. —Habló de nuevo. — Ya no tengo la misma influencia que antes después de que él... se fue. Tengo que encontrarlo, y tenemos que derrumbar a Lumine.

— ¿Cómo te fue con el hombre de Miss Lumine?—Dijo la chica, tomando asiento con su acompañante y esperando una respuesta de a quien se dirigió.

— Hu Tao, ¿por qué le dices Miss? Yo soy tu superior, no esa cerda asquerosa. —Tomó un sorbo a su taza de té. — Me fue bien, follamos... Hu Tao, Xiao, ¿pueden creer que él fue quien me buscó?

— Joder, ¿de verdad se enganchó tan rápido? Y con su esposa es una mierda...—Respondió el chico.

— Tiene sus razones, Lumine es una mierda igual o peor que él. Todo lo que nos hizo perder... —Dijo Hu Tao, sacudiendo la cabeza. — Sólo esperemos que no te enganches también, Mr. Zhongli.

— Qué va, lo único que quiero es que esos hijos de puta, traidores paguen por lo que nos hicieron. Quiero que esa güera primero pierda la cordura, después todo, todo lo material volverá a ser mío y ella estará pidiendo que la perdone y así será cuando...

— La matarás.

traitor : zhongchiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora