La noche gris

60 6 4
                                    

Draco Malfoy

Hoy es el día.

Es día de asesinar a Dumbledore.

El armario está armado y creo que nadie sospecho sobre ello.

Ahora estoy acá, solo.

Ya me despedí de mi Sisy.

Mi hermosa Sisy.

Lamento tanto que tenga que arriesgarse ella en buscar los horrocruxes.

Theo ya habló con Pansy, Zaza y Sisy sobre qué es mortifago, debemos estar listos por cualquier situación.

Mi pecho sube y baja rápidamente, mis ojos están rojos, he llorado todo el día, pero debo hacerlo.

Por mi padre.

Por mi madre.

Por mi Sisy.

Por mi.

Ahora estoy yendo a la torre de astronomía, quien pensaría que después de tantos años en los que observaba desde ahí la hermosa Luna, mi lugar favorito para estar solo, ahora sería el lugar en el que asesinaría a alguien.

Pero debo hacerlo y no hay marcha atrás.

El camino a la torre se me hizo una eternidad, pero llegue, por fin llegue. Antes de entrar escuché voces que provenían de más de una persona.

Di unos pasos mientras me defendía con mi varita y...

—Buenas noches, Draco.—dijo Dumbledore tranquilo.

Lo dijo como si me estuviera esperando, como si supiera lo que va a pasar.

—¿Que te trae aquí en esta bella noche de primavera?.—siguió hablando.

—¿Con quien está? Lo escuche hablar.

Miedo, miedo era lo único que sentía.

—Suelo hablar solo en voz alta, me parece extraordinariamente útil.—dijo tranquilo.—alguna vez te has hablado a ti mismo, Draco?

Claro que si, pero ese no es el punto de esta conversación.

Me quede callado.

Espere a que dijera algo, espere a que adivinase por lo que venía, él lo sabía y no me explicaba el porqué.

—Draco, tú no eres un asesino.

Él sabe por qué estoy aquí.

Agarre aire, oculté mis sollozos y intenté hablar.

—¿Como sabe lo que soy?.—dije.—he hecho cosas horrendas.

—Como maldecir a Katie Bell esperando que a su vez ella viniera y me entregara un collar maldito, cambiar una botella de hidromiel por una adulterada con veneno, perdóname Draco.—pauso.—pero pienso que esas acciones fueron tan débiles, que no las hiciste de corazón.

Sus palabras me sorprendieron pero me tragué esa sorpresa y hablé.

—Él confía en mi.—me levante la manga y mostré la marca.—fui elegido.

Pareció no sorprenderse por ello y solo levantó su varita.

—Déjame facilitártelo.—me apunto con su varita.

—Expeliarmus.—pronuncie y lo desarme.

Decir que estaba temblando se queda corto.

No entiendo siquiera el cómo no estaba llorando hasta ese punto.

La señorita Karkarov y el joven MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora