ᴄ ᴇ ʀ ᴏ

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― No puedo creer que nunca antes hayamos hecho eso ― rió Ten, tan fuerte que tuvo que frenar su paso para retomar el aliento, apoyando sus manos en sus rodillas hasta que finalmente estabilizó su respiración

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― No puedo creer que nunca antes hayamos hecho eso ― rió Ten, tan fuerte que tuvo que frenar su paso para retomar el aliento, apoyando sus manos en sus rodillas hasta que finalmente estabilizó su respiración.

― Yo tampoco ― concordó Lisa. La sonrisa que tenía plasmada en el rostro podría encandilar a cualquiera, y la manera en la que sus hombros vibraban por lo mucho que ella también reía era adorable. Ten la admiró desde su posición varios centímetros debajo de ella. Le costaba muchísimo creer que tal ser pueda existir en el mismo momento y lugar que él. Lisa sintió la mirada fija en su rostro y sonrió aún más. Ella lo miró fijamente, arrugando la nariz al darse cuenta de que Ten no le sacaba los ojos de encima aún. Avergonzada, lo empujó delicadamente pero Ten fue más rápido y tomó su muñeca, acercándola de un tirón para acogerla en sus brazos.

― Feliz cumpleaños, amor ― susurró él en su cuello.

Se podía notar a kilómetros de distancia lo enamorados que estaban el uno del otro, era un hecho innegable. Hacía dos años que estaban juntos: una cantidad de tiempo que en sus cortas vidas parecía una eternidad, pero ellos solo esperaban que su amor dure para siempre. Pocas veces alguien encontraba un amor tan intenso y real como el suyo. Debías ser una persona realmente bendecida por todos los dioses y entidades existentes en el universo para experimentar lo que ellos dos sentían; por eso se empeñaban el doble para demostrar lo agradecidos que estaban de haberse cruzado cuando lo hicieron.

Fue en un festival de música, uno de los lugares más llenos de gente que podías encontrar en el mundo, pero entre la multitud se encontraron. Y entonces fue que una hermosa historia de amistad transformada en amor floreció a lo que ahora tenían: una relación que no puede ponerse en palabras pero que no por eso es difícil de entender. Muy por el contrario. Es la simpleza misma de su conexión la que hace que esa sea tan única y evidente.

Su pequeño círculo de amigos los molestaba diariamente con que la dulzura que emanaban cuando estaban juntos era capaz de darle caries a cualquiera con solo respirar al lado suyo. Sin embargo, no podían negar que su felicidad era igual de contagiosa. Se consideraban entre ellos mismos una pequeña familia. Ten y Lisa, claramente, eran los padres. Sicheng era el hijo, y Lucas y Hendery eran los tíos que mal-influenciaban al pequeño. Prácticamente vivían juntos físicamente, pero más importante, vivían juntos a nivel emocional. Todo lo que uno de ellos atravesaba, lo atravesaban todos – sin importar qué tan bueno o malo era. Cualquiera pensaría que tener ese tipo de amistad es una completa fortuna, y sí lo era. Cuando uno estaba feliz, la felicidad se quintuplicaba. Pero eso también implicaba que cuando uno sufría – sufrían todos.

Y, lamentablemente, esa era la situación actual.

Irónicamente, el día estaba pintado de gris. Oscuras nubes cubrían el cielo y amenazaban con empezar a llover en cualquier momento, pero a nadie parecía importarle. Porque, claro, ¿a quién podía interesarle el clima cuando se encontraba frente a la tumba de una de las personas más importantes en su vida?

Ninguno de los presentes podía creerlo. Ten, en particular, todavía esperar sentir el pinchazo que lo despertara de la horrenda pesadilla que estaba viviendo para despertar en la comodidad de su habitación, con Lisa acostada a su lado, en sus brazos. Porque eso es lo que todo esto debía ser: una pesadilla. No había chance alguna de que los sucesos de la última semana hayan sido reales.

Desde el momento en el que recibió la llamada de su suegra – que no lo llamaba nunca ya que, de hecho, ella odiaba a Ten (eso ya era indicio suficiente de que todo debía ser un producto de su imaginación). El momento en el que le dejaron entrar a la morgue para identificar el cuerpo de su amada Lisa tampoco debía ser real. La persona que vio tendida en aquella mesa no era su novia. Esa persona carecía de la cualidad más característica de quién era Lalisa Manoban – le faltaba su vitalidad, su energía. Por lo tanto, si no tenía la esencia de Lisa, no podía ser ella. Llegando al momento presente: el funeral. Esto tampoco podía ser real, aunque no le encontraba justificación. Simplemente no podía ser real.

A su lado se encontraban sus mejores amigos, llorando igual de fuerte que él. No recordaba la última vez que había visto a Wong KunHang llorar – quizás ese era el indicio de que lo que estaba ocurriendo era una pesadilla. Sí, debía serlo.

En el momento justo en el que el ataúd empezó a descender en la tierra, las primeras gotas de lluvia cayeron. Hasta el cielo lloraba la muerte de Lalisa, Ten pensó. Y no le sorprendió. El mundo entero debía llorar su muerte porque había perdido a uno de sus tesoros más preciados.

En el transcurso de cinco minutos, la lluvia se transformó en diluvio y toda la gente antes presente se dispersó, dejando a los cuatro chicos solos. Ten se sentía muerto también. No sentía absolutamente nada más que un vacío en su interior. Un vacío que pronto se llenaría de dolor, cuando por fin le cayera la ficha de que, lamentablemente, todo era real. ¿Cómo se supone que seguiría de ahora en adelante? Ni siquiera quería hacerlo. ¿Cuál era el punto de una vida si no tienes a la persona que hacía que todo valiera aún más la pena?

Ten no se dio cuenta del alto volumen de sus sollozos hasta que sintió una mano apoyarse en su hombro, haciendo presión y sacándolo de sus pensamientos.

― Ten ― murmuró Lucas. El mayor alzó la vista, lo mejor que pudo bajo la fuerte lluvia, y miró a los ojos de su mejor amigo. Lucas se veía terrible, y eso era algo importante ya que Ten no recordaba que su amigo se haya visto mal en algún momento de su vida. Realmente, todo esto era una pesadilla. ― Debemos irnos.

Ten no hizo gesto alguno, ni respondió. Simplemente, se agachó hasta quedar en cuclillas - lo más cerca que podía estar de Lisa en ese momento - y sonrió. Le sonrió a un ataúd porque dentro se encontraba el amor de su vida. Y si había algo que él se había prometido alguna vez, era hacer a Lisa feliz y sabía que ella no estaría feliz si lo último que viera de él fuera su expresión de puro dolor. Así que le sonrió, le tiró un beso y se levantó. Al darse la vuelta, la sonrisa se esfumó. Los ojos de sus amigos estaban clavados en los suyos. Lo único que parecía real de todo esto, eran ellos. Ellos siempre habían estado al lado suyo, sin importar qué. Y en ese momento, se dio cuenta que nada de eso era una pesadilla.

Realmente, su querida Lisa se había ido.

Realmente, su querida Lisa se había ido

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